Si Pepe Guerrero, más conocido como Pepe, el de Proteo (Málaga, 1954) no hubiera entrado en esa pequeña librería de segunda mano de Lisboa, el libro que hoy tiene entre manos, Exlibris, de Ediciones del Genal, probablemente no habría existido.

Ocurrió en 1999 o 2000 y como recuerda, pese a que su familia le dijo que desistiera, porque nunca encontraba nada, entró y para su sorpresa comprobó que estaban a la venta dos álbumes completos de exlibris europeos al increíble precio de 10.000 pesetas de entonces (60 euros). «Me fui de allí corriendo, por si se arrepentía el librero», comenta Pepe Guerrero, que explica que estaba acostumbrado a que los anticuarios españoles le vendieran cada exlibris por diez euros, como mínimo.

Los cerca de 200 exlibris conseguidos en Portugal conforman alrededor de la mitad de su colección, de la que ha escogido los ejemplares más relevantes para publicar Exlibris. Mi colección de exlibris europeos y malagueños.

Según la RAE, el exlibris, del latín ex libris (de entre los libros) es una «Etiqueta o sello grabado que se estampa en el reverso de la tapa de los libros, en la cual consta el nombre del dueño o el de la biblioteca a que pertenece el libro».

Se trata, por tanto, de un carné de identidad de apasionados de la lectura, que hunde sus raíces en la Alemania del siglo XV, con el estreno de la imprenta de Gutenberg, aunque el librero cuenta que se ha localizado el sello de un faraón del siglo XV antes de Cristo que podría considerarse el primero de la Historia.

Para Pepe Guerrero, «para tener un exlibris lo normal es contar con una biblioteca de tamaño medio o grande, porque nadie que tenga 50 u 80 libros en su casa se preocupa por hacer uno».

En el caso de Pepe, en su casa de Málaga disfruta de más de 8.000 libros, así que resulta de lo más normal que tenga varios modelos de exlibris con su nombre. En la actualidad, cuenta, algunas imprentas ofrecen modelos a elegir, aunque el cliente puede acudir con un dibujo hecho o encargado.

Sólo una pequeña parte de la biblioteca de Pepe lleva este sello personal, que suele colocarse en la guarda de los libros. «Olga, mi mujer, y yo nos pusimos hace unos años a poner los exlibris y a catalogar los libros por el ISBN pero cuando llevábamos 400 nos cansamos porque no se veía el final. Lo dejé porque prefiero emplear el tiempo en leer», ríe.

La pasión de este malagueño por la lectura arranca de la influencia de su tío, Francisco García Márquez, «uno de los que más libros tenía en todo el barrio de Pedregalejo». Pero su verdadera inmersión en los libros vino cuando este hijo de un jardinero del Parque comenzó a trabajar, con solo 14 años, en la librería Ágora de la calle Trinidad Grund. «Y al año siguiente, cuando cerró, entré en Proteo», cuenta.

Pepe, el de Proteo, ha dedicado 45 años de su vida a trabajar en esta veterana y galardonada librería, hasta su reciente prejubilación, pero como comenta, no fue hasta que llevaba unos 20 años cuando descubrió los exlibris. Por cierto, que quienes se dedican a coleccionarlos se conocen como exlibristas, aclara Pepe.

«Me asome a ese mundo por algunos amigos que pasaban por la librería y que me hablaban de ellos», explica. Era el caso del poeta y académico de San Telmo Alfonso Canales, que acudía todos los sábados a Proteo y que le regaló su propio exlibris.

Exlibris malagueños

Así, poco a poco, fue haciendo una colección de exlibris malagueños, aunque como destaca, «de los 2.000 clientes que tiene la librería, he conseguido unos 40 exlibris de ellos».

Entre los que aparecen en su libro destacan por ejemplo los del mencionado Alfonso Canales, pero también los del periodista y poeta Manuel Alcántara, el pintor Enrique Brinkmann, el editor Ángel Caffarena (que descubrió en un libro que conservaba en casa), el librero Jesús Otaola o el de Antonio Cánovas del Castillo, del que consiguió una copia por correo electrónico gracias a la Biblioteca Provincial Cánovas del Castillo. «Ya me gustaría tener su exlibris, no había otra forma de tenerlo en mi colección y no podía faltar en este libro», cuenta.

Pepe Guerrero resalta que este objeto, «totalmente unido a la pasión por los libros», aúna arte con información personal del propietario, como su nombre, apellidos y a veces, la profesión en forma de dibujo. Aunque hay tantos como estrellas en el cielo, e incluso eróticos, en muchos de ellos suelen aparecer «un libro, dos libros o una biblioteca».

Pepe Guerrero no solo colecciona exlibris, también libros sobre la materia, de los que tiene cerca de 30, aunque para él, el fundamental es una obra publicada en 1949 por la editorial Aguilar titulada, claro, Exlibris y exlibristas, de Francisco Esteve Botey, en la que este profesor de grabado de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando establece el canon de tan singular objeto.

Y una curiosidad: los exlibris no gustan en general a los bibliófilos, cuenta el librero: «No están bien vistos, para ellos lo importante es el libro, no el propietario, y no quieren que ocupe mucho espacio», indica.

Como curiosidad, el más antiguo de su colección, el de un reverendo británico apellidado Carmichael, acompañó una miscelanea de obras breves de Dickens editada en 1858.

Si en 2017 publicó en Ediciones del Genal El aprendiz de librero, sus memorias de casi medio siglo en el mostrador de Proteo, con esta obra de los exlibris Pepe Guerrero quiere dar a conocer una faceta cultural relacionada con los libros muy poco conocida, pese a que sea fascinante.

De paso, ríe, si algún lector malagueño con exlibris quiere que la colección siga creciendo, sólo tiene que dejar uno a su nombre en Proteo, su librería de toda la vida.