«El día que esto se venga abajo o alguien se clave un pincho, ¿de quién es la responsabilidad?», se pregunta Francisco García Vigo, presidente de la Asociación de Vecinos Palma-Palmilla. Un nuevo futuro.

El presidente se encuentra junto al lateral apuntalado de un campo de deportes, en la calle Cigüela, en la barriada de las 720 viviendas. El campo está a muy pocos metros de uno de los bloques del barrio, el número 6 de la calle.

Como explica, «traje al alcalde y al día siguiente estaba apuntalado, pero ya han pasado seis o siete meses de eso y no han hecho nada más», lamenta.

En abril de 2018, antes de que el Consistorio apuntalara el lateral, ya denunció en La Opinión la aparición de una grieta de unos 40 metros. En este tiempo ha conseguido el mencionado apuntalado de urgencia pero poco más y de hecho, una tramo del muro ha desaparecido, no sabe si por derrumbe natural o tras retirarlo el Ayuntamiento.

En todo caso, critica la descoordinación de la Gerencia de Urbanismo: «Entro en la Gerencia a las 9 de la mañana, salgo a las 3 de la tarde y no hay forma de que se pongan de acuerdo entre ellos», señala Francisco García Vigo, que destaca que, por las reuniones que ha mantenido hasta ahora, los técnicos no tienen muy claro qué negociado municipal debe hacerse cargo de la reparación y por otro, en todos los despachos donde ha expuesto el problema le dicen que no hay presupuesto.

«Sé que el concejal de La Palma-Palmilla, Francisco Pomares, está haciendo todo lo que puede, pero luego Urbanismo dice que no hay dinero», explica.

«No es de Deportes»

Para el presidente vecinal, la reparación no debe correr a cargo del Área de Deportes, «porque el campo de deportes vino después, este muro es anterior».

Como explica, el muro agrietado y apuntalado sostenía un jardín en los comienzos del barrio, pero al perderse el jardín se construyó la pista de deportes.

Francisco García Vigo sostiene que «como esto no se trata de ninguna obra nueva, entiendo que quien tiene que hacerse cargo es el plan de conservación del Ayuntamiento, que tiene cinco o seis millones de euros de presupuesto».

Como ya destacó, el temor del portavoz vecinal es doble: El más presente es el que presentan los remaches para clavar las tablas de madera al suelo, a las que les han quitado las capuchas rojas de protección. «Ahora viene alguien por aquí, tropieza en los pinchos, se los clava, ¿y qué hacemos?», se pregunta.

El otro riesgo, subraya, es el del desplome del campo. «Debajo del campo ya vemos que hay tierra. Si por cualquiera de las lluvias torrenciales que tenemos esto se viene abajo, puede parar quién sabe dónde, desde luego a los bloques de al lado», advierte.

La Opinión contactó ayer con el concejal de La Palma-Palmilla y de Urbanismo, Francisco Pomares, para conocer su punto de vista pero no quiso atender a este periódico.