Pablo se cuela en el despacho con mirada traviesa y sonríe. Pilar ya sabe lo que quiere y no duda en interrumpir la entrevista. Busca en sus cajones una galleta o algún otro tentempié con el que Pablo entretenga su estómago hasta la hora del almuerzo. No son madre e hijo pero pudieran parecerlo. Pilar Urbano es la directora del Centro Público Específico de Educación Especial Santa Rosa de Lima y Pablo es uno de los alrededor de 180 alumnos de este veterano colegio, el único público de toda la provincia y al que acuden niños y jóvenes de más de una docena de localidades. La atención aquí es así, cercana e inmediata, tanto ante una anécdota como la de Pablo como con las crisis que afrontan a diario. «En este centro las incidencias no esperan», explica Pilar junto a Araceli Martos, la jefa de Estudios. Ambas son firmes defensoras de la integración escolar, de la inclusión... hasta donde se pueda y cuando se pueda.

El debate sobre los centros de educación especial se ha abierto al conocerse que en la reforma de la Ley Orgánica de Educación que preparaba el Gobierno central se fijaba un plazo de diez años para integrar a los alumnos con necesidades especiales en colegios ordinarios. El posible cierre de los centros específicos se ha encontrado con la oposición de padres y docentes y, tras ello, el Ministerio de Educación ha confirmado que los colegios de educación especial no se cerrarán.

El Santa Rosa de Lima de Málaga continuará así prestando este importante servicio a un alumnado muy variado, pero que coincide en las graves dificultades que sufren y que requieren una atención específica muy distinta a la que se puede prestar en un centro ordinario. Acogen a alumnos desde los 3 a los 21 años, aunque el grueso se concentra a partir de los 13 años, precisamente porque apuestan por la integración. «Creemos que los niños deben estar en los colegios de sus barrios, de sus localidades, con patrones de imitación y aprendizaje completamente normalizados, aunque hay niños que nunca van a poder estar en esos entornos, simplemente por las graves dificultades que sufren», explica Pilar Urbano. Lo ideal es que estén el mayor tiempo posible en colegios ordinarios, pero «cuando hay graves discapacidades, hay un momento en el que el recorrido de la integración se acaba», añade la jefa de Estudios.

Es entonces cuando entran en acción centros específicos como el de Carranque, que atiende a alumnos con graves plurideficiencias por parálisis cerebral, trastornos del espectro autista y problemas muy graves de conducta, asociados la mayoría de las veces a severos trastornos de salud mental. También dan respuesta mediante la atención domiciliaria al alumnado que está tan gravemente enfermo que no puede acudir al centro.

En el Santa Rosa de Lima no hay problemas de ratio, las clases son de siete u ocho alumnos como máximo y en algunas sólo hay dos. El Servicio de Planificación de la Consejería de Educación da unas instrucciones según los problemas físicos y psíquicos de cada alumno pero el sistema en la práctica es muy flexible, tanto como sea necesario para que la clase funcione.

También es diferente y variado el personal que trabaja en este centro. No sólo hay un buen número de docentes y monitores, sino también cuatro fisioterapeutas, dos psicólogas, una trabajadora social y un médico. Este ultimo resulta imprescindible en un colegio en el que hay crisis cada día, de salud física o mental.

La atención es individualizada. No podría ser de otra manera. En el Santa Rosa de Lima hay desde quien necesita aprender a comer o a controlar los esfínteres hasta, los menos, que pueden dar clase con un libro. Para todos hay un itinerario formativo que se organiza en Educación Infantil (de 3 a 6 años), Formación Básica Obligatoria (de 6/7 a 16/17 años) y los Programas de Formación para la Transición a la Vida Adulta y Laboral (talleres) o la Formación Básica Obligatoria Extraordinaria (de 16/17 a 20/21 años). Pero los profesionales de este centro no se quedan ahí. «A cada niño intentamos buscarle un lugar para que se incorpore al cumplir los 21, unidades de día o talleres...», detalla Araceli Martos. Además, con los programas de adaptación a la vida adulta se les enseñan aspectos tan básicos como prepararse un bocadillo o ir al supermercado. Una preparación enfocada a la normalización y la inclusión en la sociedad. «Cuando enseñamos a los niños a comer, eso es inclusión. Hay niños que no pueden ir a la playa o a un parque. Aquí les enseñamos. Hacemos muchas salidas con ellos», explican.

Una de las actividades preferidas de los alumnos es el día Mus-E, cuando un artista acude al centro y trabaja con un grupo de unos 50 alumnos a través de la música y el teatro. Un innovador programa ideado por el músico Yehudi Menuhin para la inserción social de las personas con más hándicaps a través de las artes.

Y no olvidan a las familias. Al revés, la acción tutorial es esencial. «Los padres aquí se consideran una familia. Se ven uno más y se relajan. Para ellos es muy terapéutico», afirma Araceli Martos, que es la responsable del Aula de Familia. Un instrumento creado para informar, formar y atender las necesidades emocionales de los padres y demás familiares. Así, ofrecen desde charlas como la celebrada en febrero sobre asesoramiento jurídico relacionado con la discapacidad, hasta sesiones terapéuticas.

Este mes de enero, el CPEE Santa Rosa de Lima ha recibido su último premio, un reconocimiento al trabajo a favor de la mejora de la convivencia, al fomento de valores y al impulso de la igualdad. Una labor que seguirán realizando cada día y para la que sólo piden al nuevo Gobierno andaluz que siga apoyando a los centros de educación especial.