­¿Votar otra vez? ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Manual de Resistencia es el título de la obra que presentó Pedro Sánchez, todavía presidente del Gobierno, allá por el mes de febrero. El libro que luce en los escaparates de muchas de las librerías de Málaga no ha logrado irrumpir en la lista de los más vendidos. Algunos se atreverían incluso a sentenciar que debería computar directamente en el apartado de obras de ficción. Como fuera, está claro que estamos ante la biografía de un hombre que acostumbra a dejar por mentirosos a los que vaticinan y hacen pronósticos contra él. Un hombre que ha sabido imponerse a los contextos más adversos, hasta el punto de desafiar a su propia muerte política.

Quien ahora duerme en La Moncloa, muchos lo recuerdan en Málaga, daba mítines de pueblo como el que protagonizó un caluroso sábado por la mañana en Cártama. Parecía una ironía del destino que Sánchez se estrellara, precisamente, contra el proyecto más importante que tenía que sacar adelante en los años que nutren su carrera política: los Presupuestos Generales del Estado. No logró los apoyos suficientes y entre negativas de los partidos independentistas, la legislatura se fue por el sumidero. Sánchez hizo lo único que podía hacer. Seguir gobernando con los prepuestos del PP hubiera sido algo temerario para su credibilidad. Acabó por convocar unas elecciones anticipadas.

Y en esa fase caliente previa a la entrega del voto, al igual que el resto del país, entró en la provincia de Málaga. Apenas diez meses después de la caída de Mariano Rajoy, los ciudadanos están convocados de nuevo a las urnas para decidir la configuración del Gobierno central el próximo 28 de abril. Desde las 00.00 horas, el país está oficialmente en campaña electoral. Una de las más inciertas que se recuerdan porque nunca antes el 40% del electorado (según el último CIS), se ha declarado no insumiso, pero sí indeciso. El «no sabe no contesta» pone en duda cualquier apuesta y convierte la cita con las urnas en una gran cita con la incertidumbre. A ello hay que sumar la entrada de un nuevo actor político que representa Vox. En sintonía con los mensajes y maneras de actuar de los partidos de extrema derecha emergentes en el resto de países europeos, el partido que lidera Santiago Abascal amenaza con poner patas arriba el tablero, alimentándose como una mantis del electorado más conservador del PP y haciendo herida, también, en Ciudadanos. Hasta el punto, de que tanto Pablo Casado como Albert Rivera hayan optado en los últimos meses por escorarse a su derecha para tapar la posible fuga.

Porque si hay algo cierto en estas elecciones generales que desprenden tantas dudas, es la vuelta a los ejes tradicionales de la izquierda y la derecha. El 28 de abril también dirá si España se sacude por un hombro o por el otro, con consecuencias directas sobre cómo se quieren afrontar los asuntos principales y las problemáticas que azotan al país en los próximos años. Modelo territorial, encaje de Cataluña, pensiones, política medioambiental, el papel de España en Europa, empleo y calidad salarial, modelos productivos, etc.

A priori, la fragmentación del voto será otra de las características que marcarán este 28 de abril. España, abonada a la inestabilidad política desde la última mayoría absoluta cosechada por el PP, que dio lugar a la primera legislatura de Rajoy, vislumbra de nuevo una configuración de Gobierno que será de todo menos sencilla, pero que permite otear dos grandes bloques, una vez que Ciudadanos haya descartado de antemano cualquier posible acuerdo postelectoral con el PSOE. El que conforma el propio PSOE junto a Podemos, frente al que representan el PP, Cs y Vox, emulando la fórmula andaluza. La misma que permitió a Juanma Moreno gobernar en Andalucía con los peores resultados de su historia. Esta aritmética es la misma a la que se agarra ahora Casado para evitar su propio entierro. Las cuentas que se hacen de antemano son de bifurcación. Si la suma de escaños de PP, Cs y Vox da para los 176 que marca la mayoría, gobernaría Casado. Si no llegan a esa cifra, insulina para Sánchez que podría agrandar su leyenda de inmortal.

¿Qué se encontrará el malagueño en las próximas dos semanas? Aunque las direcciones provinciales y los cabeza de lista se patearán las provincia con alevosía no cabe esperar cierta originalidad en la fase propositiva: construcción de hospitales, mejoras en las carreteras, más inversión en educación y menos carga impositiva. Las elecciones generales, sin embargo, priman más que otras los debates de índole nacional. Casado, Rivera y Abascal tratarán de poner el foco en Cataluña. En el fracaso de Sánchez de aminorar las reclamaciones de los independentistas, se demuestra de forma ejemplar en cuan funesta dinámica se encuentra el asunto. El conflicto en Cataluña no es solo un conflicto de extremos. La gasolina la recibe también de las guerras en las cúpulas de los partidos independentistas, donde se estila el suicido antes que ser tildado de traidor o blandito. El PSOE tratará de insistir en que es el único partido con capacidad para quitar gaseosa, aunque rechaza con todas un posible referéndum de autodeterminación, por el que sí aboga Pablo Iglesias, y que le convierte en el único de los candidatos que contempla esa vía.

En esa competición en la que han entrado los partidos de la derecho por ver quién lanza la consigna más vigorosa, PP y Ciudadanos se han acercado a Vox. En algunos casos, hasta sobrepujado a la formación de extrema derecha como han demostrado los populares en materia de aborto. Quien se achanta primero, pierde. Que Abascal se postula como enemigo del aborto. Casado vuelve hasta 1985. Que se intuye un diálogo entre Madrid y Barcelona. Razón más que suficiente para invocar el artículo 155 perpetuo.

Sánchez, en cambio, está abocado a una movilización masiva. Aprovechará cada oportunidad para advertir de la «alianza de las tres derechas» y dosificará sus apariciones. Participará en un único debate electoral a cinco, organizado por Atresmedia, donde tratará de encajar a Casado, Rivera y Abascal en un mismo saco. De lo que no podrá presumir esta convocatoria, más allá de su amplio mapa de incertidumbres, es de dar voz a las mujeres. Ni una candidata a la Presidencia. Anoche fue la tradicional pegada de carteles, en su formato cada vez más reducido. Por delante, dos semanas llenas de vítores, eslóganes, guerra de whatsapp y un poco de debate. La forma de entender España está en juego.