Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca desde 1900 y uno de los más activos y destacados intelectuales de aquel momento, vino a Málaga a pronunciar cuatro conferencias en el mes de agosto de 1906. Lo hizo invitado por Alberto Jiménez Fraud, que más tarde se convertiría en el director de la mítica Residencia de Estudiantes. Su presencia en Málaga fue seguida por la prensa local y nacional, y constituyó sin duda un verdadero acontecimiento en la ciudad lánguida de principios del siglo XX, tan bella y cálida como indolente en palabras de Rubén Darío.

El papel de Jiménez Fraud

Desde hace tiempo se conoce la importancia decisiva que tuvo Alberto Jiménez Fraud en la aceptación de Unamuno a venir a conferenciar a Málaga. Lo detalló Elena de Jongh en un breve artículo publicado en la revista Ínsula en el mes de septiembre de 1978 titulado Don Alberto Jiménez y el viaje de Unamuno a Málaga en 1906. Señala la autora que tras hacer el doctorado en Madrid y trabar amistad con Francisco Giner de los Ríos, a su regreso a Málaga se propone Jiménez Fraud «agitar en diversas formas la vida intelectual de la ciudad». En esa tesitura, «de las conversaciones de la ‘peña’ de amigos malagueños: José Moreno Villa, Ricardo y Francisco Orueta y Domingo y Alberto Jiménez, surgieron iniciativas como las ‘prédicas’ de Unamuno, tres conferencias presentadas en agosto de 1906 a la Sociedad de Amigos del País».

La reciente edición del epistolario de Alberto Jiménez Fraud, fruto del maravilloso e impagable trabajo conjunto de la Residencia de Estudiantes y la Fundación Unicaja, permite conocer con mucha más intensidad los pequeños detalles de aquel gran primer éxito de Jiménez Fraud, llamado a ser uno de los protagonistas de la agitación cultural española del primer tercio del siglo XX, un personaje de talla gigantesca al que su propia ciudad natal no ha terminado de rendir un homenaje acorde a su colosal tarea de reforma y renovación de la España oscura de aquellos tiempos.

Casi toda la correspondencia recuperada de 1906 está compuesta por cartas a Unamuno, enviadas desde el número 9 de la céntrica calle de Pedro de Toledo. En la primera de ellas, de 7 de julio, Jiménez Fraud empieza así: «me decido a escribirle esta vez directamente para decirle toda mi alegría al saber que ha aceptado la invitación para venir a mi Málaga». En coincidencia con las fechas de la feria, a finales de agosto, se han organizado en la ciudad varios eventos: el Festival de la Higiene, impulsado por el doctor Bejarano, inspector general de salud en ese momento, y también el Festival de la Enseñanza, que en palabras de Jiménez Fraud «ha quedado reducido a sus más mínimas proporciones, y el acto podría llamarse en realidad Conferencia de Unamuno».

La lectura del epistolario permite saber más detalles sobre los preparativos. En carta a Giner de los Ríos se le trasladan las quejas del señor Bolea y Sintas, doctoral de la catedral, por la invitación hecha a Unamuno. El 14 de julio Jiménez Fraud informa a Unamuno de la invitación recibida por parte del Círculo Mercantil para dar allí otra conferencia. En esa misma carta el malagueño se despacha a gusto con su paisano Pedro Gómez Chaix, conspicuo republicano y director de la Sociedad Económica de Amigos del País: «es hijo del ilustre patricio don Pedro Gómez Gómez, republicano consecuentísimo, presidente de todos los comités y todas las juntas, hombre impulsivo, gran comedor de sotanas, muerto hace poco en el seno de la Santa Iglesia. Su hijo ha heredado la afición a las presidencias y al contrario que su padre es apocadito. Le achacan mucha trastienda y mala intención, a mí me parece un pobre hombre». Las cursivas son del autor.

