Pocas cosas hay tan simbólicas como el edificio que alberga la Delegación del Gobierno autonómico, en el número 18 de la Alameda. Fue construido a finales del XVIII, cuando la actual Alameda Principal ya era considerada lo que la calle Larios fue en el siglo siguiente y sigue siendo en nuestros días.

Remodelada en el XIX, quédense con sus balcones preñados, los cierros decimonónicos, la gracia de los últimos cuerpos: los áticos y el torreón mirador, desde el que sus propietarios no se perderían la llegada de buques con sus mercancías al puerto. Tampoco se pierdan el detalle de la planta baja y la entreplanta, con ese almohadillado que tanto recuerda a la Aduana.

Para reforzar el símbolo, esta gran casa de la Alameda, además de estar ocupada por la Junta, acoge en su seno desde 1899 la antigua taberna de don José de la Guardia, fundada en 1840 y que por ese final de siglo se encontraba en manos del empresario Enrique Navarro, que la trasladó 'de manera temporal' a la Alameda Principal, a causa de obras en Atarazanas, donde estaba el establecimiento.

Así que en el mismo edificio, la Junta de Andalucía y la Antigua Casa de Guardia, la administración autonómica que ha desplazado en número de competencias y casi en importancia a la administración central y la taberna más antigua de Málaga, una ciudad que vive de la hostelería (y últimamente, también de la cultura).

Pues si la continúan examinando, quizás se maravillen por la preciosidad de sus guardacantones, esos guardaespaldas de las esquinas que impedían que se quedaran romas por el roce constante de los carros.

La casa cuenta con dos espléndidos ejemplos que dan a la vecina y pequeña calle Pastora. El que hace esquina con la calle Panaderos luce un rostro humano y el que asoma a la Alameda es una fusión de criatura con escamas y de fantasía concéntrica. Pues bien, este último guardacantón deberán fotografiarlo de forma que no desluzca, por la sarta de pintadas que desde hace más de un año le acompañan a pocos centímetros y que van a más.

Una de ellas, de gran tamaño, es una suerte de personaje de Los Simpson, marca de la casa de algún sujeto falto de educación. La jeta esté presente en muchas paredes de Málaga. Por cierto, fíjense en la cara del monigote: una lágrima surca su rostro. Nosotros también nos unimos a la pintada y lloramos por la falta de sensibilidad y civismo del tarugo que lo pintó.

El misterio es cómo una de las administraciones públicas más importantes y voluminosas de España permite que el edificio en el que tiene su sede exhiba estas pintadas durante un año o más. Y que no salga por peteneras: las pintadas dan a la parte de la Antigua Casa de Guardia, cierto, pero prerrogativas tiene de sobra para hacer que los garabatos se limpien cuanto antes.