La ultimísima máquina de flamenco, construida por un artesano sevillano, incorpora, codificados, todos los palos del flamenco, de manera que puede taconear con absoluta precisión y acompañar a cualquier guitarrista.

En otra sala, exhibe sus líneas armoniosas una Érard de 1819, una marca considerada la Stradivarius de las arpas, obsequio de la escritora y arpista británica Marion Leigh.

Una garlopa empleada para fabricar guitarras, hecha con la madera de la fragata prusiana Gneisenau; instrumentos musicales del África profunda, obsequio de unos misioneros; un violín eléctrico...

En el MIMMA, el Museo Interactivo de la Música de Málaga, se dan la mano los instrumentos más simples y primitivos con lo último en creatividad musical y tecnología. Y si no que se lo pregunten al cantante Miguel Ríos, comisario de la actual exposición del MIMMA en Granada, en colaboración con el Parque de las Ciencias de Granada (Play ciencia y música, hasta diciembre de 2019) que ha visto cómo le introducían una microcámara para poder observar y grabar sus prodigiosas cuerdas vocales.

Del parking a la superficie

El año pasado, el MIMMA celebró los 15 años de su conversión oficial en museo. El punto museístico de partida fue el año 2003, cuando por entonces inició una larga etapa subterránea en la aparcamiento de la plaza de la Marina.

Como recuerda esta semana el responsable del MIMMA, Miguel Ángel Piédrola Lluch, por entonces ya estaba casi cerrado el acuerdo para que la ingente colección de instrumentos musicales de su padre, Miguel Ángel Piédrola Orta, se instalara de forma definitiva en Salamanca, que acababa de ser Capital Cultural de Europa.

El alcalde Francisco de la Torre consiguió que permaneciera en Málaga, al ofrecerle el espacio de la Marina, donde ya se había estrenado con una exposición.

Una década más tarde, el MIMMA salió a la superficie para instalarse en el antiguo Palacio del Conde de las Navas, en calle Beatas, 15, una antigua escuela cuya conversión en museo sufragó el Plan E, en plena crisis económica. El edificio es municipal.

«Tuvimos que presentar el proyecto de rehabilitación del inmueble y del museológico en cuestión de días; fue un trabajo brutal, de no dormir», recuerda.

Miguel Ángel Piédrola rememora esa carrera burocrática a contrarreloj junto un contador digital que informa de que el MIMMA, desde su inauguración en 2003, ha superado los 900.000 visitantes gracias «a una rotación altísima de visitantes, porque ».

Parte del éxito de este museo en el que trabajan 14 personas y cuyos servicios contrata el Ayuntamiento a cambio de una nutrida oferta de actividades culturales, se debe a que combina la tradicional labor expositiva de un museo con unos 400 instrumentos a la vista del público, con la innovación.

Pudo exponer este punto de vista Miguel Ángel Piédrola Such en 2012 en Cremona, cuando en un congreso internacional en el que también participaron representantes del Louvre y El Prado habló de lo que para él debe ser un museo del siglo XXI: un museo inteligente.

«Tenemos que ser más eficientes en la comunicación, los contenidos, y mensajes... es como venderte pañales si no tienes niños, ¿para qué te voy a estar bombardeando con información que no interesa?», argumenta.

Algoritmos y el Living Lab

Por eso, apunta a cambios tecnológicos que permitan, mediante un algoritmo, conocer los intereses de los usuarios y adaptarse a ellos. «Estoy trabajando en eso, buscando socios que sean tecnólogos para mejorar la experiencia del usuario», comenta.

Mientras tanto, este malagueño del 73 que con 21 años creó su empresa Interexpo, con la que organiza exposiciones internacionales, ha llevado a cabo iniciativas como la que realiza la red europea European Network or Living Labs, y ha convertido el MIMMA en un lugar de encuentro de investigadores, creadores y empresarios, sin olvidar el punto de vistas de los usuarios: «Hemos abierto la puerta del museo a personas, equipos de investigación de la Universidad, para que puedan utilizarlo para desarrollar nuevas ideas y productos».

Es el caso de las mesas de trabajo del Living Lab que hace unos años consiguieron reunir durante 12 meses a unas 250 personas, «para desarrollar nuevas ideas en el ámbito de la cultura, el turismo y el ocio... y fue un éxito. Proyectos innovadores o con ideas emprendedoras pueden encontrar aquí un punto de apoyo», resalta.

A una escala menor, no por la meta sino por la edad de los usuarios, en el MIMMA ya funciona un Living Lab Kids, en el que los niños, además de conocer los principios físicos de la música, pueden diseñar instrumentos que luego el museo expone y participan, por ejemplo, en talleres para hacer pianos con Nintendo. «Ahora, a ver si hacemos un ciclo de apps (aplicaciones para móvil) de contenido musical pensado para los niños, y la verdad es que se llena todo a los pocos minutos».

Se ruega tocar

Lo cierto es que la faceta lúdica del Museo Interactivo de la Música de Málaga, uno de cuyos lemas más conocidos ha sido Se ruega tocar (algunas piezas, claro, no todas), ha motivado incluso la visita de un investigador californiano del juego, que quiso conocer el museo español, una de las sorpresas más gratificantes para su responsable.

El museo cuenta con áreas de color rojo en las que los visitantes pueden hacer de su capa un sayo, musicalmente hablando, y probar los instrumentos más conocidos. En este sentido, cuenta el caso curioso de estudiantes que acuden al museo si están de paso por Málaga, «porque tienen que tocar el piano dos horas todos los días».

Miguel Ángel Piédrola cree que también es una oportunidad para que quienes vayan a entrar en un conservatorio por vez primera, «como aquí tienen los instrumentos básicos como la guitarra, el violín, el chelo o el piano, el niño pueda ver si se siente cómodos con ellos, si les gusta».

Eso sí, como tantos pequeños los tocan a diario, también hay que reponerlos con frecuencia, pues, por ejemplo, alguna vez ha tenido lugar un duelo simpar con arcos de violines. «Son niños», sonríe el director.

Para este año, el proyecto del MIMMA es transformar una zona sin uso, un patio interior entre el edificio clásico del Palacio del Conde de las Navas y el moderno «en un jardín musical para niños, con esculturas sonoras», pensado para las familias que traen al museo a niños hasta los seis años.

Cumplidos los 15 años, el Museo Interactivo de la Música de Málaga ha sido nominado a los premios España Creativa, que se conocerán el 1 de marzo. Todo un brindis musical para este museo, muy consciente del siglo en el que está.