Solo durante los meses de julio y agosto, en la provincia de Málaga tienen lugar cerca de cien ferias y fiestas populares en las que los diferentes municipios están de celebración. Con ello, el verano no sólo se convierte en un periodo de vacaciones, diversión y relajación, sino en la época del año en la que los menores de edad se inician en el consumo de alcohol, elevan su ingesta o exploran otras sustancias.

La próxima semana, la capital de Málaga se enfrenta a once días de feria en la que estos jóvenes inundan tanto la celebración del centro como la fiestas que se llevan a cabo en el Real. Ante ello, organizaciones como Proyecto Hombre llaman a la «prevención y la precaución» durante estas jornadas. «Cada vez que hablamos de las festividades, culturalmente están muy relacionadas con el alcohol a todas las edades, aún más entre menores. Concretamente, son más propensos a asociar la diversión y el pasárselo bien con el consumo y eso es un error», explica Virginia Pérez, responsable del programa de prevención de Proyecto Hombre en la provincia de Málaga.

La organización no sólo destaca el aumento del consumo estas fechas, sino que además hace especial hincapié en el hecho de que «cada vez es más frecuente que el inicio de este se realice en edades tempranas». Este hecho lo confirma el último estudio realizado por la Agrupación de Desarrollo de Prevención de Adicciones (Adepa) y el Ayuntamiento de Málaga, en el que también ha colaborado Proyecto Hombre. Este informe, establece los 13 años como la edad en la que se comienza a ingerir esta sustancia y además, afirma que entre los 15 y 17 años, «el consumo de alcohol no ha dejado de crecer en los últimos años, iniciándose de forma muy temprana».

En sus páginas se hace referencia a la relación fiesta-alcohol como una realidad latente en el entorno de los menores de edad. Se confirma, por lo tanto, que se convive en un modelo de ocio que convierte al alcohol y otras sustancias en los elementos «claves y estrellas de la fiesta», principalmente durante los fines de semana, siendo «una situación que se ha visto favorecida por la asociación que se realiza entre consumo de drogas y diversión».

Paralelamente, «este va acompañado de otras sustancias como la marihuana, la cachimba y entre los más jóvenes, las bebidas energéticas. Aunque este dato pueda sorprender porque en los mayores no pueda suponer un problema, entre los menores si pueden tener consecuencias negativas», asegura Pérez.

Los datos reflejados en el informe sitúan la edad media de inicio en estas sustancias a los 11,5 años respecto a las bebidas energéticas, tanto para hombres como para mujeres. Le sigue el uso de la cachimba a una media de 12,8 años, estando muy cerca el consumo del tabaco con un promedio de 13 años. La marihuana o el hachís pasan a los últimos puestos comenzando en una edad más tardía, situándose de media en los 13,65 años. Los periodos posteriores a fechas señaladas como puedan ser la Navidad, Feria o las semanas siguientes a la finalización del verano, «son los tramos en los que se produce un repunte de las personas que descuelgan el teléfono para pedirnos ayuda», destaca.

Junto al alcohol, hay otra sustancia que estas fiestas tiende a convertirse en protagonista, el cannabis. Un consumo que en la provincia de Málaga suele iniciarse entre los 15 y los 17 años y que provoca que el 64 por ciento de los jóvenes atendidos por Proyecto Hombre bajo su plan de prevención, sean adictos a ella. El umbral de referencia en el que suele producirse un mayor contacto con algún tipo de sustancia, es el que corresponde al curso de 4º de la ESO, concretamente un 85,2% del alumnado malagueño las ha consumido.

Proyecto Hombre llama a la «prevención y a la responsabilidad» entre los jóvenes, para evitar problemas posteriores y hacer posible la «erradicación definitiva de las adicciones» que en menores suponen más del 30 por ciento de los casos que atienden.