«Las migraciones existen y existirán y mientras miremos a los extranjeros como a extraños la integración no se producirá», reflexiona María Alejandra López. Se acaban de ir las alumnas marroquíes a las que está enseñando a leer y a escribir. Le fascina lo que están consiguiendo estas mujeres que nunca habían ido al colegio o ni siquiera cogido un lápiz y «ahora ya saben escribir su nombre». Y es que más allá de un trabajo académico también es psicológico, asegura. «Es un proceso de empoderamiento».

El idioma es la puerta de entrada, la base de la integración. Con esa visión la asociación Prodiversa ofrece, entre sus múltiples acciones, el acompañamiento en el proceso a través de clases de español o de alfabetización. Desde 2001, más de 9.000 personas han pasado por estas clases. Actualmente, unas 30 personas reciben clases en Prodiversa de alfabetización así como A1 y A2 de español.

María Alejandra es la voluntaria que da el curso de alfabetización básica, pero ella también llegó a Prodiversa buscando ayuda. En su caso, al ser venezolana, el idioma no era un problema. Ella acudió por la orientación laboral. Actualmente está buscando trabajo, pero mientras no quiere dejar de aportar su granito de arena. Cuenta entusiasmada lo que están aprendiendo sus alumnas. «Por mi profesión de socióloga mi vena social y el trabajo con las poblaciones vulnerables me apasiona».

Hace tres años que llegó a España junto con su marido y sus dos hijas de 7 y 14 años. Ya había venido como turista, «pero venir como inmigrante es muy diferente». «La situación en Venezuela es insostenible». En su país era profesora de universidad, sin embargo «cobraba tres dólares al mes. No me llegaba ni para comprar una botella de aceite de oliva». Pero lo que les hizo tomar la decisión definitivamente fue la inseguridad a raíz de un asalto a su marido. Había salido de su negocio, dejó algo en correos y cuando se subió al coche «le pusieron una pistola en la cabeza. Les dijo que se llevasen lo que quisieran, pero que no lo matasen».

Venir a Málaga no les resultó difícil porque la abuela de su marido es italiana, y él y sus hijas tienen la nacionalidad. Al ser comunitarios ya hay medio camino hecho. Lo tuvieron más difícil para homologar sus títulos. Su marido, como abogado, tenía que hacer prácticamente la carrera de Derecho aquí, algo inconcebible con su situación y dos niñas. Así que hizo un curso de mecánica y logró un buen puesto. María Alejandra empezó limpiando casas. Tras dos años ha logrado la convalidación por un grado en Ciencias Sociales y del Comportamiento, así que ahora está buscándose un hueco. Sale de Prodiversa y entra en el local contiguo. Es la Fundación Benéfica Virgen de Valvanuz. «Aquí me ayudan con los alimentos».

El curso de español de A2 lo da María. En él enseña a sus seis alumnos a manejarse para hacer la compra, ir al médico o pedir las cosas. En general, mucho vocabulario. Allí están Simone y Kingdom. Cada uno por motivos diferentes, pero ambos están desanimados.Llegar en patera

Kingdom se siente engañado. Lo dejó todo en Nigeria en 2011 para «venir a buscarme la vida». «En mi país se dice que en Europa se vive bien y se puede ganar dinero». Además, hay muchos paisanos, lo que facilitaba la toma de decisión. Ocho años después sabe que no te cuentan las dificultades. Más cuando se suman injusticias.

Fue una semana de viaje desde Awka, su ciudad, hasta Marruecos. Allí vino lo realmente duro, «éramos muchos», dice sobre la patera en la que pasó horas hasta que consiguió llegar hasta Cádiz. De allí fue enviado al Centro de Internamiento de Extrajeros que había entonces en Málaga donde comenzó a darse cuenta de que «no tenía a nadie». Después del CIE fue a un albergue y tras aquello ocupó una casa. Y ahí se torció todo.

Era enero de 2013 cuando uno de sus compañeros «apareció un día con una chica española, que se quedó también como okupa. A los días vimos que su familia la estaba buscando». Llamaron a la policía, relata Kingdom con los ojos vidriosos. «La chica le dijo a la policía que la habíamos retenido. Nos acusaron de retención ilegal», asegura. «Estuve 4 meses y una semana en la cárcel y en 2014 ganamos el juicio». Pero su mente parece que sigue allí. «Cuando lo recuerdo me duele». Kingdom reconoce que tras la cárcel la ansiedad por lo mal que lo había pasado dentro, pues afirma que los presos lo maltrataron, no lo dejaba ni pedir ayuda. «No podía ni hablar, estuve durmiendo en la calle.

