Disfruta con su trabajo y se le nota cuando habla. Desde hace una década, el malagueño Pablo Pineda ha convertido la inclusión social y laboral de las personas con discapacidad en un proyecto personal y profesional. Aunque cree que la sociedad aún debe avanzar mucho para que la inclusión sea una realidad, admite que hay avances. Es un optimista por naturaleza pero no rechaza la crítica ni la autocrítica. A quienes se enfrentan por primera vez al mundo laboral les aconseja, sobre todo, que no tengan miedo, que confíen en sí mismos.

Su guía se titula «Muy válidos para el empleo». ¿Acabar con los prejuicios es el primer paso para que las personas con discapacidad encuentren trabajo?

Eso es lo primerísimo. ¿Por qué? Porque con prejuicios lo que se hace es todo lo contrario, etiquetas y ya discriminas, con lo cual le impides su acceso al mercado laboral y en cualquier aspecto. Los prejuicios hay que desterrarlos. Saber lo que tenemos, reconocer lo que no tenemos y hacer por corregirlo.

La guía va dirigida, principalmente, a personas con discapacidad pero sería fundamental que la leyeran también los empresarios, ¿no?

Es una guía para todos, no sólo para las personas con discapacidad, también por ejemplo para gente mayor que quiere trabajar y no sabe cómo hacerlo, gente más tímida€ Hay tanta diversidad que esta guía es para mucha gente, incluso también la tienen que leer los empresarios para saber qué tienen que hacer.

¿Y qué les diría a los empresarios?

Les digo que se tiren a la piscina, que se arriesguen, que en el riesgo está el aliciente, que se arriesguen a ver qué hay dentro de la piscina y que se lancen a por ello. Creo que eso es lo fundamental, que la empresa tiene que arriesgar y decir «vamos a intentarlo». La empresa no puede ser conservadora, tiene que ser innovadora. Aunque las cosas están cambiando. Si ves mi agenda de charlas en la Fundación Adecco, hay cada vez más empresas que quieren que yo dé una charla. Eso demuestra un interés y cuando hay interés por cambiar es que está habiendo un cambio. Yo creo que por ahí hay que empezar: tener interés para luego cambiar. Qué mejor que un testimonio en primera persona para conocer cómo somos, qué es lo que nos preocupa, qué necesidades tenemos, y a partir de ahí darnos la oportunidad de trabajar.

¿Cuáles son las dificultades de una persona con discapacidad a la hora de acceder al mercado laboral?

Antes hemos hablado de los prejuicios pero también tenemos que hablar de la sobreprotección familiar. A veces los padres se equivocan cuando piensan que lo mejor es que su hijo esté en casa, que no haga nada para que no sufra. Error. Qué tremendo error. Eso no es bueno para el hijo. Al contrario. Es perjudicial. Los padres deben darse cuenta de que es una persona, es su hijo, no un discapacitado y luego que quieran lo que quiere cualquier padre para su hijo: lo mejor. ¿Que hay que sufrir? Pues sí. En la vida hay que sufrir. No hay que esconderlos al sufrimiento. Pero, ¿qué prefieres: que no viva sin sufrir o que viva sufriendo?

Usted tiene dos carreras universitarias, ¿tuvo alguna dificultad en la búsqueda de trabajo?

En ese sentido me siento una persona muy afortunada. Porque fue el Ayuntamiento de nuestra ciudad el que me llamó a mi casa y eso no es fácil y ahí demostraron una audacia impresionante. Estuve trabajando en el Proyecto Jábega y en el Proyecto Redes, que fueron muy interesantes. Ahí empecé con el tema con el que estoy ahora, con la inserción laboral.

En el discurso que pronunció en un acto de la ONU en 2015 aconsejaba a la sociedad ponerse en el lugar del otro. ¿Hay poca empatía laboral?

Hay poca. Tenía que haber más. Se está mucho con los números y poco con las personas que hay detrás de los números. Pero hay personas de carne y hueso. Uno tiene que ser un poco comprensivo en ese aspecto. Hay que ver cómo es esa persona, querer conocerla. Tenemos que desterrar esa numerología tan profusa e ir a las personas.

Usted dice ser muy positivo, pero ha comentado que tiene la sensación de que vive en un mundo al que las personas con discapacidad le resultan incómodas.

Es que es verdad. Las personas con discapacidad también tenemos que cuestionar a la sociedad y eso ya es incómodo. No podemos quedarnos de brazos cruzados sin decir lo que pensamos. En la crítica y en el cuestionamiento está el cambio. Yo soy positivo pero crítico. Y también soy crítico conmigo mismo. Veo cuáles son mis defectos y los corrijo e intento avanzar.

El cine también puede ayudar en la inclusión social. ¿Qué le parece el éxito ahora de la película «Campeones» o el que usted protagonizó con «Yo también»?

En el mundo del cine cada vez están tomando más auge estos temas. Películas como El truco del manco, de El Langui, o mi película, Yo también, creo que fueron dos puntos álgidos que ampliaron la conciencia sobre la discapacidad. Y Campeones ha continuado y ha dado también una mayor visibilidad ahora. Porque cuando se hizo mi película, los jóvenes de ahora no existían. Es bueno que los jóvenes se den cuenta de que estamos ahí.

¿Qué opina del debate sobre el posible cierre de los colegios de educación especial?

Con este tema tengo un dilema. Yo creo que los colegios de educación especial sirven como medio. No hay que cerrarlos de forma radical. Tienen su función, su porqué. Pero también es verdad que deben ser un medio, no un fin en sí mismos. Más que cerrar deberían reciclarse, renovarse, darse cuenta de que deben ser un medio para la posterior inserción social y laboral. Y debe haber consenso político.

¿Cree que los políticos se implican lo suficiente con el colectivo de personas con discapacidad?

Hay una implicación política pero muy aparente, muy de palabra, muy de gesto, pero no una voluntad real y profunda de cambio. La clase política debe abordar en profundidad este tema y dejarse de tanta palabrería y tanto eslogan. Deben comprometerse. No decirlo, hacerlo con todo lo que conlleva. Yo les pediría más realidades.

Usted destaca la importancia del lenguaje para lograr la inclusión. ¿Cometemos los medios muchos errores en ese sentido?

El lenguaje es muy importante para la inclusión social. Todos tenemos que hacer autocrítica y ver en qué nos equivocamos. El lenguaje debe ser inclusivo pero con naturalidad, no forzándolo. Deberíamos eliminar el término discapacidad, porque nosotros no tenemos menos capacidad que nadie. Tenemos la misma o en algunos aspectos mayores capacidades. Luego también habría que eliminar 'minusválido', aunque ésta ya cada vez se usa menos. Otro término es diversidad funcional pero queda un poco frío, la gente no lo entiende. Creo que hay que decir personas y ya está. A la hora de definir siempre usamos adjetivos pero somos sustantivos.

¿Qué consejos le daría a una persona con discapacidad que quiere buscar trabajo?

Le diría que no tenga miedo, que tenga la confianza suficiente para poder mostrar lo que vale. La confianza en uno mismo es clave a la hora de acceder al mercado laboral. Decir soy capaz y voy a enfrentarme a ello con todas las consecuencias. El que te está entrevistando necesita ver esa confianza para confiar en ti. Aunque tampoco hay que ir de sobrado, hay que ser humilde. Son aspectos que aparecen en la guía y sirven a cualquiera.