Las mujeres no solo son mayoría en la Universidad de Málaga, sino que además suelen obtener mejores notas. Así queda acreditado en la nómina de alumnos de las carreras más demandadas, las que dejan la nota de corte más exigente, ocupada fundamentalmente por mujeres. En Medicina, por ejemplo, hay matriculadas este curso 701 universitarias por 418 universitarios. Sin embargo, no deja de ser una raya en el agua. Todavía son pocas las que se decantan por estudiar una carrera científica. Menos aún las que optan por una Ingeniería. La brecha de género se mantiene pese a los intentos por acabar con estos estereotipos en este ámbito, por fomentar la vocación científica en las niñas y por visibilizar el trabajo de científicas y tecnólogas.

Ayer se celebró el día internacional de la mujer y la niña en la Ciencia, fijado por la ONU con el objetivo de superar los sesgos de género, con especial atención en los primeros años de la etapa educativa, cuando empiezan a diferenciarse los roles. Aunque en la Universidad malagueña se ha avanzado mucho en este sentido, según reconoce Elisa Gordo, supervisora de la Instalación Radiactiva del SCAI, todavía queda. Solo hay que repasar las cifras oficiales de la UMA. En líneas generales, solo el 37% del alumnado de grados científicos y tecnológicos es mujer. «En el año 1999 comencé mis estudios en Química en la Universidad de Málaga. Esta titulación impartía su primer curso en tres grupos de unas 100 personas, repartidas al 50% en género, pero a lo largo de los cinco años de carrera fui perdiendo compañeras que dejaban de lado su vida académica para dedicarse a la familiar», explica Gordo.

Es un hecho la falta de vocación y la desigualdad ya que las niñas no encuentran referentes de mujeres científicas en los libros de texto, tampoco en los medios de comunicación. En la etapa profesional y sin conciliación familiar, la dificultad para conseguir financiación para sus proyectos es máxima. La brecha de género es también patente en la progresión laboral y en los salarios.

La situación en la Universidad de Málaga no es muy distinta a la que se vive en el resto de instituciones académicas españolas. O en cualquier laboratorio del mundo, donde solo el 28% de los investigadores científicos pertenecen al género femenino, según la Unesco. En España, el número de catedráticas de universidad y profesoras de investigación no llega al 25%, según cifras del CSIC.

La escasa visibilidad de la mujer en áreas científicas provoca poco interés por parte de las jóvenes y niñas. De hecho, solo un 7% de las niñas se ve como científicas en el futuro, según datos proporcionados por la Iniciativa 11 de febrero.

A esto se le suma, que la presencia femenina es desproporcionadamente baja en las nominaciones u obtenciones de premios científicos. Al revisar los Premios Nobel en Química, Física, Fisiología y Medicina, 599 hombres han obtenido alguno de estos reconocimientos frente a las 17 mujeres que lo han logrado. De hecho, en 2018, los premiados fueron: nueve científicos, un economista, un escritor y un grupo de ONG. Doce galardones, ninguna mujer.

A nivel mundial, en las matrículas de los programas académicos relacionadas con las TIC solo el 3% son mujeres, en ciencias naturales, matemáticas y estadísticas el 5% y en fabricación, según datos del informe Mujeres en la Ciencia 2016 de la Unesco.

Carreras con más salidas

Y eso que el porcentaje de mujeres con estudios universitarios es mayor que el de hombres. En la UMA, en concreto, hay un 54% de mujeres por un 46% de hombres.Sin embargo, el número es muy reducido en aquellas disciplinas relacionadas con la Ciencia, Tecnología, Ingeniería o Matemáticas. Precisamente las carreras con mayor demanda laboral y mejores salidas profesionales en el futuro.

Este curso hay matriculados 3.933 estudiantes en los distintos grados de Ingeniería Industrial de la UMA, pero solo el 21% son mujeres. Tres cuartas partes de lo mismo ocurre en Ingeniería de Telecomunicaciones, donde el porcentaje de alumnas se reduce al 19%. También en Ingeniería Informática, con solo un 18% de mujeres en sus aulas. En Arquitectura también son menos, aunque las diferencias no son tantas (232 hombres por 205 mujeres).

Por el contrario, en la facultad de Ciencias, y con todo, las mujeres ya son mayoría también. Por poco, pero son más. En concreto 1.150 hombres y 1.247 mujeres. Aunque en grados como Ciencias Ambientales, Matemáticas e Ingeniería Química son minoría.

El estereotipo de género se manifiesta, a la inversa, en la facultad de Ciencias de la Salud en carreras como Enfermería, donde este curso 2018/2019, según las cifras oficiales, estudian 508 alumnas por 132 alumnos. En todos los grados de este centro académico las mujeres son mayoría, en Fisioterapia, Podología y Terapia Ocupacional. 403 alumnos y 1.022 alumnas.

Una vocación que nace al conocer la vida y obra de Marie Curie

Elisa Gordo iba para economista. Esa era, al menos, la recomendación que le hacía su orientador del instituto. Pero conoció la vida y la obra de Marie Curie, «la científica más brillante de todos los tiempos», y terminó por matricularse en el bachillerato de Ciencias de la Naturaleza y de la Salud, con la idea de estudiar Química en la UMA. De ahí la importancia de encontrar referentes femeninos en la Ciencia para encontrar una vocación. Marie Curie, a quien Gordo dedicó su tesis doctoral, tampoco lo tuvo fácil. «Tuvo que librar muchas batallas para que sus logros fuesen reconocidos, unido al apasionante campo de la radiactividad en el que desempeñó su trabajo».

Esta investigadora, precisamente, es supervisora de la Instalación Radiactiva del SCAI, con un contrato interino. «La decisión de decantarme por la Ciencia hizo que perdiese a muchas amigas por el camino, ya que ese bachillerato y, sobre todo, el tecnológico eran los elegidos por los niños, siendo las Humanidades y las Ciencias Sociales las opciones con una mayoría femenina », explica Gordo, que justifica esta brecha de género en que «aún existen muchos estereotipos que le asignan a la mujer el papel de cuidadora y la aleja de la tecnología, un campo siempre explotado por el hombre».

Este hecho, incluso ha llegado a condicionar y posponer su decisión de ser madre. «Cuando miraba a mi alrededor, me veía rodeada de hombres o mujeres que en su gran mayoría habían renunciado a ser madres o que aún no se lo habían planteado, a pesar de estar rozando los 40 años», explica. En su caso, «el miedo a tener que renunciar a mi carrera era el principal motivo». Trabajar con fuentes radiactivas suponía una baja de 18 meses; 9 por embarazo y otros 9 por lactancia. «¿Se olvidarían de mí?, ¿seguiría formando parte de los proyectos en los que participaba?, ¿saldría mi plaza en ese período y me quedaría en la calle?», se preguntaba. Ahora disfruta de la baja de maternidad hasta mayo, ya que el 19 de agosto nacía Irène. Y su nombre no es casualidad: Irène también se llamaba la primogénita de Marie Curie.