Los antiguos romanos hicieron de las inscripciones públicas una auténtica obsesión, sobre todo a partir del emperador Augusto. Leyes municipales, ánforas, tablillas de metal que portaban los esclavos al cuello, columnas conmemorativas, indicaciones de carretera, inscripciones funerarias, donaciones, gestas imperiales... le metían mano a toda superficie susceptible de acoger algo del alfabeto.

Como muestra, se calcula que solo en España se descubre una inscripción y media al día escrita en latín y el resultado es que estas nos terminan informando de todos los aspectos de unos pueblos y ciudades romanas que estaban inundados de letras, y no es ninguna exageración.

Si a eso sumamos que los paisanos de Julio César leían en voz alta (la lectura en silencio fue un invento posterior), imaginen el guirigay que se formaría en el foro de Malaca con una multitud de lectores con aspecto de perturbados voceando inscripciones públicas a todo trapo.

El caso es que dejar algo escrito era un acto que nuestros antiguos se lo tomaban muy en serio porque casi siempre implicaba pasar a la posteridad.

Los tiempos han cambiado y como saben, los historiadores de siglos futuros se devanarán los sesos cuando tengan que nutrirse de inencontrables correos electrónicos y whatsapps de los personajes investigados.

Por eso, pese a todos los inconvenientes, el papel y la piedra siguen pareciendo soportes mucho más fiables para estos menesteres de centurias venideras, sobre todo porque nunca sabremos cuándo un hacker ruso nos armará la marimorena digital y 'la nube' se irá a freir gárgaras.

De la perdurabilidad de los soportes rígidos da buena cuenta un curiosísimo rincón de Málaga. Se trata de la parada de taxis en concreto en el lateral de una veterana ortopedia.

Si no tienen nada mejor que hacer y se ponen a otear la calzada, descubrirán en el asfalto una inscripción que el tiempo no ha conseguido borrar.

Se trata de cuatro números de un tamaño considerable. Las tres primeras cifras parecen claras, 196, mientras que la segunda, da la impresión de corresponder a un 8 trazado con impericia.

Si unimos los números obtendremos 1968. ¿Fue el año en el que se asfaltó este tramo de la parada? No sería improbable, porque es una vía más que secundaria, de ahí que la inscripción haya perdurado hasta nuestros días, o quizás, simplemente se trate del año de nacimiento del 'escribano', que quizás empleó un objeto punzante, lo mismo un simple palo.

Un servidor prefiere la primera explicación, porque le da más lustre a la cifra. Sea cual sea la solución del enigma, aquí tienen un ejemplo de por qué tiene más probabilidades de sobrevivir en el tiempo una inscripción en el suelo que lo que guardamos en el disco duro.