Las catas arqueológicas siempre han sido un incordio para el desarrollo inmobiliario de Málaga, que principalmente está enfocado al progreso (de algunas cuentas corrientes, se entiende).

La aparición de unos vetustos cimientos, no digamos de unas piezas de cerámica o en el peor de los casos, un muro de mampostería o un capitel, se ha vivido muchas veces como una auténtica tragedia.

Y eso que en el descubrimiento y recuperación del pasado, España llevó la delantera a buena parte de los países occidentales. Como recordarán, Carlos III, durante su etapa como rey de Nápoles, encargó a un ingeniero zaragozano un trabajito de fin de semana: las primeras excavaciones sistemáticas en Pompeya y Herculano.

Tan loable antecedente no fue muy aplaudido en Málaga, con la salvedad de algunos 'locos' dignos de elogio como Jorge Loring, Amalia Heredia, Manuel Rodríguez de Berlanga o Juan Temboury, de ahí esos empeños en el XIX por echar abajo el cerro de la Alcazaba o la construcción de la Casa de la Cultura sobre el Teatro Romano, todo un símbolo de incultura institucional.

Por fortuna, este horizonte tan montaraz ha ido cambiando a medida que Málaga ha dependido, cada vez más, de la cultura, lo que no quita que las catas las sigan viviendo algunos como unas oposiciones a notario.

Ningún inconveniente, sin embargo, presentan las tres hectáreas del Cerro del Villar, en una parcela que permanece sin planes de urbanismo por lo menos desde el siglo V antes de Cristo.

El domingo pasado La Opinión acompañó al brillante arqueólogo Eduardo García Alfonso a este yacimiento fenicio que, salvando todas las distancias, es nuestra particular Pompeya. Un caso único en el mundo porque es una ciudad fenicia entera, sobre la que nadie ha vuelto a construir jamás.

Semejante ganga, un auténtico premio de la Historia para Málaga, de ningún modo ha sido aprovechada por nuestras abúlicas autoridades, muchas de las cuales se limitan a repetir como loros que Málaga fue fundada por los fenicios hace 3.000 años -y de ahí que no las saquen-. En realidad, por los datos actuales inflan la cifra en exceso: unos tres siglos.

La realidad es que tras unos lustros provechosos, hace 15 años que nadie 'hinca el pico' en el Cerro del Villar. El problema les sonará: los terrenos pertenecen a la Agencia Andaluza de Medio Ambiente y Agua, el visto bueno para volver al tajo lo tiene que dar la Consejería de Cultura, y el yacimiento está en el municipio de Málaga, así que también entra en liza el Ayuntamiento. Conclusión: Hay que poner de acuerdo a tres negociados.

Hace año y medio se abrió la puerta a la esperanza, porque nuestro alcalde visitó los terrenos, que estaban siendo examinados por georradar para constatar lo ya excavado: Málaga tiene una ciudad fenicia a su disposición para poder recuperarla enterita.

Qué bien nos vendría ahora Carlos III.