Hace un par de días hablamos de algo tan terrenal como la tapa de una alcantarilla de calle Martínez, procedente de la desaparecida fundición La Esperanza, que estaba en las playas de Huelin y que era propiedad de Ruperto Heaton.

Su particularidad es que quién sabe si no lleva cerca de un siglo soportando todo tipo de calzados y ahora también, el paso raudo de los patinetes.

Estos pequeños vestigios de otros tiempos nos entroncan precisamente con el suelo que pisamos y hacen que vivir en Málaga no sea una experiencia aséptica y plana, como vivir en un centro comercial.

El entronque con el pasado ya hizo, por ejemplo, que muchos vecinos del entorno del Paseo de las Acacias reclamaran al Ayuntamiento precisamente eso, acacias; en realidad robinias o falsas acacias, esos árboles con el tronco oscuro y rugoso y flores blancas, comestibles y con el tacto a cera que ya nadie come.

Como sabrán los lectores de estas crónicas, el paso de los años y lo imposible de un caótico acabado urbanístico habían provocado que el Ayuntamiento fuera eliminando los árboles. La preocupación era que el Paseo de las Acacias, y la vecina playa de las Acacias, se podían quedar sin el árbol que les dio nombre.

Es lo que ocurre, claro, con todas las alamedas de nuestra ciudad, huérfanas de álamos, pero el riesgo en esta calle era que se quedara 'a pleno sol', sin un árbol que llevarse a la cabeza.

Por suerte, Parques y Jardines se comprometió a recuperar las acacias del paseo y el Ayuntamiento cumplió su palabra cuando urbanizó recientemente la calle.

Pues ya hay una acacia en riesgo de pasar al otro barrio sin haber dado apenas unos centímetros cuadrados de sombra y hermosura. En realidad, desde que fue plantada se encuentra en esta situación. Si algún responsable municipal se acerca al paseo, descubrirá que en la parte más próxima a la calle Eugenio Sellés, una pobre acacia está siendo 'vampirizada' por una inmenso algarrobo, que se asoma a la calle desde la vecina urbanización Las Palmeras.

Algarrobo y acacia parecen tener las copas abrazadas, por lo que el nuevo arbolito se encuentra aprisionado y no puede tirar para arriba como el resto de sus compañeros. Los primeros síntomas de 'sequedad', y no precisamente de garganta, ya saltan a la vista, así que si un jardinero municipal no lo remedia, esta puede ser la acacia más fugaz en toda la historia de esta calle.

El año pasado, ya contamos la preocupación que causaban en los vecinos de unas casas mata dos cipreses de esta urbanización Las Palmeras, asomados a la calle Eugenio Sellés y con la peligrosa manía de inclinarse hacia las casas. Los cipreses fueron talados y los vecinos ya respiran tranquilos.

Hora es de que alguien lleve ahora al peluquero a este algarrobo abusón.