Miro a mi reloj y el GPS integrado marca 77 grados y latitud de 47. Traducido al cristiano significa que estoy en el punto más al norte en el que queda algo de civilización. He vuelto a Qaanaaq, después de estar más cuatro días recorriendo con un trineo la capa helada del Ártico. Es la primera vez que vuelvo a tener conexión porque durante los últimos días no me servía ni el teléfono satelital. Ahora que me veo más cerca de volver a Málaga, echo la mirada atrás y lo hago con la constancia de haber acumulado una nueva experiencia inolvidable, que se distribuye en más de 450 kilómetros recorridos. Muchos de ellos, durante unas condiciones meteorológicas muy hostiles. Así es Gronelandia. Puedes pasar de tener un día espectacular, con el cielo raso, a verte envuelto en una tormenta de nieva en un abrir y cerrar de ojos. Ver como auténticas piedras de hielo bailan en el aire.

Durante estos días he estado sentado en la parte trasera del trineo. El viento me ha pegado en la cara. Helado. Con una máscara me he tenido que tapar ante el riesgo de congelación. Aun así, ahora mismo no siento mi pulgar. Pero los paisajes que he visto lo compensan todo. He pasado por la costa de Hayes, donde los iceberg están a la orden del día. Me he alimentado en refugios que han establecido los inuit en puntos concretos para garantizar la supervivencia. He visto a mis perros descansar de la caminata para moverse a las pocas horas de manera nerviosa, con ganas de echar a correr otra vez.

En mi viaje me he encontrado con osos polares. Belleza y amenaza por igual. Os dejo una foto de una huella de este imperial animal. Aquí también entran en juego los perros. Son nuestra guardia porque nos avisan de la presencia del oso polar y ayudan a espantarlo. Ahora que veía mi vuelta a Málaga más cerca, un temporal de nieve me vuelve a permanecer aquí. Solo el viaje al norte de Groenlandia y el retorno es una aventura en sí. Intentar pillar conexión es como una lotería. Si cae cara, tratará de mandar más imágenes y relatos de lo que han sido estos días. Inolvidables, como mínimo.

________________________________________________________________________________________________________________________

*Manuel Calvo es un malagueño de 52 años y uno de los exploradores españoles con más experiencia en el Ártico. Los perros son su segunda gran pasión y en esta quinta edición del Desafío Ártico quiere recorrer más de 400 kilómetros sobre los mares helados, con la única ayuda de estos animales y un trineo como los que utilizan los inuit desde siglos atrás. Compartirá durante las próximas semanas para La Opinión de Málaga sus experiencias y este diario se irá nutriendo de reflexiones e imágenes de uno de los lugares más recónditos del planeta. Manuel Calvo es el responsable institucional de Tiendanimal y de Tiendanimal Educa.