El presidente de la Asociación Libres de Alcohol y otras Adiciones de Málaga (Alama), Juan Carlos Moreno, es claro respecto al consumo juvenil de bebidas: «Si tú has bebido el fin de semana anterior y llega el viernes y no consumes, y luego tienes ansiedad, ya hay un problema derivado del alcohol».

El responsable de la asociación señala que el principal problema de los chicos y chicas menores de edad o en los primeros años de la adultez son los problemas derivados de lo que se denomina «el atracón», es decir, cuando no se consume durante la semana y únicamente se bebe los fines de semana en el conocido botellón, muy reducido en los últimos años en la capital de la Costa del Sol por la presión policial y la política municipal (recuerden los fines de semana de la Plaza de la Merced o la Plaza del Teatro, la posterior ubicación en el Paseo de los Curas y su eliminación definitiva). «Los chicos y chicas de 16 y 17 años, cuando tienen problemas, son de atracón; la definición de un alcohólico no se hace por cuánto consumes, que también, sino la ansiedad que te produce no hacerlo», reflexiona. En Alama ven de todo, porque los problemas de los jóvenes que llegan a la asociación se exteriorizan en el abandono o la práctica irregular de los estudios, un deterioro familiar importante, ruptura de las parejas, retirada de carnés por consumo excesivo de alcohol, un accidente o, incluso, embarazos no deseados. «El alcohol sólo puede acabar en el manicomio, el hospital, la cárcel o el cementerio», dice con conocimiento de causa.

El Ayuntamiento les envía a los chicos y chicas que son pillados haciendo botellón a la asociación, y allí reciben charlas sobre los efectos nocivos que tiene esta práctica cuando se hace patológica y se convierte en una adicción. Suele haber un 60 o 70% de hombres y un 30% de mujeres. El efecto de la presión social es de mucho alcance. «El problema es que cuando llega un fin de semana y hay un grupo de ocho jóvenes, si uno no quiere beber el efecto grupo lo absorbe», declara.

«El problema de todas las adicciones, incluido el alcohol, es que te mete en un mundo imaginario y vives situaciones que normalmente no vivirías, porque te desinhibes y, por una falsa valentía, haces cosas que antes no habrías hecho. Eso supone, cuando lo dejas, un vacío continuo, porque no has acumulado formación, ninguna experiencia es válida, son ficticias», recalca, con lo que la persona, además de tratar de dejar su adicción, debe aprender a reconstruirse porque el periodo de abuso del alcohol no se ha formado como ser humano, no ha crecido. «Llevan mucho tiempo sin crear una personalidad, son personas inseguras, llenas de miedo y dicen 'he hecho muchas cosas sin controlarme'; cuando dejan de consumir, se dicen 'yo, ¿quién soy? ¿Hacía lo que sentía?».

Explica que tienen muchas charlas en su asociación sobre el consumo asociado al botellón y, cuando las dan, muchos chicos y chicas se dan por aludidos cuando se les habla de la pérdida del autocontrol y de esos estados de euforia que vienen con las primeras etapas del consumo de alcohol, aunque los que tienen problemas de adicción suelen sentarse detrás, al estar avergonzados, y se acercan a los terapeutas una vez que concluye el evento y allí explican lo que les sucede.

Pero hay riesgos para estas conductas. «Cuando ves a un chiquillo con 14, 15 o 16 años en el botellón, se dan atracones y ¿qué ocurre? Que tienes un coma etílico a los diez minutos, porque no controlan el efecto». Llama la atención sobre que, con un poco de más edad, hay casos con más sustancias (cocaína o marihuana) y critica la excesiva tolerancia institucional que hay con el consumo del alcohol, incluso cuando se habla de una ingesta moderada.