A mi izquierda se encuentra Everest, a mi derecha Ice Peak Expedition. Los nombres de mis sacos de dormir ya dan a entender que aquí dormitan verdaderos profesionales de la aventura. Y en medio estoy yo, otra vez varado en un aeropuerto, a la espera de coger el siguiente avión, con mis 41 kilos de equipaje. Lucho otra vez por auparlos a la cinta transportadora sin dislocarme un hombro ni nada parecido. Ya lo dije en mi primera entrada del diario: un viaje al Ártico es ante todo reto logístico y ahora toca coger otra vez un avión. El aparato que me lleva a Kangerlussuaq es un Airbus al uso y aquí ya me despido de la aviación comercial. Hoy piso por primera vez Groenlandia y la distancia que me separa de Ilulissat la recorro en un bimotor. Esta aventura no admite concesiones ni en su prólogo.

Esta mañana me he levantado a las cuatro de la mañana, he tomado un café, un desayuno rápido y me he puesto en marcha. Todo es un poco estrés, pero camino al aeropuerto también he tenido tiempo para repasar mentalmente mi día de trámite en Copenhague. Me gusta mucho esta ciudad. Porque sí y por lo diferente que es si la comparamos con Málaga. Los contrastes siempre enriquecen y los cinco grados con los que me recibió la capital de Dinamarca me vinieron bien para aclimatarme a lo que viene. No hemos venido a hacer turismo, pero tuve que decretarme un paseo por los canales de Copenhague. Os dejo una imagen de las que he tomado y espero que os guste tanto como a mí.

Subido en el avión a Kangerlussuaq me doy cuenta de que el raro ya soy yo. Porque Manuel Calvo, con domicilio en Málaga, supera de lejos la estatura media de las personas que hay a mi alrededor y tampoco tiene aspecto de asiático. Los ojos rasgados son sinónimo de inuit, los pobladores originales de Groenlandia, y la educación que me brindan es marca de la casa. Pienso que esto también lo contará a mi vuelta a los alumnos de los institutos que participan en el programa de Tiendanimal Educa, con el que tratamos de acercar la cultura del perro a nuestros más jóvenes. Admito que soy de dormir fácil en los aviones y ahora se agradece. Apenas me da tiempo a escuchar el rugido de las turbinas acelerar y ya se me cierran los párpados.

Cuando vuelvo a poner pie en tierra firme la cosa se pone seria. Esto iba de frío y los 18 grados bajo cero me reciben como un misil que golpea mi cara. Me abrocho mi chaqueta fluorescente hasta arriba y me invade por primera vez una sensación que me irá a acompañar en los próximos días: el sabor a eterna soledad.

Kangerlussuaq significa traducido al español "fiordo largo" y en realidad Kangerlussuaq es su pista de aterrizaje y un puñado de casas de chapa y hojalata. Parece que alguien los hubiera arrojado a su libre albedrío en mitad de este paisaje de hielo. Aquí hay wifi y quizá no lo pille más en mucho tiempo. Aprovecho antes de subirme a un avión biplaza que me llevará a Ilulissat, donde comienza la verdadera expedición. Me invade la emoción.

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*Manuel Calvo es un malagueño de 52 años y uno de los exploradores españoles con más experiencia en el Ártico. Los perros son su segunda gran pasión y en esta quinta edición del Desafío Ártico quiere recorrer más de 400 kilómetros sobre los mares helados, con la única ayuda de estos animales y un trineo como los que utilizan los inuit desde siglos atrás. Compartirá durante las próximas semanas para La Opinión de Málaga sus experiencias y este diario se irá nutriendo de reflexiones e imágenes de uno de los lugares más recónditos del planeta. Manuel Calvo es el responsable institucional de Tiendanimal y de Tiendanimal Educa.