Una carta. Cinco párrafos y un cordial saludo. De esta manera se ha despedido esta mañana el socialista Francisco Conejo de la Diputación, institución en la que ha ejercido de portavoz en la oposición durante los últimos ocho años. Abandona la calle Pacífico para trasladarse a Sevilla, donde ocupará el escaño que ha dejado vacante su compañera de filas, Marisa Bustinduy, que ha sido designada por Susana Díaz para ir al Senado.

"En pocos días abriré una nueva etapa de trabajo por la provincia de Málaga como parlamentario andaluz. Cierro así un ciclo de ocho años como portavoz del PSOE en la Diputación, cuyo papel institucional defiendo hoy con más fuerza como apoyo de los pequeños y medianos municipios, imprescindible para la cohesión entre las comarcas y las personas". Es una extracto de la misiva que ha hecho llegar Conejo a sus círculos políticos y a los medios de comunicación. Su sustituta para esta etapa de transición, en mayo hay elecciones locales y el gobierno de la Diputación entra en disputa, será Antonia García, edil socialista en el municipio de Almogía.

Con la marcha de Conejo se va también una forma particular de ejercer la oposición. Muy suya. Sin ofrecer grandes concesiones. Conejo ha sido una especie de voz de la conciencia del resto de partidos de la izquierda que, aunque no siempre en plena sintonía con él, han acabado bailando al ritmo que marcaban sus iniciativas políticas. Una manera de entender la política que tendrá difícil suplencia. Los plenos más tediosos se aferraban al juego que podían ofrecer Conejo y sus disputas con el ahora consejero de Presidencia, Elías Bendodo. Sus intervenciones, nunca al azar, ponían a prueba la limitación de tiempos a la que se le somete a los diputados. El ya exportavoz socialista ejercía verdadero culto a las intervenciones maratonianas y podía convertir una rueda de prensa ordinaria en una cuestión de horas.

Ahora que no están ni Bendodo ni Conejo, algunos temen que los plenos en la Diputación van a convertirse en auténticos panes sin sal. Acostumbrados a dividir el salón plenario en un lugar de héroes y villanos, quedará por ver cómo se reescribe lo que había sido, hasta ahora, el guion habitual. Que Díaz haya reclamado personalmente la presencia de Conejo no es ninguna casualidad. El epistolario de mociones que deja en la Diputación son la prueba patente de horas dedicadas a la labor de oposición. Ahora tratará de dejar su rastro en San Telmo.