En Málaga, varios inmuebles tienen detrás historias de fantasmas y apariciones. En La Caleta, desde los años 80, un impecable edificio de viviendas, el Conjunto Villa Trini, 25 viviendas en el número 60 del Paseo de Sancha, arrastra el sambenito paranormal de ser la Casa de los Fantasmas. Al parecer, por los extraños ruidos que salían de ella, algo que hacía pensar en inquilinos de otra dimensión, ajenos al mercado inmobiliario.

Gracias al arquitecto Ángel Asenjo, que redactó el proyecto y dirigió las obras, hoy damos respuesta al enigma.

Como explica a esta sección, a finales de los 60, el palacete de Villa Trini, propiedad de Juan Jiménez Lopera, estaba en ruinas y la gente escuchaba ruidos inquietantes, «que se podrían deber a cualquier fenómeno físico de ventilaciones cruzadas en el ámbito de estas ruinas».

A mediados de los 70, los terrenos y lo que quedaba del palacete fueron comprados por el Banco Occidental, que encargó el proyecto a Ángel Asenjo.

A la hora de diseñar las terrazas, detalla, buscó que estuvieran apoyadas en pilares de la menor sección posible, revestidos de aluminio para integrarlos mejor con las celosías y falsos techos de aluminio.

Al final, para estabilizar la estructura del edificio se decidió que todos los pilares fueran metálicos y los forjados, de hormigón, es decir, que Villa Trini tuviera una estructura mixta.

A principios de los 80, con el edificio «prácticamente terminado», el Banco Occidental entra en crisis y es absorbido por el Fondo de Garantías Económicas del Banco de España. Esto hace que el inmueble se concluya pero permanezca cerrado dos o tres años, a la espera de propietario, que terminó siendo el Banco de Vizcaya.

Como explica el arquitecto, las estructuras de los edificios se calculan teniendo en cuenta que contarán con muebles, así que mientras no se habitan «se encuentran en equilibrio inestable».

Entre que se terminó y se habitó (la venta de los pisos, por cierto, fue un éxito) el Conjunto Villa Trini permaneció vacío y como estaba hecho de una estructura mixta y los coeficientes de dilatación del acero y el hormigón son distintos, las diferencias se volvían especialmente sensibles en verano, cuando durante el día se dilataba por las altas temperaturas y por la noche se contraía, al enfriarse.

Todo este 'cóctel', y encima falto de muebles que hicieran peso, provocaba que cuando alguna pareja se iba a los jardines o a los soportales del edificio a pelar la pava, saliera escopetada al escuchar «fuertes y escandalosos ruidos» y pensaran en fantasmas.

Si a eso unimos la mala fama anterior que se ganaron las ruinas de la desaparecida mansión, la gente empezó a hablar de fantasmas de la Guerra Civil, en realidad las contracciones nada espectrales del inmueble.

«Los fantasmas jamás existieron y el edificio desde que fue ocupado jamás volvió a crujir», concluye Ángel. Fin del misterio.