Tiene nombre de genio y motivos no le faltan. Con una altura de 2,10 metros y compuesto por nueve módulos, a la espera de sumar cuatro más de forma inminente, Picasso es la computadora más potente de toda Andalucía; el único ordenador capaz de procesar miles de cálculos por segundo y realizar técnicas computacionales para resolver problemas biológicos.

Pertenece a la Red Española de Supercomputación y ocupa una habitación que está en vías de ser ampliada en el edificio de Bioinnovación del Parque Tecnológico de Andalucía (PTA). Una cabeza pensante acorde a las necesidades actuales que se asentó en Málaga en el año 97, gracias a la financiación estatal y que se mantiene con fondos de la Universidad de Málaga (UMA) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Desde sus inicios, hace unos 12 años, más de 300 grupos de investigación han necesitado de la ayuda de Picasso, muchos de ellos recurren a Rocío Bautista, doctora en Biología y persona encargada de poner a disposición del que lo necesite a Picasso.

El catedrático en Biología molecular y bioquímica, además de ser uno de los impulsores de la inclusión de la bioinformática, Gonzalo Claros, asegura que Picasso ha contribuido al desarrollo de proyectos muy variados. Desde mapas térmicos y meteorológicos o la reconstrucción de un virus que quiso hacer un equipo de Bilbao, hasta averiguar el transcriptoma de dos lenguados -saber cómo se expresan los genes- por parte de un equipo de la UMA o colaborar con otras instituciones para dar con nuevos alérgenos del olivo (CSIC de Granada) o ahondar sobre la salmonelosis en el cerdo en un proyecto conjunto con la Universidad de Córdoba. «Picasso posiciona a Málaga a la vanguardia ya que viene gente de Andalucía, Madrid o fuera de España a hacer cosas. Son proyectos de investigación que requieren de un supercomputador», explica Claros. Privados o públicos, no se cierra la puerta a nadie pero el único requisito es que los trabajos de las entidades privadas no tengan ánimo de lucro. La investigación siempre es bienvenida.

Aunque cuentan con tarifas específicas para según qué trabajos, lo cierto es que una de las formas de pago es la colaboración científica. Las 4.000 CPU activas que tiene Picasso están para ahondar en el conocimiento; operaciones que a veces tardan hasta una semana en ser procesadas y que en breve contarán con más ayuda hasta sumar 7.000 CPU. «Se mandan miles de trabajos diarios por lo que siempre está a tope: A veces hay que esperar solo unos minutos a que entre tu trabajo, y otras veces hay que esperar días», resume Claros. Tres petabytes que van a multiplicar por cinco su capacidad de almacenamiento próximamente.

Pero el futuro de Picasso puede que esté ligado a la sanidad pública. La idea que propone Gonzalo Claros, junto con otros compañeros del sector, es que fomente su actividad en torno a la medicina personalizada y de soporte a los hospitales públicos de la ciudad para traducir los datos que se extraigan de los genomas secuenciados y ofrecer al médico en su pantalla, a través de un click y solo entrando en el historial del paciente, aquella información que sea relevante. En principio, esta técnica se utilizaría con enfermos oncológicos, por la relación que tiene el cáncer con posibles alteraciones patológicas del genoma, y ofrecería al facultativo posibles pistas sobre tratamientos nuevos que aplicar o detectar variables a tener en cuenta en el diagnóstico. «Eso es lo que vería el médico pero esto conlleva miles de cálculos», matiza el catedrático. Una supercomputadora que funciona las 24 horas del día y de la que están a cargo solo dos personas para que todo funcione según lo previsto; Rafael Larrosa y Darío Guerrero; ambos ingenieros informáticos y doctores.

La ampliación de almacenamiento y procesadores que va a sumar en un futuro cercano Picasso ayudaría a poder realizar este proyecto, aún en el aire, pero con la clara intención de convertirse en una realidad. «La producción de datos en Biología supera con creces el ritmo de mejoras de aceleración de procesadores de cálculo y aumento de almacenamiento. Esto es un problema», explica Gonzalo Claros.

Mientras tanto, ya colaboran con el Hospital Regional en un estudio para dar con nuevos marcadores que añadir al diagnóstico del cáncer de pulmón; una fórmula que daría más herramientas a los facultativos con las que dar con este tipo de tumor.

Orígenes de Picasso

Los inicios de Picasso se remontan al año 97, cuando llegó a la ciudad un superordenador que supuso una revolución y permitía hacer cálculos masivos a los informáticos y modelos moleculares a los ingenieros químicos. Uno de los siete nodos que compone la Red Española de Supercomputación y que tiene su epicentro en Barcelona con Mare Nostrum. Fue al renovar a finales de los 90 la computadora de Mare Nostrum cuando se optó por repartir por diversas ciudades para crear una red que conforman a día de hoy Barcelona, Comunidad Valenciana, Málaga, Zaragoza, Cantabria y las Islas Canarias.

El que fue una de las «patas» del Mare Nostrum llegó a Málaga y junto a superordenador que adquirió la UMA nació Picasso que en un principio, al ser dos máquinas tenía en el nombre de Pablo y Picasso. «Estuvo varios años seguidos sin apagarse y trabajando de manera ininterrumpida», matiza Claros. Diez años de esa primera máquina en la Costa del Sol que hoy día cuenta con una de las tasas más bajas de parada de España.

A los diez años, una vez jubilado por completo Pablo y con Picasso preparándose para ser reemplazado por tecnología más avanzada, en 2007 la llegada de una nueva supercomputadora abrió paso a un nuevo camino en el que trabajar y que hoy día supone el grueso de su actividad diaria.

Con Gonzalo Claros como uno de los propulsores de la bioinformática, Picasso comenzó a utilizarse para resolver problemas biológicos con técnicas computacionales. La definición más sencilla con la que este catedrático expone esta nueva vertiente que requiere de una gran capacidad de almacenamiento. Entre las actividades que se pueden desarrollar en este ámbito esta el ensamblaje del genoma humano, es decir, montar de manera correcta las millones de piezas que conforman la secuencia del cromosoma humano. La medicina humana es otro de los campos en los que se aplica la bioinformática y que consiste en comparar un genoma con otro escogido como referente para ver posibles diferencias o similitudes a través de cálculos que abrirían la puerta a dar con posibles tratamientos que ya se utilizan en otras enfermedades en personas que tienen las mismas alteraciones en su genoma y que, por desconocimiento, no se aplican otras dolencias. También sirve para el estudio de las enfermedades raras ya que el 80 por ciento de ellas tiene su origen en alteraciones genéticas. «Andalucía es de las comunidades que esta invirtiendo más en los últimos años en bioinformática, tras casi una década sin nada», expone Claros. Una herramienta que también serviría para poder dar con el diagnóstico de variantes de genes para conocer nuestra predisposición a diversas enfermedades y que en estos momentos en el campo que más se explota es en el oncológico. «Eso no tardará, en cuanto se abaraten los costes será mucho más asequible», asegura Claros. Secuenciar el genoma puede estar en torno a los mil euros y bajando.

Mientras tanto, Picasso sigue ahí, haciendo miles de cálculos por minuto, aumentando sus CPU, memoria y metros a lo ancho.