Pedro Gallardo Campos hablaba ayer por teléfono con La Opinión desde Berwick, a unos cien kilómetros de su meta, Edimburgo, la capital de Escocia, a la que calcula llegar hoy o mañana.

Detrás han quedado casi 4.000 kilómetros en bicicleta, desde que el pasado 15 de octubre salió de Málaga en una bici con alforjas, de ahí que en Instagram su nombre sea @vagabundoconalforjas.

Además de recorrer de punta a punta toda España y Francia, en lugar de enfilar al paso de Calais continuó hacia Bélgica y los Países Bajos y en Amsterdam tomó un ferry hasta el puerto inglés de Newcastle, muy cerca ya de Escocia.

Eso sí, a cien kilómetros de Madrid tuvo que aparcar las alforjas: «Se me empezaron a estropear las ruedas y aunque decidí buscar trabajo en Madrid para comprarme otra bici, al final un familiar de mi madre me ofreció una y le puse un remolque», cuenta.

Este malagueño de 25 años se ha costeado buena parte del viaje con sus ahorros, pues lleva desde los 15 trabajando, cuando decidió dejar los estudios y empezó a ayudar a su padre en el bar del campo de fútbol de La Mosca.

Hace cuatro años y medio decidió marcharse al Reino Unido a trabajar. «Empecé secando platos y cuando ya dominé el idioma, estuve de cocinero en restaurantes, cafeterías y hoteles»,explica Pedro, que ha estado trabajando en ciudades como Brighton o Edimburgo (de la que confiesa que su clima le encanta).

«También es divertido»

«Como todo, trabajar en el extranjero es un poco complicado porque te vas solo y no conoces el idioma, pero también es divertido y he aprendido a buscarme la vida», subraya.

Esa misma soltura con la que se busca la vida fue la que le empujó a echar mano de sus ahorros y tras trabajar el pasado verano en su tierra, en El Pimpi, decidió cumplir uno de sus sueños: un largo viaje en bicicleta, aprovechando que su novia había marchado por trabajo unos meses a Argentina.

Aunque todavía tiene por cumplir su sueño de recorrer Sudamérica en bici, ha querido empezar por este viaje, que ha compaginado con paradas para hacer escalada, otra de sus pasiones.

En su viaje ha sido crucial una aplicación de móvil «de gente que viaja en bici y que comparte su casa», aunque confiesa que lo que más le gusta es acampar solo. «Pero he estado usando las casas para pegarme una ducha, lavar la ropa y sobre todo para conocer a gente de todos esos sitios, que es para lo que he hecho este viaje», destaca.

Días ha habido en los que recorría entre 40 y 50 kilómetros, aprovechando siempre la luz del sol y saliendo a las 10 u 11 de la mañana para combatir el frío, pero otros hacía 25 o 100. De sus padres, por cierto, comenta que «se lo han tomado muy bien, con envidia, porque están acostumbrados».

Y lejos de regresar a Málaga, Pedro aparcará la bici en Edimburgo para volver a trabajar en Escocia. Sueño cumplido.