Hace unos días, esta sección mostró una veterana inscripción, todavía más o menos legible en la calzada de la parada de taxis junto al Hospital Civil, en la que puede leerse el año 1969, o eso al menos intuye un servidor sin necesidad de instrumentos ópticos de precisión.

De un par de años posterior es una inscripción de bienvenida al alcalde Cayetano Utrera, parte de la cual todavía puede leerse en los restos del molino que hay a la entrada de Churriana, muy cerca de la calle Torremolinos, un molino por el que Ayuntamiento está tan vagamente interesado que se perderá para siempre.

Todavía en algunos rincones de Málaga quedan huellas, no tan anecdóticas como las anteriores, sino relacionadas con las grandes industrias del pasado y que van más allá de las chimeneas supervivientes.

Cierto es que se encuentran en franca retirada, sobre todo de las aceras. Hasta hace algo más de diez años, cualquiera que paseara por los Jardines de Pedro Luis Alonso podía localizar un par de losetas de La Fabril Malagueña, fundada en 1884 en la calle Puerto y que tras la I Guerra Mundial dirigió José Hidalgo Espíldora, el maestro de obras de la calle Larios. De este negocio salieron baldosas, bancos para jardines, tuberías, mostradores...

Es una pena que quienes remodelaron las aceras de los Jardines del Ayuntamiento no tuvieran el detalle de preservar estas losetas.

Hace algunos años también podían localizarse en la plaza de Capuchinos; aunque en la actualidad, con nuevas aceras, un servidor al menos no ha encontrado huellas de la La Fabril Malagueña (si todavía queda alguna, sería para felicitarse).

Gracias al académico de San Telmo Elías de Mateo, que se puso en contacto con esta sección, el firmante ha podido localizar una estupenda y discreta huella de la Málaga industrial. En calle Martínez, en la acera de la derecha (saliendo de calle Larios), podemos encontrar a la mediación una tapa de alcantarilla de la Fundición La Esperanza que en Huelin, a la altura de la glorieta de Antonio Molina y calle Princesa, tenía el industrial inglés Ruperto Heaton Hommer, fallecido en 1962.

Pese a que el tiempo y millones de pisadas han desgastado la tapa, todavía puede leerse el nombre de este empresario inglés, dueño de Villa Cristina, en El Palo -donde hoy se levanta una urbanización-.

De la próspera fundición de Don Ruperto (españolizó su nombre) salieron motores de coches, maquinaria agrícola, industrial y ferroviaria, recordaba en una conferencia en el Cementerio Inglés su sobrino nieto y columnista de La Opinión, Mariano Vergara, pues allí en este camposanto está enterrado su tío abuelo.

Si algún día se remodela la calle Martínez, ¿sería mucho pedir que esta modesta e histórica tapa continuara cumpliendo su función? Pidamos peras al olmo y crucemos los dedos.