Diestro con los pinceles pero también con los poemas y los cuentos, de los que tiene varios libros publicados, a Paco Moreno Ortega (Málaga, 1931) le faltaba culminar una novela.

La inspiración le vino durante un paseo por la playa del Peñón del Cuervo: «Por entonces estaba escribiendo cuentos de misterio y me dije que podían cuajar mejor en una obra más completa. Fue al pasar por la playa que pensé que la zona era muy bonita y que quedaría muy bien una novela de misterio, ahí surgió la chispa», comenta.

El resultado es Asesinato en el Peñón del Cuervo, que acaba de publicar Ediciones del Genal, un estreno como novelista a los 87 años que le llena de satisfacción, y que, confiesa, le ha divertido mucho escribir.

La obra arranca, como indica el título, con el descubrimiento de un hombre asesinado en la playa del Peñón del Cuervo. A partir de ahí habrá una investigación policial y una protagonista principal, Ángela, profesora en un colegio nacido de la imaginación del autor pero para el que ha tomado como modelo el Colegio de La Asunción.

Porque, además de en la playa del Peñón del Cuervo, la novela se mueve principalmente en barrios de Málaga Este como Pedregalejo, el Valle de Los Galanes o PedregalejoValle de Los GalanesLa Araña. «Son zonas que conozco muy bien; en el Peñón del Cuervo me he bañado cientos de veces», explica.

La vocación por la escritura del pintor malagueño le viene de tiempos del Colegio de San Pedro y San Rafael, en la plaza de San Francisco, en el que, cuando el profesor encargaba cuentos a los alumnos, «escribía el mío y el de un compañero», ríe.

De la novela negra cuenta que se queda con las tradicionales de Agatha Christie, «por su técnica, que es muy directa, y porque tiene muchísimos diálogos y a mí me gustan mucho ya que se puede decir todo y además con mucha soltura».

A la hora de escribir, destaca que lo hace a mano, con bolígrafo: «Primero hago algo muy rápido, porque voy persiguiendo la idea para que no se me vaya y luego lo voy leyendo y pasando a limpio».

En su caso, es de los escritores que conocen cómo empieza la novela y cierta idea del final, pero ahí acaba la planificación, «porque cuando me meto en la obra, van surgiendo muchos imprevistos».

Como destaca, uno de los imprevistos es, precisamente, el camino que toman los personajes. «Cuando están muy definidos y tienen mucha vida, se escapan del autor, tienen lo que se llama vida propia», argumenta.

También reconoce que, como en todo libro, siempre hay algún eco de la biografía del autor, por eso comenta que un personaje como la profesora, «me recuerda a alguna mujer que conocí cuando era joven en el paseo de los Tilos; siempre hay reminiscencias de personajes vivos».

Estos días, explica, relee los Premios Nadal hasta los años 80, porque a su juicio ofrecen un panorama de la narrativa española muy precisa, y además, descubre algunas obras de Unamuno que no había leído. El pintor malagueño se alimenta de libros ajenos mientras tiene claro que continuará con una vocación, la de la escritura, que le distrae y divierte: «Quiero dedicar los años que me queden a escribir», confiesa.