Una vez más, pongo kilómetros de por medio. Tres semanas estaré lejos de Málaga. Son las 4 de la mañana y aquí estoy en el aeropuerto. Me acabo de despedir de mi familia. En 72 horas, la única compañía que tendré será la de un inuit, con el nombre exótico de Storm Odark, y la de 16 perros groenlandeses. Llevo un mp3 con música Café Quijano, Café QuijanoDaniel Casares y algo del pequeño Adrián, mi paisano de AlgarroboAdrián. También he echado dos libros, por si apareciera el insomnio. Estoy a punto de subirme a un avión que me lleve a Copenhague. Antes he facturado unos 30 kilos de equipaje y me siento más liberado, mientras que permanezco sentado en los bancos grises de una semidesierta terminal, esperando que la megafonía emita la llamada de mi vuelo.

Aquí comienza una nueva aventura y admito que mi estómago es una mezcla de ilusión y nervios. El quinto Desafío Ártico, que es como he acuñado mis expediciones que me llevan cada año a Groenlandia, será el más extremo y largo que he hecho en mi vida. Nunca he pasado tantos días sobre el mar congelado y nunca antes he recorrido una distancia tan abultada como la que me he propuesto ahora.

Si todo sale como está previsto, a mi vuelta a Málaga habré recorrido unos 400 kilómetros sobre un trineo de madera con la única ayuda y fuerza motriz de unos valientes animales. Nadie se atrevería a adentrarse en el Ártico sin la compañía de estos perros groenlandeses. Son mi seguro de vida y billete de vuelta al mismo tiempo y tendremos intereses comunes, como puede ser ahuyentar los osos polares que vengan a merodear por las noches a nuestras tiendas de campaña.

Después de un día en Copenhague, daré el salto a Groenlandia. Concretamente, a Iluisat. Ahí me espera una travesía en barco a través de eternos fiordos de hielo hasta llegar a Qaanaaq, uno de los municipios más septentrionales del mundo. Unos 500 inuits viven en este poblado que será mi lanzadera para llegar a Cape Isabella, que ya pertenece a Canadá. Conozco a Storm Odark de otras expediciones y tengo confianza en él para hacer esta travesía, y también confío plenamente en sus animales.

El hombre le debe mucho al perro y en ningún otro lugar del mundo como en el Ártico se aprecia esta dependencia que se ha fraguado en perfecta simbiosis a lo largo de siglos y siglos. Yo trataré de contarlo en la medida que me es posible en los próximos días, además de compartir en La Opinión de Málaga mis experiencias y las fotografías que voy tomando por mi camino. Para ello me he armado con un móvil Iridium, que es un potente teléfono satelital. Llevo dos cámaras, una cámara de vídeo tradicional y una GoPro. Por ahora os dejo una imagen con el itinerario que me he marcado y una foto de mí con el equipaje que llevo. El reto logístico también está ahí. Espero que mis tiendas de campaña y mis mudas lleguen a Copenhague sin extravíos. La previsión para Iluisat es de 30 grados bajo cero. Me vendrá bien algo de ropa térmica.

*Manuel Calvo es un malagueño de 53 años y uno de los exploradores españoles con más experiencia en el Ártico. Los perros son su segunda gran pasión y en esta quinta edición del Desafío Ártico quiere recorrer más de 400 kilómetros sobre los mares helados, con la única ayuda de estos animales y un trineo como los que utilizan los inuit desde siglos atrás. Compartirá durante las próximas semanas para La Opinión de Málaga sus experiencias y este diario se irá nutriendo de reflexiones e imágenes de uno de los lugares más recónditos del planeta.Manuel Calvo es el responsable institucional de Tiendanimal y de Tiendanimal Educa.