Hotel, sanatorio y sede de la Subdelegación del Gobierno. El edificio de La Caleta es uno de los más emblemáticos de Málaga. Construido con un estilo regionalista bajo el diseño de Fernando Guerrero-Strachan en 1920, es un icono arquitectónico de la zona Este de la ciudad, pero también social. Como hotel en el primer tercio del siglo XX fue uno de los más lujosos de la ciudad, bajo el nombre de Caleta Palace recibió a grandes personalidades en sus visitas a Málaga. Ahora su historia ha sido recuperada por un vídeo realizado por el Centri de Tecnología de la Imagen de la Universidad de Málaga, en el que rescata multitud de imágenes históricas del edificio.

Su cercanía al mar, en una zona de expansión burguesa, rodeado de villas señoriales, la mayoría de las cuales se han perdido, lamentablemente, es exponente de una época de Málaga en que la clase alta se expandió hacia el Este para buscar un ambiente más saludable y pegado al mar, lejos de un núcleo urbano que se había hecho demasiado industrial en la zona Oeste, con las fábricas levantadas en El Perchel y Huelin, donde se extendían amplios barrios obreros.

Su historia cambió con la Guerra Civil. El hotel dejó de existir y pasó a estar abandonado. En 1943, sin embargo, volvió a abrir como sanatorio. Había sido adquirido por el Gobierno franquista por un millón y medio de pesetas y ampliamente remodelado para acoger las instalaciones sanitarias como 10 quirófanos, radiología, odontología, obstetricia y capacidad para acoger 70 pacientes ingresados, que se ampliaron a 140 a finales de la década de los 60.

Su situación junto al mar de nuevo jugó un papel clave en su nuevo destino, al ser pensado como un destino ideal para la recuperación de enfermos, en especial aquejados por problemas respiratorios y para ginecología, contabilizando más de 25.000 partos hasta 1994, año en el que cerró con la apertura del centro de salud del Limonar.

A partir de ese momento se abrió una etapa de degradación para el edificio, que era frecuentemente ocupado por personas sin techo, ya que estaba completamente abandonado. Eso cambió al poco de comenzar el siglo XXI, cuando se decidió destinar el Palacio de la Aduana a Museo Arqueológico y de Bellas Artes. Eso obligó a reformar el edificio para acoger la Subdelegación del Gobierno, que abrió en 2007 después de una cuidada rehabilitación del inmueble y asegurar su pervivencia en buen estado.