La semana pasada hacíamos referencia al último anuario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, que incluye un informe sobre el Patrimonio en Málaga, a cargo de la académica y reconocida restauradora Estrella Arcos.

En él, además de lamentar el mal estado de conservación de la cripta de los Condes de Buenavista, en el Santuario de La Victoria, también alertaba del abandono de la Capilla del Puerto.

Esta sección se dio una vuelta ayer por el Muelle Uno para concluir que hay que tener pocas miras para recuperar para uso ciudadano este muelle del Puerto, pero dejar en el olvido y con el aspecto de un hospital robado esta histórica capilla, contemporánea de Juan Sebastián Bach, pues se abrió en 1732.

Lo cierto es que, como tantas cosas bonitas y valiosas en Málaga, en los años 70 del siglo pasado llegaron a estudiar demolerla, coincidiendo con la remodelación del Paseo de la Farola, pues no dejaba espacio para ensanchar esta vía y para construir naves de almacenes; por suerte, no se demolió sino que se trasladó, piedra a piedra, al otro lado del paseo, gracias al arquitecto Enrique Atencia.

Más de 40 años después del traslado, este precioso edificio religioso del XVIII, con discretísimas gárgolas y mascarones, sigue sin uso.

Hace unos años podían verse en su interior escobas, fregonas y recogedores. En nuestros días, la puerta principal tiene un tupido velo, una cortina que no permite ver su interior.

Sin la campana en la espadaña y con pequeños huecos laterales enladrillados, uno de los lados sirve además de apoyo para las sillas de un establecimiento vecino, que también arrima las sombrillas.

Ni siquiera ha desaparecido del todo una pintada, originalmente amarilla y ahora blanca, quién sabe si por la cercanía del mar, en la fachada principal, en el segundo piso, realizada con espray por algún neandertal del siglo XXI.

En suma, la puesta a punto del Muelle Uno ha dejado en el olvido el elemento más antiguo del Puerto de Málaga, si exceptuamos la lápida conmemorativa del inicio de las obras, en 1588.

Un servidor ignora qué plúmbeos obstáculos administrativos impiden a nuestros políticos hacer realidad su expresión francesa fetiche ('poner en valor') y así poder recuperar la capilla para todos los malagueños.

Es pequeña, antigua, hermosa y está ninguneada. Podía convertirse en un atractivo más del Muelle Uno, reconvertida en una pequeño espacio para mostrar la historia del Puerto o en un espacio expositivo.

De paso, podrían mandar al chatarrero los dos puntos metálicos informativos que hay junto a la capilla, porque recogen la trola de que Málaga sufrió el asedio de una armada de Flandes. Hasta la fecha, el asedio no se ha producido.