­Las puertas están abiertas. Alumnos de distintas edades trabajan en grupo intercambiando conocimientos. Una madre imparte un taller de costura mientras voluntarios de la Universidad llegan a una clase. En el colegio público El Gracia se educa en comunidad. Es toda la comunidad la que enseña y aprende al mismo tiempo. Una filosofía que se materializa a través de las llamadas Comunidades de Aprendizaje. Experiencias de educación participativa que en Andalucía están reguladas desde 2012.

El Gracia, un colegio de Infantil y Primaria del barrio de la Victoria, fue el primero en Málaga reconocido como Comunidad de Aprendizaje. Pero la red ha ido creciendo y en siete años ya ha sumado 22 centros de toda la provincia. El próximo curso serán aún más. En la última convocatoria, la Dirección General de Atención a la Diversidad, Participación y Convivencia Escolar de la Junta ha reconocido a siete nuevos centros: los CEIP Emilia Olivares de Alhaurín el Grande, Virgen de la Cabeza de Canillas de Aceituno, Nuestra Señora de la Candelaria de Benagalbón, la Gloria de Vélez-Málaga, el IES Arco Iris de Álora y el CEPR San José de Calasanz y el IES Vicente Espinel de la capital, según los datos de la Delegación.

El aumento es significativo y denota el interés por este concepto de educación que está dando frutos en un aspecto tan importante como la lucha contra el absentismo. Así, en El Gracia, un centro de compensatoria que hace unos años tenía notables problemas en este sentido, se ha pasado de un absentismo de casi el 30% en el curso 2003/04 al 3,8% de este año. «No sólo están felices de venir a la escuela, sino que tenemos familias súper puntuales», explica la directora, Maribel Serralvo. Además, las clases han pasado de tener apenas 12 alumnos a estar completas con 25. «Recibimos a familias que buscan otro tipo de escuela. Han venido algunas de fuera de la zona, incluso de La Cala. En 2003, éramos un colegio «gueto» y ahora no. Ahora ves diversidad y eso nos parece una riqueza muy grande», apunta Serralvo.

Hoy su colegio es en gran parte el que soñaron en la fase inicial del proyecto Comunidades de Aprendizaje, que consiste precisamente en que toda la comunidad defina sus sueños para mejorar el centro. Así, primero lograron ampliar el patio, con la expropiación y derribo de un edificio colindante por parte del Ayuntamiento, y ahora tienen un precioso jardín gracias a la Fundación Sando, padres y madres, alumnos y voluntarios. También colaboran con el colegio otras entidades como San Telmo, el IES La Rosaleda, Caixa ProInfancia e Ikea.

Las familias también gestionan

Las familias participan activamente en la transformación del centro e incluso están constituidas, al igual que los profesores, en una asociación que participa en las convocatorias de subvenciones municipales para obtener fondos. Los padres y madres son un pilar de las Comunidades de Aprendizaje. «Queríamos dar el paso de la participación a la gestión. Tener una gestión compartida con las familias», detalla la directora de El Gracia. Y así es. Las familias gestionan, por ejemplo, la biblioteca y llevan a cabo numerosos talleres.

Igualmente, la figura del voluntario es fundamental en los centros adheridos a este proyecto. En el caso del Gracia, son alumnos de la Facultad de Ciencias de la Educación de Málaga que cursan en el propio centro una asignatura.

Como veterana en esta iniciativa, Maribel Serralvo destaca que los primero es tener un grupo de profesores muy cohesionado, «o que se cohesione en torno al proyecto». Y lo aconseja a otros centros por muchos motivos, entre ellos, que «no se puede educar de espaldas a las familias, al entorno, a la realidad». «La educación necesita abrirse a lo de fuera, la implicación de los niños y niñas, un aprendizaje significativo, donde haya diálogo, y Comunidades de Aprendizaje responde a eso», concluye.

El San José de Calasanz se suma

Carmen Ortiz es la directora del colegio San José de Calasanz, uno de los que se estrenarán el próximo curso como Comunidad de Aprendizaje aunque ya ha dado importantes pasos durante este año. «Es muy importante que la comunidad forme parte del aprendizaje y de todo lo que ocurre en un centro. Y más en esta escuela por su diversidad tanto cultural, como lingüística, económica y social», afirma sobre este colegio con alumnos de una treintena de nacionalidades.

La transformación en este centro de la calle Hilera lleva varios años, aunque oficialmente será el próximo curso cuando se estrenen como Comunidad. Pero ya han conseguido cambiar la percepción externa y para el curso próximo han aumentado las matrículas en todos los niveles. Además, pueden presumir de haber eliminado cualquier problema de convivencia.

La clave ha sido la implicación de las familias, a través del Ampa Atenea, y proyectos como el huerto, el embellecimiento de los espacios, o la transformación del patio para que acoja más diversidad de juegos. También han llevado sus acciones más allá de los límites del colegio con una intervención en la cercana plaza de San Pablo, donde durante varios meses, profesores, madres, padres, alumnos y vecinos se han juntado para tejer piezas de crochet con las que decorar los árboles del barrio. Porque cuidar el espacio público también es educar.

Actuaciones como éstas se intensificarán el próximo curso, ya como una Comunidad de Aprendizaje que incluirá a voluntarios de la Universidad de Málaga, Servicios Sociales, el Ampa y la ONG Málaga Acoge. El objetivo, «conseguir ser una verdadera comunidad».