El viajero, escritor y reverendo británico Joseph Towsend, de visita a Málaga, fue a la Catedral a escuchar misa y por casualidad se sentó al lado de un joven genovés. Tras charlar con él, este le invitó a la casa familiar, por entonces, cerca del Palacio del Obispo.

Allí conoció al padre del joven, llamado Félix Solesio, quien al día siguiente le invitó a conocer su finca del Arroyo de la Miel.

Esta escena real, testimonio de la cordialidad del genovés Félix Solesio y de sus negocios, es una de las que aparecen en El maestro de los naipes, (Ediciones del Genal, 15 euros) del escritor y abogado Salvador Domínguez Ruiz, quien también fue teniente alcalde y alcalde accidental de Rincón de la Victoria, donde vive.

El autor ya había investigado en la historia de su entorno en dos anteriores novelas, Marengo, que aborda los sucesos de Benagalbón de 1914 y El helvético soñador, que rescata la aventura del suizo del XIX Antonio de la Nari, quien durante 30 años excavó en la Cueva del Tesoro en busca de supuestas riquezas ocultas.

Ahora, en El maestro de los naipes, cuenta la vida del director de la Real Fábrica de Naipes de Macharaviaya, un proyecto del ministro de Indias José de Gálvez que logró que su pueblo natal tuviera el monopolio de las cartas en la América española.

La novela se presenta esta tarde a partir de las 19 horas en el Ayuntamiento de Macharaviaya, en un acto que además del Consistorio organizan la Asociación de Granaderos y Damas de Gálvez y el Círculo Cultural Bezmiliana.

La obra está dedicada al malagueño Manuel Pérez Villanúa, uno de los mayores coleccionistas y expertos sobre los Gálvez. Además, la portada, uno de cuyos motivos es un naipe hecho en Macharaviaya, es obra del pintor y académico de San Telmo Rodrigo Vivar.

«He buscado otra historia del entorno: me llamaba mucho la atención esa fábrica de naipes que se crea allí, y a la que se le da el monopolio de la venta a América», cuenta el escritor, que explica que Félix Solesio, que trabajaba en Madrid, se trasladó con su mujer y sus cuatro hijos a Macharaviaya para poner en marcha esta aventura. Como curiosidad, en el pueblo de los Gálvez le nacerían dos hijos más.

«Al principio alquila dos molinos, dos batanes en Torremolinos y posteriormente compra la finca de Arroyo de la Miel, donde se crea la industria papelera, la materia prima -que se hacía con trapos viejos- necesaria para las cartas», explica.

Con el tiempo, don Félix trasladó su casa y almacén de la capital al conocido como palacio de Solesio de calle Granada. Por cierto, recuerda Salvador Domínguez que el genovés «murió en Málaga y está enterrado en la iglesia de Santiago».

El escritor destaca que la novela es algo más que una biografía novelada, «porque también hay creación y personas que no existieron».

Una particularidad del libro es que los capítulos tienen nombres de cartas de la baraja española, relacionados con la trama y por otro lado se recuerdan juegos de cartas del siglo XVIII, como el revesino, en el que gana «quien consiga menos puntos».

Con ustedes, Félix Solesio, el auténtico rey de la baraja.