En la última carta enviada antes de las conferencias, de 21 de julio, Jiménez Fraud ofrece a Unamuno, a petición de éste, una panorámica de la situación de la clase obrera, de la que dice que «están ineducados, pero además les faltan educadores. Nadie se preocupa de ir a ellos, y el partido republicano que hubiera podido servir de puente para la comunicación de las distintas clases, no sirvió, después del relámpago de la asamblea de marzo, más que de campo de lucha a las aspiraciones de unos cuantos cabecillas. Iré visitando los distintos centros obreros para darme cuenta, por mí mismo, de su estado». Estas visitas de Jiménez Fraud dieron como resultado la adición de una inesperada conferencia de Unamuno, de la que no ha quedado transcripción, pero que se produjo en el Centro Socialista el 23 de agosto, como veremos más adelante.¿Por qué Unamuno?

Una cuestión importante es la elección de Unamuno. ¿Por qué él y no, por ejemplo, Azorín, que en abril de 1905 había publicado en El Imparcial su famoso trabajo, La Andalucía trágica, en cinco entregas? También contaban por aquella época intelectuales como Ramiro de Maeztu o incluso Pío Baroja, que se habían movilizado en 1902 contra la encarcelación en Málaga del director de El Noticiero Malagueño por sus denuncias sobre el juego y la corrupción en la ciudad. ¿Por qué Unamuno?

Hay varias fuentes a las que recurrir para intuir la respuesta. Pedro Laín Entralgo escribió en agosto de 1987 un artículo para El País titulado precisamente Unamuno en 1906, en el que explica con detalle la agitación del momento, las sucesivas crisis de gobierno, las huelgas obreras, el hambre en Andalucía, la irrupción del catalanismo y la inquietud en el ejército, para acabar señalando la aparición del concepto de «intelectual» en España y la madurez de Unamuno, encarnación de dicha palabra, que había cumplido justo 42 años.

La respuesta de Unamuno a este maremágnum son tres ensayos: La crisis actual del patriotismo español (diciembre de 1905), La patria y el ejército (febrero de 1906) y Más sobre la crisis del patriotismo español (escrito en febrero y publicado en marzo de 1906). Unamuno teme, y mucho, la intervención de los militares en la política. Unos pocos años más tarde Primo de Rivera demostraría su acierto.

En la voluminosa y prolija biografía de Unamuno escrita por Jon Juaristi para ese gran proyecto de la editorial Taurus que son las biografías de españoles eminentes, se desvela la enorme influencia social de Unamuno en aquellos momentos de incertidumbre. El 25 de febrero de 1906 imparte una multitudinaria conferencia en el Teatro de la Zarzuela a raíz de la Ley de Jurisdicciones, «que trasladaba a los tribunales militares la competencia sobre todos los delitos de ofensas orales o escritas a la unidad de la nación, a la bandera y al honor del ejército». Aquella mañana, «entre doce y quince mil personas, según los periódicos, esperaban acceder al Teatro de la Zarzuela, que sólo tenía aforo para tres mil». La conferencia fue extraordinariamente «anodina», lo que es interpretado por Juaristi como una muestra de responsabilidad de Unamuno, que habría atendido una petición expresa de Segismundo Moret, Presidente del Consejo de Ministros, para que moderase su discurso.

Sea como fuere, lo cierto es que en el verano de 1906 Unamuno era sin duda el mejor invitado posible. Azorín, en opinión de Juan José Payá, periodista del diario Información de Alicante y experto en su vida y obra periodística, se fue inclinando hacia la causa conservadora (pasó de El Imparcial al ABC) y apostó en aquellos años por la política, seducido por Maura: en 1907 obtiene el acta de diputado por Purchena, en Almería. Unamuno era rector y además era una figura independiente, de ideas más cercanas al proyecto de regeneración de la vida pública española.

