En realidad, el detonante de la ingente labor investigadora de José Antonio Barberá surgió a raíz de una conferencia, hace años, en la que el conferenciante hizo un repaso a buena parte de los barrios más veteranos de Málaga, sin mencionar El Palo.

«El profesor dijo que del Palo no había hablado porque no tenía historia. Aquello fue lo que nos removió un poco por dentro», confiesa el investigador malagueño, nacido en el Centro pero paleño de adopción desde hace décadas.

Las palabras de este conferenciante pronto demostraron ser poco consistentes, porque como explica este afable escritor, «una vez que te metes en los archivos y después de mover muchos papeles te encuentras con sorpresas».

Una de ellas la dio a conocer en su anterior libro, publicado en 2015, 'El Palo. Tierras de viña y mar': En el Archivo Municipal de Málaga localizó un escrito de 1774 en el que aparecía el «Bentorrillo del Palo» (sic), hasta la fecha, la primera mención escrita de su barrio.

Para complementar este libro y como cuenta que quedaban «muchas cosas en el tintero», José Antonio Barberá presentó ayer sábado en la Asociación de Vecinos del Palo, dentro de los actos de la Feria del barrio, el libro 'El Palo. La pesca, industria y gente', publicado por Ediciones del Genal (25 euros), con una preciosa maquetación de Nuria Ogalla, así como con grabados, etiquetas, litografías y cromolitografías de la colección de Manuel Martínez Molina.

La obra se centra en la relación tan estrecha de este barrio de pescadores con el mar, pero también repasa algunos negocios y comercios muy queridos como las fábricas de conservas de Acosta y de Aranda; los merenderos Casa Pedro, El Chanquete y la Gran Venta de Almellones, así como personajes ilustres paleños como la comadrona Carmencita Medina, el maestro de albañiles Demófilo Peláez o el joven Juan José Andreu Paniagua, fallecido a los 28 años por intentar salvar a una niña de morir ahogada en la playa y a quien el Ayuntamiento acaba de dedicarle un rincón del barrio.

El autor, por cierto, se decanta sin dudarlo porque el origen del nombre de El Palo guarda relación con la palabra latina 'palus' (marisma) en recuerdo de una gran laguna, de la que a unos dos metros de profundidad se han encontrado evidencias, en concreto un piso de tierra fina y duro, recuerdo de ese lecho que pudo nacer por los torrentes de los arroyos Jaboneros o Gálica.

Como apoyo de la parte marinera del libro ha contado con la ayuda de Pepe Rodríguez, que además de haber sido 42 años cocinero de Casa Pedro, de niño estuvo embarcado con su padre, es nieto de un histórico de las playas del Palo -el patrón de barca Joseíto el Lobo- y además es sobrino nieto del patrón de jábegas Matías Rodríguez Mellado el Fino, que cuenta con un busto en El Palo.

Esos capítulos tan unidos al rebalaje, por cierto, incluyen un léxico marengo, un diccionario de la gente del mar y el repaso a algunos marineros notables. Uno de ellos, quizás el marengo más veterano del barrio, es Juan Haro López el Moreno, patrón del sardinal San Francisco, que todavía lo conserva, varado en la playa del Dedo. «Con él crié a mis cuatro hijas y le prometí a mi mujer que nunca lo vendería», cuenta Juan en el libro.

A este respecto, el de las entrevistas con vecinos, ha contado con la colaboración de Falele Rodríguez, un dirigente vecinal histórico, que le ha proporcionado numerosos contactos.

Los príncipes de Mónaco

Así, gracias a los encuentros con muchos descendientes de paleños ilustres se han podido desvelar aspectos curiosos como el almuerzo de los príncipes de Mónaco, Rainiero y Grace Kelly, en la Gran Venta de Almellones, que estaba donde hoy se encuentra la gasolinera del Candado.

«Cuando se casan hacen una gira europea, vienen a Málaga y mira por dónde, vienen al Palo a comer pescaíto frito a Almellones», destaca Falele Rodríguez. Como curiosidad, el libro aporta un foto dedicada de los príncipes durante ese almuerzo. La foto, por cierto, la recibió la familia Palomo, propietaria del merendero, 25 años después, cuenta con una sonrisa el autor del libro.

Lo que la obra no ha conseguido verificar es la famosa historia de Miguel el de la Sardina, dueño del Merendero Gran Parada, en el que en 1885 habría comido Alfonso XII tras visitar los pueblos castigados por el terremoto de diciembre de 1884.

Según los datos aportados por la bisnieta de Miguel, Pilar Rodríguez Martínez, su bisabuelo, considerado el creador de los espetones de sardinas, habría nacido en 1872, por lo que sólo tendría 13 años cuando tuvo lugar ese encuentro con el Rey y además, según la bisnieta el merendero se abrió hacia 1894.

Tampoco ha encontrado dato alguno sobre otra historia muy presente en El Palo, la supuesta estancia en el barrio de Antonio Cánovas del Castillo, que habría sido invitado por el marqués de Iznate.

En palabras del autor, el libro ofrece entre otros muchos aspectos «una visión humana de aquellas gentes que vinieron a principios de siglo huyendo del hambre tras la devastación de la filoxera». La catástrofe de las viñas hizo que algunos montaran industrias conserveras de pescado como las ya mencionadas, «que dieron la vuelta al mundo porque llegaron a exportar a Nueva York, a Argentina, a Centroeuropa, de un barrio con muy pocas posibilidades», dice el historiador.

'El Palo. La pesca, industria y gente' recupera un caudal de datos y recuerdos gracias a la paciente labor de años de José Antonio Barberá. El Palo, para quien lo dude, tiene una larga Historia detrás.