La profesión de orientador es relativamente joven en España pero cada vez se es más consciente de su importancia. Ana Cobos explica cuáles son sus funciones, cómo guían a los alumnos y el protagonismo que tienen en la detección de trastornos y adicciones.

Más de 6.000 alumnos en Málaga deciden en estos días su futuro académico tras la Selectividad. ¿Cómo les orientan?

Los orientadores les decimos que el camino que hay que seguir es su propio camino, su proyecto personal. El proyecto profesional debe alimentar el personal. Hay que ir pensando en la etapa adolescente qué es lo que uno quiere hacer en su vida a todos los niveles. Empezamos a trabajar en esto desde que los niños son muy pequeños. Ya en infantil, los juegos de roles denotan cuáles son los intereses vocacionales. Es muy difícil desligar el proyecto de vida del profesional. Por eso hablamos tanto con ellos de esto, de cuáles son sus valores, de qué quieren hacer con su vida.

A partir de los 15 años los menores tienen que tomar decisiones que afectarán a su futuro. ¿Tienen suficiente madurez?

Tanto los 15 como los 14 años son edades prematuras aún y las decisiones prematuras pueden llevar a equivocación. Por eso, cuando tenemos duda, siempre tiramos hacia arriba. Es mejor recomendarle a un alumno un itinerario académico con el que se motive y siga estudiando que bajar las expectativas.

¿Han afectado la crisis económica y sus consecuencias a las expectativas de los estudiantes?

En Andalucía tenemos una tasa de desempleo juvenil alarmante y a los alumnos les desanima. Además, ocurre algo casi por primera vez en la historia, que es que la formación no está garantizando un buen empleo. En los años 70 o 80, una persona que estudiaba una carrera universitaria, sabía que iba a poder trabajar, que iba a tener un trabajo digno que respondía a su porcentaje de inversión en su formación como profesional. Hoy una alta formación no te garantiza un empleo de alto nivel, ni en lo económico ni en la seguridad, y eso desanima a los chicos y chicas.

¿Cómo les ayudan los orientadores a afrontar esto?

Nuestra idea es trabajar hacia el desarrollo del proyecto personal. También sabemos que hay jóvenes ahora a los que les va bien pero el motor no puede ser el externo: ganar mucho dinero, tener mucho prestigio… El motor debe ser interno: ‘me voy a formar para sacar de mí lo mejor, para estar bien, para generar un bienestar a mi comunidad y que eso me retroalimente a mí’. Pero es difícil porque hay cuestiones que no están en nuestras manos, como la precariedad laboral. Aunque siempre hay hueco para los emprendedores y quien tenga una formación muy buena.

¿Qué funciones tienen los orientadores hoy en los centros educativos?

Tenemos tres ámbitos de trabajo. Uno es la orientación vocacional, que empieza en Primaria, pero también se trabaja en Infantil, y en Secundaria se trabaja igualmente con Bachillerato o FP. El segundo ámbito es la acción tutorial, que son todos aquellos contenidos que no forman parte del currículum, como educación vial, educación para el consumo o educación afectivo-sexual. Y otro tercer ámbito es el de atención a la diversidad. Ahí se trata de encontrar la respuesta educativa más adecuada para optimizar el potencial de un niño o niña, que puede que tenga necesidades educativas especiales o no, pero en cualquier caso nosotros tenemos que estar pendientes de que todos tengan la respuesta educativa que precisan.

¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrentan los orientadores en los colegios?

Lo que más se repite son las tecnoadicciones. Niños que pasan las madrugadas en vela, jugando online, consultando internet, jugando al Fortnite, que está creando auténticos adictos. Esto es un problema grande. Y los padres están en un nivel menos avanzado en el conocimiento de las tecnologías. Nosotros lo detectamos al ver niños que se duermen en clase o los propios padres nos lo dicen. Lo de las tecnoadicciones es terrible porque nos supera, nuestro enemigo son grandes compañías que quieren vender, y niños muy inmaduros, muy débiles ante este tipo de adicciones. También hay casos de autolesiones, bullying o casos transgénero, que cada vez son más.

¿Está la profesión de orientador suficientemente valorada?

Yo creo que sí que está valorada porque cuando las familias tienen problemas importantes acuden a nosotros. Y eso es un motivo de reconocimiento. Pero esta es una profesión joven y queda mucho por hacer. Los orientadores empiezan en España en 1977 y al principio había sólo tres en cada provincia. Poco a poco va habiendo más y somos más visibles. En Málaga ahora mismo tenemos 18 equipos en toda la provincia.

¿Hay suficientes orientadores?

La ratio está muy mal. La Unesco, la Copoe y la Asociación Estadounidense de Psicología hablan de que la ratio mejor sería 250 estudiantes por orientador, casualmente la ratio de Finlandia. En España estaremos sobre unos 800 estudiantes por orientador. Hay uno en cada centro en Secundaria pero en Primaria hay un orientador que visita varios colegios. En Infantil y Primaria es imprescindible porque ahí hacemos toda la detección precoz de los trastornos importantes.

¿Qué le pide el colectivo al nuevo Gobierno andaluz?

Además de la ratio, que estamos triplicando las recomendaciones de la Unesco, en Andalucía llevamos muchos años sin normativa específica en Orientación. Teníamos una de 2006, pero se derogó. Necesitaríamos tener un Plan de Orientación que fuera la hoja de ruta de qué se quiere hacer con la educación en Andalucía. Cuál es el proyecto, no a corto y medio plazo, que es la forma en la que trabajan los políticos, sino a largo plazo.

Usted también apunta que hace falta más investigación.

La investigación es lo que nos dice qué funciona y qué no. Y aquí cada vez que viene un partido político nuevo al Gobierno hace una nueva ley pensando en su ideología o en su forma particular de ver la educación, sin basarse en lo que realmente necesitamos que se basen, que es en los datos empíricos de la investigación. Lo que no puede hacerse es unas leyes basadas en ocurrencias de los políticos.

Copoe también reivindica que se regule el acceso a la profesión.

Sí, ahora cualquiera puede entrar. Un pedagogo oposita a orientación pero un matemático también puede hacerlo. Eso pasa porque nuestra profesión no está regulada y no se requiere una formación previa. Pero un profesor de cualquier licenciatura no puede diagnosticar un TDH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). Una de las reivindicaciones de Copoe es que para ejercer la orientación se tenga que ser pedagogo, psicólogo o psicopedagogo.