Su elección para conferenciar en Málaga, por lo tanto, no tuvo nada de casualidad, y así se recoge en el largo y completo estudio introductorio al epistolario de Jiménez Fraud: la visita de Unamuno a Málaga «formaba parte de un plan trazado por Giner y sus colaboradores para que don Miguel llevara a cabo algunos viajes de agitación de las conciencias en la España provinciana, en una suerte de réplica de las misiones católicas por pueblos y pequeñas ciudades, tan frecuentes en aquellos años». Giner le encarga esta primera misión a Jiménez Fraud y envía a Málaga a su sobrino Fernando de los Ríos, en tareas de apoyo pero también de crecimiento y maduración personal.Las conferencias de Unamuno

Miguel de Unamuno llega a Málaga en el tren correo el 20 de agosto de 1906. Así lo recogen medios como El Popular, El País, La Época o el Heraldo de Madrid en sus ediciones del martes 21 de agosto. Se hospeda en el Hotel de Roma, actual edificio Edipsa, que desde 1907 se convertiría en el Hotel Regina. Imparte finalmente cuatro conferencias, de las que se conservan tres, taquigrafiadas por don Manuel Jubes de Elola, profesor taquígrafo de la Universidad de Granada venido a Málaga con ese único fin. Las tres primeras conferencias serían impresas en la tipografía La Ibérica en un folleto en diciembre de 1906: la primera el 21 de agosto en el Teatro Cervantes, en el marco del Festival de la Enseñanza; la segunda el día 22 para la Sociedad de Ciencias; la tercera el día 23 en el Círculo Mercantil. La cuarta se dio en el Centro Socialista, en la noche del 22 de agosto. A esta última los organizadores no pudieron enviar taquígrafos para la transcripción. Durante su última noche en Málaga sería agasajado con una cena en los jardines Hernán Cortés (años más tarde se construiría allí el hotel La Caleta). El 24 de agosto Unamuno marchará para Ronda, despedido por una comitiva inmejorable.

De las conferencias de Unamuno son destacables varias cuestiones: no son leídas, sino declamadas. No hay esquema escrito, sino que parecen improvisadas en torno a ciertos temas que forman parte de las preocupaciones de Unamuno y también de las indicaciones que los organizadores, es decir, el propio Jiménez Fraud, dieron al conferenciante. Sorprende su lenguaje rotundo, su defensa de una coherencia radical. Unamuno es suave y educado en las formas pero feroz en el fondo, arriesgado para la sociedad de la época, provocador. Muy avanzado.

Sorprende y admira la vigencia plena de algunos de sus postulados de hace más de un siglo. Por ejemplo, en el Teatro Cervantes -donde es presentado por el doctor Bejarano e interrumpido varias veces con «grandes y prolongados aplausos»- afirma lo siguiente: «En la Edad Antigua lo verdadero, lo específico, era hacer buenos soldados. [De aquí deriva que] como el fin de la educación era hacer buenos guerreros, el que a la educación de la mujer, que no había de ser guerrera nunca, se la tuviera en el mayor descuido, no educándola hasta que llegó otro tiempo, la época del Cristianismo, en que permaneció también descuidada en su educación. (…). La Iglesia, en rigor, nunca hizo más que educar para el sacerdocio; la Iglesia educaba en las ciencias eclesiásticas (…), y aquí en esta época, vuelve la mujer a encontrarse en una situación también de inferioridad y de abandono; porque si antes no podía ser guerrera, como ahora no había tampoco de ser sacerdotisa, pues para entenderse con la Divinidad necesitaba de un intermediario, y éste era el hombre. Quedaba por tanto la mujer abandonada». Hay que insistir en la transcripción taquigráfica de las intervenciones, que afecta a su sintaxis.

En esta misma conferencia sostiene también lo siguiente: «cimentamos la patria en el odio, en el odio al infiel, y aún hoy mismo al que manifiesta ciertas ideas religiosas cristianas, pero no católicas, se le estima más que como hereje, como anti-español, como vendido al oro inglés. Cimentamos la patria en el odio, y hoy, como no tenemos ya infiel contra quien luchar, hemos dado en luchar los unos contra los otros y lo más del regionalismo no se cimenta sino en odio. Luchas éstas que más que políticas son culturales». El análisis es de agosto de 1906.

