El largo exilio mexicano borró la huella de Eduardo Frápoli Ruiz de la Herrán (Málaga, 1896-México D.F., 1982).

Gracias a los investigadores Jesús Moreno Guerrero y Antonio Lara Villodres, su figura será mucho más conocida en su ciudad natal. El pasado 29 de marzo, en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento se presento el libro Eduardo Frápolli. Semblanza de un político malagueño, que tiene detrás seis años de trabajo y cuya edición ha corrido a cargo de Fernando Ramos, quien por primera vez habló de este personaje a los dos escritores.

«En la búsqueda de información contacté con Elisa María Frápolli, sobrina nieta del político, que me puso en contacto con la hija, Victoria Frápolli, que vive en México desde el año 42 y tiene 80 años», cuenta Antonio Lara.

La información recuperada tras muchas horas de consulta de periódicos antiguos -cuenta Jesús Moreno- y las fuentes familiares han permitido trazar un retrato bastante completo de Eduardo Frápolli. Además, era un hombre muy meticuloso que conservaba todos sus papeles, lo que ha hecho posible que el libro incluya un buen número de fotos y documentos personales.

Nieto del diplomático suizo y escultor José Frápolli, especializado en esculturas funerarias y lápidas, su familia se asentó en Sevilla y Málaga a mediados del XIX.

Eduardo Frápolli Ruiz de la Herrán nació el 12 de agosto de 1896 en la actual Alameda de Colón y se formó en la antigua Escuela de Comercio de calle Beatas, donde hizo los estudios primarios, superiores y los de contador mercantil.

Hijastro del cónsul honorario de Portugal, a la muerte de este asumió el cargo. Estaba además muy dotado para los idiomas: como recuerda Antonio Lara, «estudió inglés, francés y árabe y hablaba un poco de italiano».

Llama la atención que en los años 20, los de la Guerra de Melilla en su fase más cruenta, presidiera el Centro Hispano Marroquí de Málaga.

En 1923 fue nombrado catedrático de Geografía de la Escuela de Altos Estudios Mercantiles. Cuatro años más tarde ingresa en el Rotary Club, una organización benéfica, luego prohibida por el franquismo, de la que formaba parte la clase dirigente de Málaga. También fue delegado de la Cruz Roja.

Con la llegada de la II República sale elegido concejal por Alianza Republicana (era seguidor de Alejandro Lerroux) y se hace cargo de los Parques y Jardines, la banda de música y los bomberos. En este desempeño municipal el libro recuerda que Eduardo Frápolli se encargó de traer numerosas plantas tropicales al Parque y adecentó la plaza de la Merced.

En 1933 sale elegido diputado al Congreso y un año más tarde ingresa en la nueva Unión Republicana de Diego Martínez Barrio, escindida del partido de Lerroux, y continúa como diputado. En el Congreso será el tercer secretario.

Como destaca esta obra de investigación, el diputado malagueño trabajó para que su ciudad natal tuviera una estación oceanográfica en el Puerto y para lograr la concesión de la marca geográfica de los vinos de Málaga, algo por lo que sus paisanos le agasajaron con un banquete.

Tras la sublevación militar del 36 y el estallido de la Guerra Civil mostrará su talante de republicano moderado al ayudar al cónsul mexicano, Porfirio Smerdou, a esconder a malagueños de derechas en Villa Maya.

Antonio Lara destaca que, ya en la quema de las iglesias, en mayo del 31, «salió a la calle a defender lo poco que se podía defender». Por estas actuaciones fue tildado de traidor por los sectores más radicales.

En enero del 37, un bombardeo de la aviación nacionalista lo hiere de gravedad y aunque es tratado en la Cruz Roja, debe huir ante la caída inminente de Málaga, junto con su madre, María Victoria Ruiz de la Herrán y su prometida, Carmen Domínguez Sell. Consiguen llegar a Valencia después de que se le volvieran a abrir las heridas causadas por la metralla. No obstante, pudo participar en la sesión de las Cortes.

A partir de ahí, su madre fallece en Valencia y él y su prometida pasan a Barcelona, donde se casan en abril de 1938. Dos meses antes, ha podido participar en la última sesión de las Cortes republicanas celebrada en España y a la que sólo pueden asistir 62 diputados. Frápolli volverá a actuar de tercer secretario.

El final inminente de la guerra le obliga a pasar a Francia con su mujer, donde por su condición de refugiado político y diputado recibe una pensión.

El triunfo de Franco conlleva su búsqueda y captura así como la inhabilitación de su cargo de catedrático, «pese a que nunca tuvo sus manos manchadas de sangre», dice Antonio Lara. Mientras, a finales de 1939 nace su hija Victoria (su padrino será el exalcalde Emilio Baeza).

Nazis y exilio en México

Con la invasión nazi, el malagueño pasa a la Francia no ocupada por los alemanes y se establece en un hotel de Marsella, a la espera de poder marchar a México.

El visado para la familia llega por fin y el 16 de octubre de 1942, tras cruzar el Atlántico en el vapor Nyassa, arriban al puerto mexicano de Veracruz.

De allí son trasladados a la Ciudad de México, donde se alojan en un edificio en el que también se encuentra su paisano, el poeta Manuel Altolaguirre.

«En Francia lo pasó mal porque era un catedrático sin trabajo en un país extraño y no fueron muy bien recibidos», comenta Antonio Lara. Un sueldo de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) le ayudó a tirar adelante en esos primeros momentos. Por cierto que el 10 de enero de 1945 participa en la primera reunión de las Cortes en el exilio.

Además, un antiguo amigo de la niñez, Rafael Jiménez Siles, propiciará que pueda entrar a trabajar en la editorial Ediapsa, centrada en publicar textos de autores españoles, libros pedagógicos y textos escolares. Por otro lado, con su amigo Rafael participa en la apertura de la cadena de librerías Cristal.

En 1976, recién muerto Franco, regresó a su ciudad natal. Falleció en México en 1982, a los 85 años.

Los autores confían en que este libro saque del olvido a Eduardo Frápolli y en que Málaga le dedique algún día una calle, algo que el Ayuntamiento ya ha visto con buenos ojos.