Rafa, de 62 años, lo reconoce: «Lo que he encontrado aquí es la vida». Un día tecleó en Google la palabra «suicidio» y apareció la Escuela de Fortalezas Personales de la ONG Justalegría. «Un día que estaba muy mal llamé a Noelia y si no la llamo, no estoy aquí», confiesa.

Noelia es Noelia Espinosa, la psicóloga clínica que todas las semanas, durante doce sesiones de hora y media, guía esta escuela de la ONG malagueña Justalegría, que busca despejar los nubarrones de la mente causados por males cada vez más extendidos como la depresión, el estrés o la ansiedad.

Con el apoyo del Área de Servicios Sociales del Ayuntamiento, la Obra Social La Caixa y la Fundación Provita, entre otros, la Escuela de Fortalezas Personales, de asistencia gratuita para grupos de 15 personas como máximo, funciona en varios puntos de Málaga, uno de ellos la calle Ancha del Carmen, sede de Justalegría.

Valentía, curiosidad por el mundo, perseverancia, generosidad, modestia, autocontrol, sentido del humor, gratitud... las fortalezas personales se pueden redescubrir y también poner en práctica.

«Son cosas que están en nosotros, pero que muchas veces no sabemos que las tenemos por las circunstancias personales, por las mochilas llenas de cosas que hay que revisar y cambiarlas por otras», explica la psicóloga, que está ayudada por Antonio, psicólogo en prácticas que confiesa que esta escuela tan particular «ha superado mis expectativas».

También ha superado las de Loli, de 54 años, que cuenta que no se encontraba bien «y necesitaba ayuda». Vecina de la calle Cuarteles, destaca que estas primeras sesiones le han ayudado «a entenderme a mí misma, ser más positiva y levantarme el ánimo».

Para Rafa, «pensar en las reuniones semanales te baja un poco ese ánimo sobresaltado que te dice 'hasta aquí has llegado', así que desde luego me ha venido muy bien».

En el caso de Ana, vecina del Perchel de 57 años, que se había quedado sin empleo tras un ERE, las sesiones de Justalegría le están ayudando a salir más deprisa de una depresión que duraba ya cinco años. «Ahora pesa menos, ya he soltado muchas mochilas», ríe.

Del barrio es también Eleni, de 55 años, que tiene ansiedad, y que explica que en la escuela de la ONG se encuentra «muy bien y me gustaría venir más veces».

Los cuatro asistentes subrayan que además ha sido muy importante averiguar que su problema no es único.

«Muchas veces tiene más fuerza lo que te dice un compañero que lo que podamos estar hablando, porque comparten problemas o situaciones similares», cuenta Noelia Espinosa.

La psicóloga clínica cree que, igual que las personas van al gimnasio, también hay que entrenar la mente. «Y este es un poco el gimnasio de la mente y las emociones. Lo importante es que haya coherencia entre la mente, el cuerpo y la acción».

Por eso, a su juicio, lo primordial es descubrir esas fortalezas personales, «para que tengamos nuestra energía disponible para cosas que verdaderamente queramos hacer; es un poco reencontrarnos con nosotros mismos».