Fue un camino muy duro». Está enfadado con la Justicia. «No es igual para todos». Por eso quiso volverse a su país.

Pero su familia lo instó a quedarse. «Me dieron un consejo: que no me rindiera».

Kingdom comenzó a ir a la biblioteca y estudiar informática, en concreto, le gusta la programación. Ha creado su propia página web de marketing. Coge el móvil y abre la página en la que está trabajando. Su intención es hacerse autónomo y ganarse programando y diseñando páginas. Pero para ello necesita que le aprueben la solicitud para quedarse en España, que la hará este verano. Por ahora se tiene que conformar con seguir ocupando una casa, estudiar por su cuenta en la biblioteca Cánovas del Castillo, donde está desde por la mañana hasta alrededor de las 16.00 horas, y comprar la comida con lo que consigue aparcando coches en la zona del Soho. Además, está aprendiendo mucho en Prodiversa, donde su asistenta social le recomendó ir para mejorar el idioma.

Para Kingdom «la inmigración ilegal no es algo bueno», pero la dificultad del papeleo y el tiempo para poder venir a España y la necesidad de saber la lengua, a su juicio, lo impulsan. «Cuando sales pierdes tu valor de ciudadano, y recuperarlo cuesta... cuesta mucho».Amor truncado

Simone ya tiene fijada su vuelta a Roma, de donde se fue hace ya cinco años. Siguió a la que entonces era su novia hasta Antequera. Dejó su trabajo, su vivienda e intentó probar suerte en España. Antequera se portó muy bien con él, relata, pero cuando su chica decidió irse hace un año, él se mudó a Málaga.

El papeleo para venir no supuso gran dificultad para Simone al pertenecer a un país comunitario. Pero su problema, asegura, ha estado en la búsqueda de trabajo y la acreditación del idioma. «Con 40 años es complicado encontrar trabajo». Y es «que entran en el mismo túnel que todos los parados», explica el presidente de Prodiversa, Juan Carlos Espejo.

Simone explica que tiene una enfermedad que lo hace ser muy impulsivo y aislarse. Y no tener cerca a su familia no lo ha beneficiado. Se peleó con otro italiano y acabó en la cárcel de Barcelona un año y medio. Ha vivido en la calle, ha intentado trabajar, de hecho ahora está trabajando en un taller de costura, pero no ha tenido suerte.

Actualmente está viviendo en una casa de acogida en el Palo. Asegura que lo están ayudando, ha pasado por psicólogos, educadores, médicos, entre otros tantos profesionales, e incluso fueron los que le recomendaron Prodiversa para que lograse mejorar el español que había aprendido leyendo libros, pero «con estas dificultades necesito volver a mi país. Llevo sin ver a mi madre cinco años».

Estar lejos de la familia es uno delos grandes costes de emigrar, y cuando se une a problemas personales, físicos o mentales, las dificultades se multiplican.

María Alejandra López

La situación en Venezuela hizo que su marido y ella tomaran la decisión de abandonar el país. Con sus dos hijas fueron un año a Panamá, pero acabaron viniendo a Málaga. La búsqueda de empleo ha sido la mayor barrera con la que se han encontrado por lo difícil de homologar los títulos universitarios.

Kingdom Emenike

Tras una semana de viaje desde Nigeria a Marruecos Kingdom llegó a Cádiz en patera. Estuvo en el CIE de Málaga y tras aquello estuvo de okupa en una casa. Fue entonces cuando la vida le dio un giro inesperado. Está intentando conseguir el permiso de residencia porque en España tiene muchas más posibilidades que en su país.

Simone Rizzetto

Este italiano llegó a Antequera por amor, pero una vez que se marchó la que entonces era su novia, los problemas personales comenzaron a agolparse. Tener a la familia lejos no lo ha beneficiado a la hora de saber salir a flote. Por ello y las dificultades durante cinco años de encontrar trabajo le ha hecho fijar ya una fecha de vuelta.

@usero_amanda