El flechazo se produjo en 2015, y eso que Lalo Zain, un afable y extrovertido ingeniero argentino que ha vivido en países como Japón, Chile, Canadá o Estados Unidos, sólo pasó cuatro días en Málaga.

La casualidad quiso que se alojara en calle Hinestrosa y que al lado estuviera una vivienda en venta. Llamó por curiosidad para preguntar el precio «y el proyecto empezó a crecer y a crecer en la distancia; eso fue en julio, en septiembre traje a mi mujer para ver si esto le gustaba y realmente se quedó enamorada», explica Lalo.

El proyecto era convertir el número 16 de calle Hinestrosa en un edificio para siete apartamentos: Casa Museo La Merced. Él y su mujer decidieron invertir «los ahorros de toda la vida», y además se compraron un piso en La Malagueta para convertirse en malagueños de adopción.

Pronto descubrieron que la casa, de unos 380 metros cuadrados, tenía protección arquitectónica de primer grado, algo que, aunque al principio les dio quebraderos de cabeza, decidieron convertirlo en una baza a favor del proyecto: «Ya que tengo este problema, veo una oportunidad en el problema y era hacer algo de acuerdo con la Historia, así que empecé a estudiar todo lo que era el barroco urbano», destaca.

Porque tras investigar a fondo sobre la vivienda, descubrió que formaba parte de un conjunto de nueve casas ligadas a la historia del desaparecido Convento de la Merced.

De hecho, el fraile mercedario y maestro de obras Juan Berri las construyó en 1737, para que el convento las pudiera alquilar y obtener ingresos. Estaban valoradas en 19.800 reales.

Daban a la calle Hinestrosa, que hasta 1887 se llamó la calle Sucia, lo que da una idea de la suciedad de la vía por un saneamiento deficiente. En ese año del cambio de nombre, ya hacía casi dos décadas que en la antigua huerta se había levantado el Teatro Cervantes, que linda con estas casas.

La particularidad de las nueve viviendas del Convento de la Merced, cuenta el ingeniero argentino, es el novedoso tipo de construcción: «Fueron las primeras casas adosadas de Málaga y casi seguro de Andalucía», recalca, y detalla que las nueve casas «cuentan con un solo techo para todas, y son adosadas porque la pared se comparte». «Además, las hace iguales, con un patio central y un patio lindero atrás», añade.

La pericia de Juan Berri, cuenta Lalo Zain, le llevó a conseguir que el tejado común se adaptara sin problemas a la pendiente de la calle, cuyo punto más alto es precisamente el número 16.

El propietario de la nueva Casa Museo La Merced comenta que cada una de estas viviendas lo más probable es que por sus dimensiones alojaran a varias familias y también se usaran como talleres.

Pinturas barrocas

La pista histórica del fraile mercedario ha servido para constatar que la casa cuenta con pinturas barrocas en la fachada, que ha restaurado y completado. La restauración del inmueble, por cierto, la ha realizado el arquitecto Daniel Serrano Jaime. «Hemos hecho un buen equipo de trabajo entre los dos», cuenta Lalo, que describe que el estado inicial de la vivienda era de abandono, falsos techos y el patio principal reducido a un ojo patio. «Era una caja que tapaba todo esto y que apenas dejaba entrar luz, cuando el patio es una maravilla», comenta.

Además de recuperar el patio principal y el trasero, más pequeño, en el primero ha emplazado una fuente con partes originales de una fuente del XVIII, «de una casa que iban a derruir».

La rehabilitación ha eliminado los falsos techos y dejado al descubierto la fastuosa cubierta de madera y además ha devuelto el esplendor a las puertas originales de hace tres siglos.

En otra zona común de esta vivienda, que contará con siete apartamentos, ha trasladado la verja original de la casa para cubrir el muro original, en el que se aprecian piedras de distintos tamaños pero también pedazos de madera.

También ha podido rescatar lámparas barrocas originales y encargar a una empresa de forja de Sevilla muebles, algunos de ellos diseñados por él, como los armarios, que en realidad parten de dos marquesinas.

En el patinillo, por cierto, explica con una sonrisa que se escuchan los ensayos del Teatro Cervantes, que se encuentra justo detrás.

De este patinillo ha rescatado un pequeño fragmento de pintura barroca, la única superviviente de este espacio, que ahora exhibe en una mesita acristalada en una de las zonas comunes.

La única pega ha sido lo que considera el «infierno burocrático» para sacar adelante un proyecto en el que ha tenido que contar tanto con el Ayuntamiento como con la Junta de Andalucía. «La obra terminó en diciembre y hasta después del verano no puedo abrir. Yo no soy un inversor, estos son mis ahorros y los de mi mujer de toda la vida, pero conozco tres casos de inversores que se fueron porque ya saben que son tres años de papeleo y se desanimaron con los procesos administrativos».

En cualquier caso, Lalo Zain sonríe satisfecho porque el proceso ha merecido la pena. «El haber rehabilitado esto es para mí la joya de mi vida. He hecho una muy buena carrera profesional pero esto es como haber tocado el cielo con las manos. Nada que ver con mi profesión».

La idea, explica, es ofrecer apartamentos para turistas con cierto poder adquisitivo, en una calle tranquila, a dos pasos de la Casa Natal de Picasso. También tiene pensado que la Casa Museo La Merced ofrezca con actividades culturales como flamenco o catas de vinos.

Aunque ha tenido a cargo a más de 1.500 personas en una importante multinacional, Lalo Zain se queda con lo que ha logrado en el 16 de calle Hinestrosa: «Me siento muy a gusto por recuperar esto. Me siento malagueño y peleo por mis cosas, que son las de Málaga; es como si hubiera estado acá toda mi vida», confiesa.