«En los años 70 planteé el túnel por primera vez. El problema es que me dijeron que estaba chalado y después que estaba loco», sonríe mientras posa para el fotógrafo esta semana delante del túnel de la Alcazaba, que este año cumple dos décadas desde su inauguración.

Manuel Olmedo, ingeniero técnico del Ayuntamiento de Málaga, logró al fin hacer realidad este proyecto pero como remarca: «Fue idea mía, pero el túnel fue un triunfo de la Historia». No es ninguna frase épica, sino la estricta realidad porque como relata, «al poco de entrar en el Ayuntamiento tuve la enorme fortuna de conocer la posibilidad de hacer un túnel por debajo de la Alcazaba, cuando don Francisco Bejarano era archivero municipal».

Allí, entre los remeros de legajos y planos del Archivo, localizó Manuel Olmedo el anteproyecto de Joaquín Almellones de 1905. Se trataba de un túnel de 15 metros de anchura bajo la Alcazaba y 10 metros de alto para unir la plaza de la Merced con la zona donde luego se levantarían el Banco de España, Correos, el Ayuntamiento y los Jardines de Pedro Luis Alonso.

De mucho antes, de 1835, fue la idea del comandante Tomás Cortés de prolongar una calle entre la plaza de la Merced y el Camino de Vélez... previa demolición de la Alcazaba.

Como subraya Olmedo, la necesidad de mejorar las comunicaciones viene con el auge comercial de finales del XVIII, cuando la entrada de los carros cargados de uvas y otras frutas por el Camino de Vélez se convierten en un problema, «primero, porque la Puerta Oscura era pequeña, y aunque no se tienen datos de ella, debería de ser una puerta en recodo y las carretas lo tendrían complicado para pasar; y luego, simplemente llegar desde el Camino de Vélez a la zona centro de la ciudad era un problema».

La mejora de la comunicación no se solventó atravesando el cerro de la Alcazaba sino bordeando Gibralfaro, «y por eso a comienzos del XIX se hace el Camino Nuevo, para que esas casetas puedan circunvalar Málaga y evitar el paso estrecho por la Puerta Oscura y por la Cortina del Muelle, que era un paseo muy reducido».

Con este bagaje histórico y pese a las reticencias, en el PGOU del 83 ya apareció un esbozo del túnel, aunque desembocaba junto al Ayuntamiento.

Con la llegada de los populares en 1995, y con el apoyo del fallecido gerente de Urbanismo Francisco Merino, que respalda el proyecto de Manuel Olmedo, la alcaldesa Celia Villalobos da el visto bueno a la idea. El propio Olmedo redactó el proyecto, que contó con la colaboración del delineante Antonio Baca, y además fue el encargado de codirigir la obra junto al ingeniero de Caminos Antonio Navarro.

El ingeniero técnico y académico de Ciencias detalla que fue una obra «en la que colaboró todo Urbanismo, siendo concejal De la Torre, porque hubo expropiaciones, proyectos, delineantes... todo Urbanismo participó en el éxito del túnel».

Las obras, no obstante, fueron complicadas y se prolongaron durante año y medio. «Y en un túnel se trabaja 24 horas al día, seis días a la semana y hay que vigilar mañana, tarde y noche», comenta, al tiempo que subraya que contaron con unos trabajadores especializados «de primera categoría».

El venero y la roca

Entre las dificultades de esta obra, que empleó una rozadora, «que es como si fuera un 'guarrito' gigante», está el venero de agua con el que se toparon en los primeros 50 metros, que abastece el pozo Airón del Castillo de Gibralfaro. «Atravesar esa zona fue problemático», subraya. También lo fue atravesar algunas partes de roca, «aunque la maquinaria que se utilizó fue muy buena, y muy buenos los operarios».

Las obras se iniciaron en el lado de la plaza de la Merced y una mañana tuvo lugar la ceremonia de 'calar' el túnel, cuando la máquina atravesó el último tramo y apareció por el lado del Paseo de Reding.

El diseño de Manuel Olmedo también incluyó un «pequeño homenaje» al ingeniero José María de Sancha, porque el túnel tiene 16 metros de anchura, los mismos que calle Larios, «y Sancha fue la persona que verdaderamente propuso la calle Larios».

También el inicio del túnel, en el Paseo de Reding, fue un diseño con guiños a la Historia, ya que, como recuerda, «según el más ilustre historiador de Málaga, don Manuel Rodríguez de Berlanga, las primeras naves fenicias hincaron su quilla en la playa que existió en lo que hoy es la embocadura del túnel. Por ese motivo, luce los caracteres fenicios que nombran a Málaga, MLKA (leídos de derecha a izquierda).

También la fuente tiene un motivo, porque recuerda esa playa primitiva, pero además tiene en cuenta las palabras de don Francisco Bejarano, «que escribió que la Alameda nació como Afrodita de la espuma creada del continuo besar de las olas sobre la arena de la playa», cuenta Manuel Olmedo.

Por este motivo, en los comienzos la fuente lucía una gran cascada que evocaba esa espuma, pero con el paso del tiempo dejó de funcionar.

El ingeniero técnico se muestra muy satisfecho por haberse ceñido básicamente al presupuesto de la obra (481 millones), con sólo una ligera subida del 5 por ciento.

Una obra incompleta

Sin embargo, también lamenta que, 20 años más tarde, el túnel no se haya insonorizado todavía. Como recuerda, el propio ingeniero técnico presentó en 2014 un proyecto de insonorización que fue aprobado por unanimidad en el Consejo Social de la Ciudad. «Eran unas pantallas acristaladas con todos los sistemas de seguridad». Además, proponía que el túnel pasara de cuatro a tres carriles y se ganara espacio para peatones y usos futuros como un carril bici. «El túnel está sobrado para el tráfico con tres carriles porque se hizo con una amplísima visión de futuro», argumenta.

«Los túneles normalmente son para coches, pero este cada vez está más llamado a tener prioridad peatonal, porque según mi modestísima opinión, hay que intentar desplazar el tráfico rodado de los centros de las ciudades».

A comienzos de 2016 se publicó el estudio de una empresa que indicó que se registraban 86 decibelios en su interior que podían llegar a picos de 100, cuando el límite aconsejable por la OMS son 65 decibelios durante el día.

20 años después, «¿se puede pensar en la calle Alcazabilla con los coches y autobuses pasando delante de la Aduana?», plantea Manuel Olmedo. El túnel, que se abrió en 2001 tras la llegada del parking de la Alcazaba, también trajo la peatonalización de calle Alcazabilla.

Lo ideal sería que no terminara como la Catedral y que algún día este «triunfo de la Historia» se complete con la necesaria insonorización.