«¿Para qué sirve la ortografía si no sabes qué decir?». Con este interrogante decidió Cintia Pérez, psicopedagoga y profesora de Formación Profesional Básica (FPB) del Colegio Gamarra, cambiar el examen final de Lengua a sus alumnos por una reflexión sobre su paso por el ciclo y su propio desarrollo personal. «Yo les decía que el graduado implica madurez», explica Cintia, por lo que tendrían que enfrentarse al reto del folio en blanco pese a vivir en «la época de la superficialidad y los caracteres limitados».

Tras un par de horas escribiendo y cuatro o cinco folios después, los alumnos de FPB del Colegio Gamarra evidenciaron la compleja trama, a menudo pasada por alto, que hay tras lo que se tiende a calificar como un «estudiante conflictivo».

«Realmente a mí me costaba muchísimo dejar de hacer el tonto en clase, porque al haberlo hecho toda mi vida intentaba ponerme, pero ya no tenía una base, por lo que por mucho que lo intentara no me enteraba de nada y caía en una monotonía», confiesa en su escrito Raúl García, uno de los alumnos de la clase de Cintia Pérez.

Esta es una situación que se repite a menudo en los pupitres durante los cuatro años de la ESO, según la profesora. «Si tu pones el mismo ritmo para 30 niños, que cada uno tiene una circunstancia distinta, obviamente va a haber siempre gente que se desenganche y que no se sienta parte de ese grupo», critica la docente.

Los problemas familiares, económicos y personales de algunos estudiantes y su entorno se acaban convirtiendo en un lastre que les hace pasar fantasmagóricamente por las aulas, generándoles un grávido sentimiento de culpa y frustración.«No sabía qué hacer conmigo mismo: estaba deprimido, me costaba mucho estudiar, pero tampoco le ponía ganas porque no tenía motivación...», relata Víctor García, que ahora se prepara para ser auxiliar de enfermería.

El estigma

En el curso 2018-2019, en Málaga, cerca de 2.300 estudiantes se matricularon en Formación Profesional Básica, conocida anteriormente como Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI), y orientada a impulsar a estudiantes que no han acabado la ESO a conseguir su graduado. Sin embargo, este ciclo sigue soportando la pesada losa del estigma que lo define como el lugar «de los que no estudian». En palabras de Cintia: «Es como el gueto. Si te has ido a FPB es que eres tonto. Esto sigue señalando y reforzando el fracaso escolar...Ellos quieren sentirse un alumno normal y que se espera de ellos lo mismo que de un alumno de la ESO».

«La última oportunidad para reengancharse». Así define esta profesora la Formación Profesional Básica, un espacio en el que los profesores deben reiventarse a diario para adaptarse a las necesidades del alumnado y para ayudar también más allá de lo académico. Los resultados sorprenden a los propios alumnos, como a Álvaro Díaz: «Nunca creí que tenía cualidades para afrontar todo tipo de situaciones, saber que podría superar barreras como matemáticas, inglés incluso ciencias».

De la promoción de FPB del Colegio Gamarra, 14 alumnos aceptaron el reto, no solo de coger papel y bolígrafo como prueba final de Lengua, sino de sacarse el graduado. «Yo también valgo mucho como para ser una persona culta, educada y formada. Por mí, mi futuro y por todas aquellas mujeres de cualquier etnia que quisieron y no pudieron, yo debo hacerlo», afirma rotundamente Nerea Montosa, cuyo próximo paso será un Grado Medio de Gestión, porque «no piensa quedarse quieta». En la misma línea, Juanjo Paloma quien, título en mano, tiene en mente su futuro:«Ahora vienen mis prácticas y estoy nervioso por saber a dónde voy a ir, pero eso no importa, porque las voy a hacer muy bien, y me van a dar la ESO, y después voy a hacer Grado Medio de Electricidad que me gusta mucho». El futuro de estos estudiantes acaba de empezar.