La soledad es una de las formas de convivir que más está aumentando en España. En ocasiones se trata de un estado social temporal, pero en muchas otras se convierte en una forma de vida hacia la que muchos no han tenido posibilidad de elegir. Les ha llegado sola, sin pedirlo y día a día se convierte en su compañera inseparable. Sólo en Málaga, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, existen más de 154.800 personas que viven solas, de ellas el 39 por ciento son mayores de 65 años. Este pasado año, la provincia malagueña registró más de 60.400 mayores que viven solos, de los cuales más del 71 por ciento son mujeres, datos que desde 2014 fecha en las que se comenzaron a tener registro han ido creciendo continuamente.

Con estos datos al alza, la soledad se está convirtiendo en un problema social que afecta de forma negativa al bienestar psicológico de los que la sufren, ya que como ser humano y social, las personas necesitan vincularse efectivamente y comunicarse con otras para sobrevivir. Aunque hay personas que pueden experimentar satisfacción en algunos de estos momentos, otros mayores sienten sensación de desamparo y abandono por sus más allegados, así como reactivar sentimientos de tristeza o ansiedad que pueden dañar su estado emocional y la salud; en ocasiones, pudiendo incrementar las probabilidades de dependencia y mortalidad.

Para paliar estas situaciones es necesario la implicación de voluntarios, familiares e instituciones y en general, de toda la sociedad. De ello, sabe bien la Fundación Harena, una organización malagueña que trabaja facilitando el acompañamiento domiciliario para paliar la soledad, el aislamiento y las carencias afectivas de las personas mayores que viven solas.

Actualmente, esta entidad cuenta con un programa activo llamado Soledad 0-Vida 10, un plan que se viene desarrollando en la capital desde el año 2008. Este fue creado como un sistema de atención a esos mayores que sufren ese aislamiento y que se encuentran en muchas de las ocasiones, en riesgo de exclusión social o situación de dependencia, desarrollándose a través del acompañamiento y la promoción de actividades de envejecimiento activo. En definitiva, un proyecto lleno de ambiciones para dar a los mayores el cariño y la atención que se merecen.

«Con estas actuaciones intentamos que esa soledad se reduzca gracias a la presencia del voluntario. Es tan sencillo como que con sólo unas horas hacemos posible que sean más felices, transformando ese sentimiento negativo y acusado por culpa de la soledad», explica Estefanía Valladares, responsable de voluntariado en la Fundación Harena.

Se trata de un trabajo organizado por un pequeño equipo de trabajo conformado por personas comprometidas con la labor a las que año tras año se han ido sumando voluntarios con el fin de aportar ese granito de compañía y alegría a estos usuarios, llegando a ser a día de hoy, más de 250 personas las que realizan las labores de acompañamiento en Málaga, cifra a la que se le suman los más de 350 usuarios en riesgo de exclusión social o situación de dependencia que participan en el programa. «Ahora también nos hemos lanzado a Fuengirola, donde hasta el momento contamos con 25 casos», señala Valladares.

Para poner en marcha cada uno de los casos, la organización recibe el apoyo de Asuntos Sociales y los servicios sanitarios, los cuales en sus diferentes centros, se encargan de detectar el riesgo de soledad en las personas que atienden y deciden tras contar con el consentimiento de las mismas, derivar sus casos a la Fundación Harena, a la cual se le envía un informe con sus datos personales, situación y qué es lo que les gustaría hacer , para posteriormente tramitar su solicitud de acompañamiento. Es a partir de este momento, cuando interviene la organización para conseguir un voluntario y un usuario que conformen la pareja adecuada para llegar a cabo el acompañamiento. «Según el perfil de ambas personas, se conforma un dúo en el que se intenta que prime sobre todo, la afinidad, intereses comunes y la cercanía, para de esta forma evitar que exista cualquier barrera que impida al voluntario realizar la actividad o desista del acompañamiento.

Una vida discreta

El ritmo de vida actual es rápido y ello hace que falten horas del día para hacer cosas y dedicarle tiempo a todo lo que se desea. Esta es la situación en la que se encuentran muchos de los familiares de estos mayores que día tras día ven como su soledad es la única compañía con la que cuentan. Y esta, es la realidad a la que se enfrenta la fundación cuando los trabajadores sociales ponen en su mesa un nuevo caso.

En ocasiones estas personas no reconocen el estado de soledad en el que se encuentran, y las que si lo hacen, tienden a escusar su situación y en caso de tenerlos, a sus propios familiares. ¡Cómo van a venir con la de cosas que tienen que hacer!, ¡Entre el trabajo y los niños los pobres no tienen tiempo para nada más!, son expresiones que forman parte de esa frecuente actitud con la que no quieren hacer sentir culpable a nadie de sus problemas, ni comprometer a nadie externo para que sobre todo no se conviertan en una «carga» para nadie. «Tienen una forma de vida mucho más discreta, acostumbrados a una gran independencia. Ahora se ven expuestos a muchas limitaciones, un ritmo vital totalmente diferente al que ellos han vivido».

Por ello, la fundación realiza un seguimiento de la efectividad del programa donde comprueban la evolución. «Más del 90 por ciento de nuestros mayores están encantados y muy satisfechos con la ayuda que les brindamos, así como con los voluntarios que le dedican ese tiempo en compañía, algo para ellos muy preciado. En definitiva, su vida ha cambiado de color y ahora es mucho más alegre», destaca Valladares.

Tener a su lado una persona desmonta su rutina de aislamiento diaria, contar con motivaciones y nuevas experiencias de las que disfrutar y olvidar la soledad.