Es una intencionada relación de amor la que se ha creado entre Ciudadanos y la provincia de Málaga. El proyecto que ahora apunta a largo recorrido obtuvo importantes apoyos primerizos en esta provincia, una vez que se optó por ampliar el radar y ensanchar desde Cataluña a todo el territorio nacional. No hay ningún dirigente de la formación naranja que no haga hincapié en ello. «Málaga es como Ciudadanos, hacen una simbiosis perfecta», llegó a afirmar el diputado Guillermo Díaz en su puesta de largo como telonero mitinero en este tipo de actos de monoteísmo electoral. Lo suyo, este viernes, fue la ceremonia nupcial definitiva con su partido. No sorprendió, a estas alturas, que Albert Rivera iniciara su tercer intento de entrar en La Moncloa desde unas tierras en las que él se siente como jugando en casa. No faltó una mención especial para Cútar, que ya es marca de la casa.

Porque el vía crucis electoral que expira en dos semanas comenzó para el candidato naranja en los Baños del Carmen. Lo que antaño era Suresnes para el PSOE, lo está siendo este enclave con mar de fondo para los de naranja. Aquí se convocan ruedas de prensa con asiduidad y ahora también se montan actos electorales como el que se celebró ayer, congregando a unos 800 simpatizantes y afiliados, llegados desde todos los rincones de la provincia y del resto de Andalucía. Entre ellos, dirigentes como el vicepresidente la Junta de Andalucía, Juan Marín, o el consejero de Educación, Javier Imbroda. Muchos candidatos a alcaldes respaldados ya para el alivio del personal. Hubo así capacidad de ofrecer un cuadro completísimo sin fisuras.

Después de ensalzar la labor de los consejeros de Ciudadanos en Andalucía, Rivera señaló que se marca el camino andaluz como ejemplo para llegar a La Moncloa. «Vamos a echar con votos naranjas a los socialistas como ya hicimos en Andalucía», aseguró frente a un auditorio que poco a poco se dejó contagiar por el ambiente festivo que emanaba desde el propio escenario, así como de algunos tonos flamencos que procedían de una despedida de soltera situada en el fondo opuesto. La terraza de los Baños del Carmen no interrumpió en ningún momento su funcionamiento. Estrictamente hablando, no es verdad que el de Málaga fuera el primer acto electoral de Rivera. Ya tuvo uno en la noche del jueves al viernes en Pedraza, pueblo pequeñísimo en mitad de esa España que se desangra por la falta de población. Ciudadanos echa el ancla bien entre el electorado urbanita, pero Rivera no quiere focos únicos y tiene que hacer la campaña perfecta para remontar el vuelo de unas encuestas que le sitúan en una posición determinante para influir en la configuración del futuro Gobierno de España, pero lejos de poder encabezarlo. Igualdad entre españoles. Ese fue otro de los grandes conceptos en los que abundó Rivera y que será, a todas luces, el gran hilo conductor de su campaña. Igualdad entre los que son de Andalucía o los que son de Cataluña. Igualdad entre las familias tradicionales y los que aman a una persona del mismo sexo. Y así una larga ristra más de ejemplos. «No se puede creer en la igualdad de hombres y mujeres y no creer en la igualdad de todos los españoles», sentenció.

Dispersión de golpes

Rivera es consciente de que no le bastará con arrearle al PSOE y a Pedro Sánchez, que también lo hizo, acusándole de «pasteleo» con los partidos independentistas y vaticinando indultos para los políticos nacionalistas procesados. Sánchez no salió nada bien parado, pero esto no ya no marca ninguna distinción con sus adversarios. Necesita rotación en la dispersión de golpes y aquí el ejercicio de equilibrio que tiene que realizar es de alta dificultad. La lucha por los votos del espectro de la derecha con el PP y Vox ha alcanzado velocidad de crucero y Rivera tiene que diferenciarse porque en la asimilación con Casado y Abascal que tanto desea Sánchez está la muerte política para él y en el centro del tablero está el oxígeno de los indecisos para crecer. Ahí iba dirigida la parte de su intervención, que se desarrolló, en general, intercalando mensajes duros contra Sánchez y combinando partes de la misma como si la moderación absoluta hubiera caído de repente en sus manos. Metido en esta dinámica, llegaron las críticas a Pablo Casado, al que culpó de haber «tirado la toalla de antemano», lamentando que no haya accedido a un pacto con él para sumar fuerzas antes de las propias elecciones. «Veo al PP muy enredado en la batalla interna», vaticinó, además, una fuerte bajada en escaños para los populares. Vox, eso sí, fue pasada por alto por Rivera. Solo una mención generalizada, cuando dejó claro que él, si se convierte en el futuro presidente del Gobierno, gobernará para todos.

Además de por Díaz, Rivera fue precedido en su intervención por Javier Imbroda y la número tres de Ciudadanos al Congreso por Madrid, Sara Giménez.