En las últimas décadas en las que el Estado del Bienestar se ha asentado, la sociedad ha ido presenciando múltiples cambios como por ejemplo, el desarrollo de las tecnologías, la globalización, el papel de la mujer o los asoladores efectos de la crisis. Pero en estas transformaciones, también existe un elemento que ha sido protagonista del cambio: el modelo familiar.

Respecto a ello, durante estos últimos meses, Vox el partido ultraconservador que ha irrumpido en el panorama político español, ha aclamado una familia tradicional, compuesta por un hombre y una mujer como uno de sus ejes más reivindicativos, en el que también alienta a la formación de una unidad familiar numerosa. Pero la realidad con la que se ha topado es otra, una extraordinaria evolución del concepto de familia en nuestro país el cual se ha ido produciendo en un marco de absoluta normalidad, tolerancia y desarrollo del propio entorno social, ideológico y moral.

La familia española ha pasado de ser la típica unidad de padre y madre con hijos y abuelos, a convertirse en una unidad plural: homosexuales, uniparentales, compuestas, sin hijos o de padres separados, entre otras, cuya base ya no es el convencionalismo sino el amor como punto esencial, en el que da igual el sexo, la tipología o situación.

Para expertos como el sociólogo y profesor de la Universidad de Málaga, Luis Ayuso, «la pluralización familiar permanente a la que nos dirigimos es cada vez más evidente y estará mucho más presente». Este desarrollo se ha dado en todos los países modernos, pero España sufre una peculiaridad, y es que «ha pasado mucho más rápido que en otras zonas y de forma mucho más intensa. Los países nórdicos por ejemplo, comienzan el proceso de transformación familiar antes que España, pero nosotros lo comenzamos más tarde pero lo aceleramos muchísimo», señala Ayuso.

El partido liderado por Santiago Abascal clama por la «familia natural» en su proyecto de compromiso con la vida y los valores, un término que a día de hoy se vuelve cada vez más obsoleto teniendo en cuenta los numerosos conjuntos familiares que con los rotundos cambios sociales se han añadido y conviven con la unidad añorada por Vox.

¿Quién iba a decir en plena transición española a la entonces casta sociedad que cuarenta años después casi la mitad de los nacidos iban a ser hijos de madres solteras? Pues lo cierto, es que ellas conforman el 46% de los nacimientos en 2017, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), y estos en su mayoría a elección de la propia mujer. ¿Y qué los homosexuales se casarían y criarían a sus hijos como parejas hetero?¿Qué decir de las familias que deciden adoptar o las conformadas por parejas que vienen de matrimonios anteriores con hijos diferentes de sus manos?¿O que los hogares más numerosos no están conformados por esas tradicionales unidades, sino dos personas debido al aumento de parejas que no quieren tener hijos?

Hace veinticinco años, sin embargo el tipo de familia más común era el formado por una pareja y dos hijos, tal y como muestra uno de los análisis sobre el censo que cada diez años pone en marcha el INE y que desde 1991 al 2011 evidencian la continua disminución de los hogares formados por cinco o más personas. Actualmente, este sólo conforma el 5,7% del total.

Respecto a la natalidad, ésta ha caído empicada en los últimos veinte años, exceptuando que desde 1998 repuntó hasta que llegó la crisis económica en 2008, cuando el número de hijos por mujer volvió a desplomarse. En la provincia de Málaga, durante 2017 se han dado 14.422 nacimientos, un 22% menos que en 1975, fecha a partir de la cual se tienen registros en el INE. Este claro descenso no sólo se debe a motivos económicos, también están los sociales y culturales, como la incorporación de la mujer al mercado laboral, el establecimiento de un ritmo de vida diferente, más libertad de ocio, etc.

De estos partos, más de la mitad fueron de una madre no casada, un aspecto que refleja tales cambios sociales y demográficos. Un hecho que hace décadas tenía connotaciones peyorativas y hacia el que comúnmente se escuchaban expresiones como «¡pobre, tan joven y ya con su vida destrozada!», ahora retrata en su mayoría, a mujeres que conviven con sus parejas o que han decidido concebir hijos sin tenerla. Estas cifras eran muy diferentes hace cuarenta años, cuando la media de este tipo de nacimientos rondaba los 400 anuales.

