Te hurgas la nariz en el camino de vuelta a casa tras comprar el pan y pegarle un pellizco. Una vez en la mesa, con todo listo para comer, tu pareja corta el pan y tus bacterias del tracto respiratorio pasan a su boca y estómago. Un auténtico festival para los microbios.

Cada día estamos en contacto con miles de bacterias, una realidad invisible a nuestros ojos pero que a gran tamaño dejaría entrever lo poco que nos tomamos en serio la higiene de nuestras manos, principalmente, que se convierten en un transporte de primera para estos pasajeros.

La supervisora de Medicina Preventiva del Hospital Regional, Vanessa Vázquez, asegura que si nos hiciéramos un cultivo en cualquier momento de nuestras manos para ver qué tipo de bacterias hay, encontraríamos de todo. El váter de casa no es el lugar en el que más se concentran, a diferencia de lo que muchos piensan, siempre que se mantenga en buenas condiciones de higiene. «Estadísticamente la zona más sucia y contaminada del mundo es la barandilla del carrito del supermercado. Todo el mundo toca ahí y en ellos hay comida, hay riesgo microscópico y las bacterias solo quieren calor y comida», explica la especialista. Zonas con déficit de limpieza y por las que pasa mucha gente son donde más se aglutinan.

En estos momentos, aunque algunas bacterias que viven en zonas específicas de nuestro cuerpo han aprendido a ir a otras áreas y causar problemas e infecciones de salud, la enfermera Vázquez asegura que el mayor problema al que nos enfrentamos es cuando «una bacteria aprende a resistir- a los antibióticos-». Algo que se produce de forma más común en un entorno hospitalario y donde los protocolos de actuación son más precisos que en cualquier otra zona. Factores tan variados como el estado de salud del paciente, la resistencia de la bacteria al tratamiento, las alternativas posibles y otras casuísticas entran en juego y son los problemas que enfrenta el equipo médico.

A pesar de todo ello, que no cunda el pánico. Algo tan simple como mantener una buena higiene y sobre todo, lavarnos las manos, nos salva de ser el transporte preferido de estos huéspedes, al menos en nuestro día a día «El gran reto es que cale el mensaje de las abuelas; hay que tener las manos limpias y mantener una buena higiene», explica.

Por suerte, esta sencilla pauta está al alcance de todos, sin embargo, son pocos los que la hacen las veces necesarias y de la forma correcta. «Para lavarte las manos en condiciones a nivel hospitalario hay que hacerlo con agua y jabón mínimo un minuto», destaca. Un tiempo que se asemeja a cantar dos veces seguidos la canción de «cumpleaños feliz» en nuestra cabeza y que evita cronometrar el tiempo de lavado. «Además hay que tener en cuenta el tiempo durante el cual me seco las manos. Con la humedad estoy fastidiando mi piel y favoreciendo el crecimiento bacteriano», explica para exponer que tan importante es esa dedicación al lavado como el correcto secado. Si no tenemos anillos ni pulseras que interfieran en el lavado, mejor aún.

En cuanto a las veces que se debe hacer ese gesto, la enfermera Vázquez propone el «antes y después» de diversas acciones cotididanas. Antes y después de cada comida, de ir al baño, de tocar alguna superficie que veamos que no está en las condiciones de higiene necesarias y, cada vez que las notemos sucias. «En el hospital, cada cierto rato. Cada media hora o una hora. No cuesta nada, no tiene efectos secundarios y te proteges a ti y tu familia», explica.

Y es que en los hospitales las bacterias están más entrenadas; las «superbacterias» se han hecho fuertes ante los tratamientos que hasta ahora luchaban contra ellas y, aunque existe un protocolo de limpieza, la supervisora de Medicina Preventiva asegura que las zonas más «infectadas» de un centro hospitalario son aquellas en contacto con los pacientes: La barandilla que ellos tocan, los timbres de las habitaciones o los pomos de las puertas, son los principales focos de concentración. Los ascensores siempre han sido conocidos como puntos críticos de concentración de microbios y virus, algo que Vázquez señala como una verdad pero con matices. «Las enfermedades que se transmiten por aire y se quedan vehiculizadas en microgotas suspendidas en el aire son muy pocas... La tuberculosis, el sarampión o la varicela», explica

Además de la higiene personal y mantener limpio nuestro entorno, otro punto que la enfermera Vázquez señala es la vacunación. «Es muy importante preparar a tus defensas ante una posible infección. La no vacunación lleva a otros problemas como puede ser el auge del sarampión, que no da miedo, pero puede tener consecuencias importantes», expone como ejemplo. También recuerda el caso de una chica joven que ingresó en el Hospital Regional hace dos años por una gripe y salió amputada. «Hay bacterias e infecciones que son frecuentes y no son graves pero a veces pueden acabar con la vida de los pacientes» indica.

Ante todo esto, la especialista recalca la importancia de lavarse las manos. Con agua y jabón o una solución hidroalcohólica que no requiere de agua. Las alternativas están ahí. «De todas formas tenemos inmunidad, somos un ecosistema complejo y eso juega a nuestro favor», resalta.