Su abuela paterna era de Fuente Vaqueros y pariente de Federico García Lorca. Pero la vocación literaria no se despertó en Carlos Ignacio Pareja, madrileño de 61 años, por este parentesco, sino por los achaques de la macroeconomía en la que considera la «década infernal», la que va de 2008 a 2018.

«Cuando llega la crisis era directivo de banca y me quedé desvinculado de esta actividad», cuenta. A su juicio, el mundo no se topó con una crisis sino «con un desplome de un sistema de vida». Y eso que vivió la crisis anterior, la de 1992 y se convirtió en un auténtico «bombero»: «Allí donde había fuego me mandaban y allí estaba meses, un año o año y medio», comenta. Fruto de esa labor de apagafuegos financiero por media España fueron 14 mudanzas.

Pero el «desplome» de 2008 cortó de raíz su trabajo y se reinventó, hasta la fecha: «Durante estos años he sobrevivido a base de mis mejores clientes de toda la vida, que me llamaban y les asesoraba financieramente», explica.

Y en los tiempos muertos, este vecino de Málaga desde 1996 comenzó a escribir. «Se constituyó en un hobby, me desahogaba, sacaba la rabia».

Así apareció una primera novela, Aquel amable desconocido, y hacia 2011, decidió hablar «de esas dos, tres, cuatro generaciones de personas que se han quedado descolgadas» para retratar lo que considera la muerte de la clase media por la crisis.

El resultado es Ruedas de oro, una novela narrada por un exjesuita en excedencia, consultor director de un gran despacho de Recursos Humanos en el madrileño Paseo de la Castellana.

Carlos Ignacio Pareja admite que hay vivencias personales en estas Ruedas de oro, un título que, destaca, es una metáfora relacionada con la trama.

La novela, explica, narra la vida de esas personas «que estaban en la cresta de la ola y que les ha tocado pasar al otro lado». Y aprovecha para señalar en ella, no a los culpables pero sí a los que considera «responsables por omisión». En primer lugar, a «las empresas y empresarios» que pusieron a sus trabajadores «a sobrevivir en el límite» con importantes rebajas de sueldo, en lugar de reducir puestos de trabajo «pero ganando todos lo que tenían que ganar».

En segundo lugar, «los políticos que se llenaron la boca de compromiso social de todo el arco parlamentario» y que en realidad «facilitaron la labor y quitaron derechos».

En tercer lugar, la Iglesia. Carlos Ignacio Pareja, que se considera creyente, cree que las autoridades eclesiásticas no se pusieron firmes ante los recortes. «No le dijeron al Gobierno de turno: no lo toleramos».

Volver a buscar la utopía

Ruedas de oro, que se presenta esta tarde a las 19 horas en la biblioteca Miguel de Cervantes de Bailén-Miraflores (calle Juan Fernández Suria, 2), quiere también invitar a una reflexión: «Hay que buscar de nuevo la utopía, una perspectiva que hemos perdido hace once años ya. No digo que la encontremos hoy, porque no la hemos encontrado en 30 siglos, pero el objetivo debe ser siempre la utopía, que todos estemos viviendo bien, cada uno desempeñando un trabajo según su capacidad y características. Eso es algo que hemos olvidado».