El presidente de Andalucía Diversidad, Antonio Ferre, hace balance para La Opinión del año que lleva en vigor la Ley andaluza LGTBI así como de la situación en la que se encuentra el colectivo actualmente. Las agresiones y delitos de odio son más frecuentes de lo que reflejan los datos oficiales, aunque estos llevan desde 2016 sin publicarse. Por lo que pide, por un lado, al Ministerio que dejen de esconder las cifras de 2017 y trabaje en las de 2018. Y, por otro, insta a las víctimas a confiar en la policía y denunciar, pues solo con un índice alto de registros se puede presionar a las administraciones públicas y hacerles ver la realidad en la que vive este colectivo tradicionalmente castigado. Aún así, no es la única vertiente de la LGBTfobia a la que se enfrentan.

La situación es la siguiente. Siglo XXI, España considerada como uno de los países más gayfriendly del mundo y, sin embargo, una realidad que asusta. El discurso de odio y las agresiones están a la orden del día. ¿Qué ocurre?

España es pionera en muchas leyes no solo LGTBI, sino en temas de igualdad. Lo que pasa es que España es un espejo donde todos los países se quieren reflejar, países cercanos lo están pasando mal y nos ven. Nosotros nos podemos dar con un canto en los dientes porque hay una ley que nos protege, tenemos una ley autonómica, un código penal que es fuerte... Tenemos un amparo que incluso en otros países de la Unión Europea no hay, no tienen unas leyes que protejan a las personas homosexuales como Italia. Y hay otros países que por efecto dominó han ido cayendo por la presión social y han cedido al matrimonio homosexual como Portugal. En España nos podemos dar con un canto en los dientes, pero hay una gran infradenuncia.

¿Hay más denuncia en redes sociales que en comisarías?

Hay mucha denuncia en redes sociales. Cuando ocurre algo, con el calentón lo ponemos en las redes en vez de ir a la comisaría. Tienen que ir las dos cosas compaginadas. Lo social porque hacen que se difunda las cosas que están sucediendo y hace presión al gobierno de turno. Pero donde hay que denunciar es en las comisarías, juzgados o comandancias de la Guardia Civil. El gran boicot que tenemos es que entre las pocas denuncias que constan al Ministerio del Interior y las denuncias que nos llegan a través de nuestras asociaciones o a través del Observatorio Andaluz contra la LGTBfobia o a través de redes sociales hay una gran laguna.

¿A qué se debe?

Hemos pasado de policía enemiga a policía amiga. Y creo que hay que aceptar todavía que la policía es amiga y que está formada en estos temas. Además esto es tan legalmente farragoso que la gente no se anima. La justicia es lenta, pero es justicia. Ese es el cauce, tenemos una ley y un código penal que nos ampara.

¿Cree que las víctimas saben que las cosas que publican son denunciables?

Eso también. Por otro lado, estamos acostumbrados a que nos han dicho maricón tantas veces que ya o sacas coraza o agachas la cabeza.

¿Hay miedo todavía a situaciones que pueden parecer superadas como salir del armario o mostrar afecto en público?

Sí, hay miedo. Y depende de las zonas. Pero soy partidario de más que hablar de zonas, hablar de visibilidad del tema. Es muy difícil, pero poco a poco se está consiguiendo. Y a eso ayudan manifestaciones como el Orgullo, salir públicamente en programas de televisión, que haya series donde haya un personaje gay, lesbiana o transexual, que un presentador sea homosexual... De lo que se ve existe. Pero hay cierto miedo dependiendo de la situación y la zona y es entendible porque también va con la autoestima personal. Hay parejas que van cogidas de la mano y cuando salen de ciertas zonas se sueltan. En Málaga e incluso en barrios como en Chueca. Quizá bajo una pompa de seguridad estamos seguros. Pero no hay que crear pompas, queremos integración e igualdad.

Me he encontrado con que no hay datos oficiales recientes sobre número de agresiones.

Lo único que se dan como cifras oficiales son las del Ministerio del Interior, y ya lleva dos años sin darlas. Los últimos son los de 2016. Nosotros le hemos pedido ya al Ministerio, le hemos preguntado qué pasa con los de 2017. Siempre antes de junio teníamos los datos del año anterior. Yo no sé qué esconden o qué se esconde por no darlos. Puedes decir que hay un mes de retraso, que ha habido elecciones, pero eso es un trabajo continuado. Aprovecho para decirles que sean valientes y den los datos oficiales.

