Aunque son muchas las ciudades que ocupan páginas literarias maravillosas, Málaga como capital de la Costa del Sol, ha dado lugar a un sinfín de historias, acogiendo a algunos de los mejores escritores de la literatura española e internacional. Esta ciudad no es especial sólo porque apareciera en uno de los capítulos del único libro en castellano presente en la lista de los más traducidos a nivel mundial, El Quijote, sino porque fue punto clave para la Generación del 27, inspiración para muchos magos de las letras del modernismo y lugar fascinante para escritores como Hans Christian Andersen.

La céntrica calle Strachan alberga las casas donde nacieron dos de los escritores pertenecientes a la Generación del 27, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. El primero, nació en el número 4 de esta vía, donde existe una placa que indica el edificio donde creció este amante de Málaga, pasión que refleja en muchas de sus obras. En sus memorias hace una brillante evocación de la ciudad, la imprenta Sur que fundó junto a otros compañeros y su significado para él. «Nuestra imprenta tenía forma de barco, salvavidas, faroles, vigas de azul y blanco, cartas marinas, cajas de galletas y vinos para los naufragios». Nacido en el número 7 de la misma calle, Emilio Prados también desarrolló parte de sus escritos en la ciudad participando, por ejemplo, en la mítica revista literaria Ambos.

No muy lejos de aquí se encuentra el antiguo Café Chinitas, un establecimiento que se convirtió durante los años 20 y 30 en el café-teatro más popular de España. En él, se codeaban artistas nacionales e internacionales entre los que se encontraba el propio Federico García Lorca. Sus vivencias en este local hicieron que fuera el protagonista de la canción que interpretó junto a La Argentinita, En el Café de Chinitas. Además de este punto de encuentro, Lorca pasó sus veranos alojado en el Hotel Hernán Cortes, edificio en el que actualmente se sitúa la subdelegación de Gobierno en el Paseo de Sancha. «Para ser un buen andaluz hay que creer en esta ciudad que se estiliza y desaparece ante el amor divino de nuestra sangre y música», escribió el poeta en un folio del hotel.

Callejeando por las paralelas a la majestuosa calle Larios, la Paloma Quiromántica aparece en calle Bolsa. Esta escultura es un homenaje a uno de los novelistas que jugaron un papel crucial en la vida cultura de la ciudad en la segunda mitad del siglo pasado, Rafael Pérez Estrada. A los pies de la calle Larios, en plena plaza de la Marina, tienen presencia dos de los grandes maestros de las letras. Por un lado, el malagueño José Moreno Villa, quien nació en una de las calles desaparecidas que ocupaban la plaza. A caballo entre la Generación del 14 y del 27, Villa refleja Málaga en su autobiografía Vida en claro, donde habla de su casa en la que «unos balcones daban al puerto y otros a la catedral» o movimiento del mar del que era protagonista y que relata en Voz en vuelo a su cuna.

En la acera norte de la misma plazoleta, se encuentra sentado en un banco el mismo Hans Christian Andersen. Una obra de bronce que representa al escritor danés y que podría ser reflejo de cualquiera de los momentos que el autor de La Sirenita pasó en Málaga en octubre de 1862, estancia que recogió en su obra Viaje por España. Andersen quedó prendado de la capital, llegando a escribir sobre ella que «en ninguna otra ciudad española he llegado a sentirme tan dichoso y tan a gusto como aquí».

«Es la dulce Málaga, llamada la Bella, de donde son las famosas pasas, las famosas mujeres y el vino preferido para la consagración», plasmó Rubén Darío en su libro Tierras Solares de 1904, año en el que estuvo viviendo en la ciudad. Este poeta nicaragüense la calificó de «indolente, poética y llena de cálida gracia», conociendo barrios tan singulares en su momento como El Perchel, la Trinidad o la Alcazaba. Junto a la pasión que sentía por ella, también en ocasiones era cruel con su vida, «una realidad de la vida, donde halláis un pueblo pobre, falto de sangre y trabajo».

