El principal problema al que se enfrenta Francisco de la Torre en el próximo mandato es el adiós del propio Francisco de la Torre. Siempre que no aspire a la eternidad política. En su caso, significaría ir más allá del 2023. Hay apuestas en las que es mejor no entrar porque el dinero de uno estaría más seguro en una convención internacional de trileros (ahí está la hemeroteca).

Nadie dijo que iba a ser fácil. ¿Cómo lo va a ser, después de casi dos décadas ininterrumpidas marcando el ritmo de la ciudad? Concejal desde 1996 y alcalde desde el 2000, cuando sucedió a una Celia Villalobos en alza dentro de su partido. De la Torre ha acuñado el contenido y las apariencias de las políticas municipales como ningún otro. Y ha conseguido lo más importante: hacerlo para bien. Al menos, si se toma como horma y referencia el voto del ciudadano malagueño, que ha refrendado periódicamente a su Paquito, como muchos malagueños le llaman en la calle, con una generosa lluvia de votos. Menos cuantiosa en las últimas elecciones de 2015, pero suficiente como para regar y que siga creciendo el árbol de su propia legado.

A pesar de haber anunciado que el próximo mandato será el último, la declarada retirada no ha perjudicado su imagen ni ha deprimido sus propias expectativas de voto hasta el punto de que suenen las alarmas. Las encuestas internas que maneja el PP le auguran margen para que De la Torre siga gobernando a través de una coalición. También la de otros partidos. Quizá no le perjudique su adiós porque ya nadie se lo cree. Ni él mismo.

Pero esa sensación generalizada de que De la Torre y la renuncia de la política son un concepto líquido no altera la situación de partida de todas las fichas que figuran en ese tablero de juego que se llama Ayuntamiento de Málaga. El alcalde se despide después del próximo mandato y el pensamiento que circula y rodea su candidatura está impregnado de todo tipo de dudas. ¿Apurará el mandato? ¿Cuándo anunciará su marcha de manera oficial? ¿Qué palabras utilizará? Hubo una respuesta a todas estas preguntas y se llamaba José María García Urbano. Pero después de que le abortaran en Génova la estrafalaria y desleal -no por ello carente de sentido- operación de colocar como sucesor suyo al alcalde de Estepona, el panorama que rodea a De la Torre y la nueva candidatura es la de un desafío al propio futuro, pero con final incierto.

Una lista sin sucesor

Hubo algo de improvisación en la presentación de la lista municipal, señal de que la relación de De la Torre con el partido no está del todo bien engrasada. Una convocatoria hecha de manera urgente en la mañana de un Miércoles Santo y encajada con calzador en una agenda rebosante del presidente del PP de Málaga, Elías Bendodo, no deja el sabor de haber presentado algo de lo que se está muy orgulloso. De la Torre ha hecho una lista para Málaga capital continuista (él es la continuidad en sí mismo) y sin fichaje estrella ni sucesor a la vista.

Susana Carrillo, número dos, hubo que buscarla en Google. Mantiene a Teresa Porras y a Francisco Pomares en puestos de salida. La pulsión de destrozarse a sí mismo es algo latente en el ser humano. Carlos Conde y Elisa Pérez de Siles son rostros de demostrada solvencia que repiten. Hay incombustibles como Gemma del Corral o José del Río. Avelino Barrionuevo y Jacobo Florido son de esa cuota de partido que impone Bendodo. Jóvenes, como Dolores Caetano, que van en puestos bajos sin que importe porque luego se les recoloca. De la Torre nunca ha sido amigo de los delfinarios. Los delfines que llegaron para sucederle se pasaron de moda como los bañadores estampados. Ya es que no hay ni agua.