En la Sociedad de Ciencias critica los planes de estudios de las Escuelas Normales y dirige su mirada hacia la asignatura de pedagogía, que es «lo específico de la carrera del magisterio, lo que principalmente distingue a las Normales de los Institutos de segunda enseñanza, y a ella se agarran los que quieren mantener las diferencias entre estos dos centros de ilustración y cultura». Continúa Unamuno: «siempre que oigo decir de alguien que sabe una ciencia o disciplina humana cualquiera, pero que no sabe enseñarla, lo pongo en cuarentena, pues tengo observado que el que no sabe enseñar algo es que en realidad no lo sabe bien». Fin de la cita.

En el Círculo Mercantil se refiere a los hombres violentos: «estos espíritus rudimentarios, simples, suelen tener estallidos de violencia deplorable. A falta de personalidad, tienen una recia y espesa individualidad, una costra dura y gruesa, y cuando ésta se les rompe, son de temer. Su sentimiento del amor propio es devastador. Y ese sentimiento de amor propio en los espíritus rudimentarios (…) suele exteriorizarse en el sentimiento de la virilidad en su forma más brutal y más tosca, en su forma sexual. Figúrense que un hombre es tanto más hombre cuanto más sexualmente lo es, y esto les lleva al matonismo, contra el cual nunca habrá palabras bastantes de execración ni forma alguna de defensa social que sea demasiado violenta». Para pensar.

Finalmente, no queda rastro escrito de la conferencia que dio en el Centro Socialista. Lo curioso es que sólo el ABC, de entre todos los periódicos de tirada nacional de la época, recogió este acto, quizás porque en aquellos mismos días estaba dedicando mucho espacio a la huelga obrera de Bilbao, con Azorín como corresponsal. En su edición del viernes 24 de agosto de 1906, en la página 11, se puede leer la crónica: «El Sr. Unamuno ha dado la anunciada conferencia en el Centro socialista, versando su notable disertación sobre las huelgas obreras». El diario malagueño El Popular, en su edición del 23 de agosto, publica lo siguiente: «Pocas veces se habrá visto tan concurrido el Centro de Sociedades Obreras como lo estaba anoche. El anuncio de que iba a dar una conferencia el ilustre Rector de la Universidad salmantina, llevó al local de la calle Molinillo del Aceite grande y variada concurrencia, pues allí vimos señoras de obreros, abogados, músicos, literatos, trabajadores, y lo que es más extraño, bastantes neutros». Según el ABC, «al terminar el Sr. Unamuno su elocuentísimo discurso resonó en el salón una estruendosa salva de aplausos».

Epílogo

La última carta enviada en 1906 por Jiménez Fraud a Unamuno, de 18 de diciembre, da cuenta de que «quedaron terminados los folletos con sus conferencias de Málaga. Se ha hecho una tirada bastante grande de la que le enviaré en cuanto llegue a Málaga, dentro de cuatro o cinco días, 400 ó 500 ejemplares; usted dirá si necesita más para enviárselos en el mismo paquete». En la carta inmediatamente anterior, de 29 de septiembre, comparte con Unamuno sus ideas: «nuestro lema debe de ser: Málaga, ciudad fuerte. Desgraciada o afortunadamente, no tenemos como Córdoba o Granada una tradición artística, intelectual que nos dé rumbos marcados, y quizá todo nuestro secreto esté en saber aprovechar bien nuestra posición mediterránea y nuestro carácter un poco cosmopolita. Quizá, si tenemos tacto, podamos escoger en lo andaluz y en lo extranjero y recoger en un fondo tolerante y nuevo, anhelos e inquietudes castizas del alma andaluza. ¡Qué desearía ver un poco claro en esto!».

Las palabras de Jiménez Fraud muestran a un auténtico visionario, a un hombre adelantado a su tiempo, sabio, inteligente, certero. Unamuno, ya se sabe, moriría el 31 de diciembre de 1936, vencido pero jamás convencido. Jiménez Fraud saldría de España también en 1936: el 23 de abril de 1964 fallecería en Ginebra. Con todos ellos se fue la España mágica, perseguida inclemente por la España trágica, que parece querer volver. Nunca sabremos lo que habría podido pasar si los deseos de Unamuno, de Giner, de Jiménez Fraud y de tantos otros hubieran prosperado. Pero la lectura de sus cartas y el entusiasmo de su obra invitan a la nostalgia y también a la ensoñación.