Uno de los esenciales de la Generación del 27 que también pasó su infancia en las calles malagueñas, fue Vicente Aleixandre. Ello hizo que este poeta sevillano marcara muchas de sus obras. En una de ellas, Sombra del Paraíso, iniciada después de la Guerra Civil, comienza a hacer referencias a una «Málaga soñada» y tipificada en sus recuerdos. En la ciudad se le dedican varios homenajes, entre ellos, una placa en la calle Córdoba, en el propio Paseo de la Farola, a los que se le suma, que este Premio Novel de la Literatura también fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad.

Entre sus muchos renglones puede leerse «pero tú duras, nunca desciendes y el mar suspira o brama por ti, ciudad de mis días alegres, ciudad madre y blanquísima donde viví».

La Catedral de Málaga no podía faltar en la historia de las letras de la ciudad. A ella está ligada José María Hinojosa, introductor de la poesía surrealista en el panorama nacional y cofundador junto a Emilio Prados de la revista literaria, Litoral. Nacido en la localidad malagueña de Campillos, Prados pasó su infancia entre el municipio de Alameda y la capital. Tras ser detenido en la Guerra Civil, trasladado a la prisión provincial y asesinado, sus restos reposan en la cripta de San Lázaro del templo malagueño.

El Cementerio Inglés es otro de los lugares donde descansa uno de los literarios que quedó enamorado de la Costa del Sol, se trata de Jorge Guillén. Aunque nació en Valladolid y vivió en diferentes ciudades europeas y españolas, visitó Málaga en varias ocasiones, y en ella sería donde finalmente se afincaría. Fue a la vuelta de su exilio cuando este poeta del 27 quedó sorprendido del camposanto anglicano, el cual le recordó al poema Le Cimetrière Marin que el había traducido años atrás como El Cementerio Marino. Fue entonces cuando decidió que quería ser enterrado en él.

Y uno de los barrios imprescindibles en la visita a esa Málaga literaria, es El Perchel. Este aparece en la universal obra de Miguel de Cervantes, El Quijote, cuando en su capítulo tercero, donde el protagonista ha emprendido su aventura por los campos de Montil, confunde la venta con un castillo y se cree que el ventero es el amo del lugar y donde entre charlas habla de «andar por diversas partes del mundo buscando aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga, las Islas de Riarán o el Compás de Sevilla».

Pasear por las calles de Málaga es sumergirse sin saberlo, en el ambiente literario que en rincones escondidos, plazas, parques o paseos que inunda la ciudad.

Diez hitos de la ruta literaria

PALOMA QUIROMÁNTICA.

Se trata de la escultura situada en la calle Bolsa, dedicada al malagueño Rafael Pérez Estrada.

PLAZA DE LA MARINA

Obra de bronce que representa al escritor danés, Hans Christian Andersen.

PLACA SITUADA EN EL NÚMERO 7 DE CALLE STRACHAN.

Lugar donde se localiza la casa donde nació Emilio Prados.

CATEDRAL DE MÁLAGA

Este templo malagueño reposan los restos de José María Hinojosa.

PLAZA DE LA MARINA

En una de las calles que antiguamente ocupaban esta plazoleta, vivió José Moreno Villa.

CEMENTERIO INGLÉS

En él reposan los restos de poeta de la Generación del 27, Jorge Guillén.

LA CALLE ANCHA DEL CARMEN, BARRIO EL PERCHEL

Por ella paseó Ruben Darío y también pretendía buscar aventuras en ella el propio Don Quijote.

PASAJE CHINITAS

En él se sitúa el Café Chinitas, punto de encuentro en los años 20 y 30 de escritores como el propio Federico García Lorca.

MONUMENTO A RUBÉN DARÍO

En el Paseo del Parque puede encontrar el monumento dedicado al poeta nicaragüense.