Por tercer año consecutivo, el comedor de los Ángeles malagueños de la Noche, ubicado en la calle Fuentecilla, echa el cierre durante unos días y desde este miércoles y hasta el próximo 2 de septiembre la ONG no repartirá sus habituales comidas.

El parón en torno a la feria se ha convertido ya en un descanso fijo en el calendario para la decena de voluntarios que participan en este proyecto. Unos días en los que la afluencia desciende bastante, ya que muchos de los que acuden durante el resto del año encuentran un trabajo temporal, y la organización aprovecha el cierre para hacer algunos arreglos al comedor y mantenerlo en condiciones óptimas.

El presidente de los Ángeles de la Noche, Antonio Menéndez, aseguró que es la época en la que la cola acumula menos gente y desciende con respecto a años anteriores, cuando en verano podían atender a 500 personas y ahora están en torno a unas 200 en el comedor. Una cifra a la que habría que sumar los 50 ó 60 tupper que preparan a diario y que recogen los padres o madres de familia para llevárselos a sus viviendas y comer junto con sus hijos, sin necesidad de sentarse en el comedor.

Sin embargo, de cara al otoño las colas vuelven a crecer, momento en el que los contratos temporales dan paso al paro y muchos regresan a por un plato de comida al comedor. «A partir de octubre la gente vuelve y atendemos a unas 600 personas al día», matizó Menéndez. Una cifra que también es más baja que años atrás cuando la atención diaria llegaba a las mil personas.

Un comedor con historia

El comedor de los Ángeles de la Noche abrió sus puertas en su sede actual hace tres años. Desde entonces, cada día reparte ofrece desayunos y almuerzos a quien lo necesite y entrega una bolsa con la cena al culminar las comidas. Además, a aquellos que tengan niños y no quieran sentarse en el comedor también se les da la posibilidad de llevarse la comida.

Sin ningún tipo de ayuda institucional, este comedor comenzó en la explanada de Santo Domingo en el año 2007 con unos módulos prefabricados en los que repartían alimentos y llegaron a triplicar las cifras actuales en tiempos de crisis. A su actividad diaria y búsqueda incansable de alimentos y socios que ayuden a mantener el comedor -tiene unos 6.000 euros de gastos mensuales- se unen los repartos puntuales que realizan de alimentos. Uno de los más reconocidos es el que hacen en Navidad, donde cientos de personas se agolpan para recibir los 50.000 kilos de solidaridad que reparten.