¿En Andalucía Diversidad recopiláis datos y casos?

A partir de ese gran hueco que hemos visto nos hemos dado cuenta de que hay que hacer estudios e informes. Recopilamos los datos de las asociaciones, el género, tipo de agresión, si los han atendido, derivado, si han puesto denuncia... No todos son palizas, ni agresiones físicas. Hay mucho tipo de delito de odio dentro de la homofobia y la transfobia.

Ahora mismo, con el Gobierno andaluz ya conformado y nombrados los cargos. ¿Qué le piden?

Por lo menos ya se sabe que han hecho una dirección general y han puesto la palabra diversidad, donde entran las competencias LGTBI. Ayer -por el martes-, se aprobó la estructura de la consejería y han puesto Dirección General de Violencia de Género, Igualdad de trato y Diversidad. Les pedimos que se desarrolle la Ley Andaluza LGTBI. Aunque haya un nuevo partido en el Parlamento que ya sabemos cuáles son sus condiciones, los demás la aprobaron. Fue una ley aprobada también por el PP y Cs y ahora los dos están gobernando, con apoyo o sin apoyo, pero pedimos que sean valientes y que sigan desarrollando la ley. Pedimos al PP en su momento que no aceptara lo que pedía Vox y dijeron que ese no iba a ser el acuerdo, así que vamos a darle una oportunidad. Yo creo que hay que dársela, que se desarrolle la ley y sea participativa.

En febrero ha hecho un año de la entrada en vigor de la ley andaluza LGTBI. ¿Qué balance hace de este primer año?

Sinceramente es un esbozo. Se han hecho cosas: jornadas, explicación de la ley, se han ido formando a los profesores, se ha ido explicando a las distintas administraciones y asociaciones. Pero en un año no se puede hacer mucho. Se ha creado un esbozo de un futuro consejo andaluz LGTBI, que se ha quedado ahí porque con las elecciones se paralizó todo. Están recién nombrados los consejeros y la estructura, por eso le estamos dando un poco de calma. Hemos pedido cita con la consejera y queremos ver si nos recibe primero y ver cómo está la situación. Creo que el consejo seguirá adelante. Pero claro lo bueno que tenía esta ley es que tenía un calendario. En un año había que hacer el consejo, en un año y medio un plan intersectorial entre todas las consejerías. Y eso se va a convertir en dos años o dos años y medio. Porque con las elecciones que hemos tenido y las que vienen...

¿Hay miedo por el discurso de Vox ahora que se acercan elecciones y pueden entrar en el panorama nacional?

Miedo, miedo... yo les tengo respeto en el sentido de que hay que respetar todas las ideologías políticas aunque no comulgues nada con ellas. Llevamos años diciendo que en Europa estaban llegando los grupos ultras y estaban llegando al gobierno. Todo el mundo pensaba que aquí no iban a llegar. Y al final esa ola ha llegado. Estamos en un momento político convulso. Hay que tenerle miedo o respeto, pero bueno si ellos van a hacer cosas nos encontrarán en las calles. Nosotros hemos salido de estar a oscuras a estar en la luz. A mi nadie me va a encerrar en un armario ahora. Y ahora no podemos permitir ni un paso atrás en ciertas libertades o logros. Y para eso, digo yo, que están los demás grupos políticos para no contraponerse a ciertas cosas.

Otro asunto muy relevante es el ámbito escolar. Según un reciente estudio vuestro sobre jóvenes andaluces hay un gran desconocimiento sobre el colectivo. ¿Una vez más la respuesta es la educación?

Sí. Y más cuando hay un partido que quiere quitar que se den este tipo de charlas en los centros educativos. Por algo será. Hay que dejar claro que cuando va una asociación de gays o lesbianas a hablar de educación en valores en un instituto es porque hay una necesidad. Porque hay una invisibilidad del colectivo. Segundo porque a partir de ahora sí se puede hablar de educación afectiva-sexual, pero ese era un tema que no se daba. Y tercero es que no estamos haciendo proselitismo, no vamos a pervertir a la gente. Suena ridículo, pero es que no vamos a convertirlos en gays o lesbianas o transexuales, es más a lo mejor no hay gente, pero vamos a hablar de esa realidad porque la que han aprendido es la que han visto en la televisión quizá muy estereotipada o por lo que han escuchado en casa.