El tabú entorno a la madre soltera ha quedado obsoleto y aquí se incluyen otras de las tendencias que han influido directamente a la formación de nuevos modelos familiares: la incorporación de la mujer al mercado laboral y el incremento del nivel educativo. «Los sociólogos sabemos que los niveles de educación altos equivalen a un mayor nivel de pluralidad. Las mujeres con mayor nivel de estudios es sinónimo de más soltería. Sin embargo, con los hombres pasa al contrario, los que menos se casan son los que tienen menor nivel educativo», destaca el experto.

Otro de los aspectos que más ha variado han sido matrimonios. Según las ultimas actualizaciones del INE correspondientes al ejercicio de 2017, en Málaga tuvieron lugar 5.903 matrimonios y de ellos, 183 fueron bodas homosexuales, 99 entre hombres y 84 entre mujeres. De forma generalizada, durante los últimos diez años han tendido a reducirse, no ha sido así en el caso de los matrimonios entre personas del mismo sexo los cuales se han incrementado. «A partir de los años ochenta el matrimonio pierde valor, por lo que se suele tener el hijo y después la boda, esta ya no es tan importante. Un autor francés dijo una frase que a mi me gusta mucho: el matrimonio ha pasado de ser el primer plato a un postre opcional».

«Este aspecto de negación al matrimonio no ocurre entre parejas homosexuales, las cuales son sus mayores defensoras, la gente no quiere casarse, pero ellas sí y además tener hijos. Aquí se vuelve a imponer la democratización del sistema», afirma Ayuso.

A esta reducción de casamientos, se suma el que cada vez sean más los matrimonios que deciden tomar caminos diferentes. Durante 2017, en la Málaga tuvieron lugar 3.817 divorcios, un hecho que ha experimentado un enorme crecimiento desde los años 90 hasta el día de hoy. Algunos de los motivos de esta tendencia creciente son el proceso de individualización familiar y la búsqueda de relaciones cada vez más emocionales. «Por una parte, las sociedades avanzadas experimentan la individualización como un elemento imperante, cada vez más intensificada no sólo entre parejas, sino en todos los miembros de la unidad familiar que piden su espacio y autonomía. Y por otra parte, tendemos a buscar relaciones cada vez más emocionales. Es una tendencia general en el se ve muy claro que queremos experimentar y sentir, no nos vale con que nos quieran, nos lo tienen que demostrar».

¿Una familia de verdad?

A pesar de todo el desarrollo legislativo de los últimos años en el que las nuevas formas de familias tienen el mismo derecho entre ellas, las formaciones ultraconservadoras como la de Vox, alude en su proyecto a los deberes de los políticos en este campo: «Los poderes públicos han de tributar la consideración que merece a la familia natural, es decir, la formada entre hombre y mujer. Ningún otro tipo de unión será equiparada a la de dicha familia, ya que se protegerá el derecho de los niños a tener un padre y una madre». La posición que tienen al respecto sobre las nuevas unidades familiares es claro: «equiparar a las parejas de hecho con el matrimonio, hace que se pierda la esencia de lo que es un matrimonio y una familia».

El estudio Ispsos Global Trends 2017 realizado en veintitrés países, da a conocer que un 65% de los españoles defienden que el estar casados o no casados no es un factor significativo para el bienestar de la familia y los hijos, frente al 24% que cree lo contrario. También se refleja la tendencia a igualar los roles entre hombres y mujeres tras el auge de los movimientos feministas. Así, siete de cada diez afirma que los hombres tienen más que nunca una mayor responsabilidad en el cuidado de los hijos y el hogar, y 8 de cada 10 se muestran contrarios a que una mujer sólo deba ceñirse a ser una buena madre o esposa y defienden la importancia de su papel.

Esto deja claro que España sigue evolucionando hacia una sociedad plural y tolerante en la que es posible cualquier modelo familiar que se quiera formar y los cuales pueden convivir con el ansiada unidad por la que se aboga.