Celtas Cortos, baluarte del folk rock español, acaba de lanzar un nuevo disco, Energía Positiva, que se suma a su larga trayectoria musical. «Los tiempos que nos ha tocado vivir tienen muchos lados oscuros, mierdas con las que hay que hacer eslalon para no caer en el charco», nos dice Jesús Cifuentes, el líder de la banda.

¿Celtas Cortos siempre se ha sentido querido por el público?

A lo largo de nuestra carrera hemos tenido gente que nos ha apoyado y también detractores pero porcentualmente creo que puedo decir que somos más queridos que odiados. Si llevamos treinta años en esto es porque disfrutamos con lo que hacemos y porque contamos con el apoyo de la gente que se asoma a la ventana de nuestras canciones.

¿Qué hay detrás de su Energía positiva?

Concentración de las mejores esencias que nos ha regalado el público, que es lo que nos ha hecho crecer como músicos, tanto por la parte instrumental como por la emocional. Esta última es la que tiene más importancia en este nuevo trabajo, el valor que tiene levantarse cada día y disfrutar de cada momento de la vida. Con una trayectoria tan larga como la nuestra hemos pasado por todos los estados posibles. Nosotros nos empezamos a desarrollar en la época analógica, ahora estamos en plena era digital, estuvimos en la cresta de la ola, en la mitad de la ola, en la parte baja de la ola. Después de tanto tiempo uno se da cuenta de que tiene que ser honesto con su trabajo, vivirlo, ser auténtico con la idea que defiende. Cada vuelta de tuerca, como este Energía positiva, es un nuevo reto.

Ante ese título, habrá quien entienda la reivindicación de una actitud frente a los tiempos que corren.

Estoy de acuerdo. Aparte de reivindicar eso como posicionamiento vital en el contenido del disco tampoco se esconde el lado oscuro. Para tirar de este carro hay que tener plena conciencia de en qué medio te desenvuelves y desde luego no siempre es amable porque los tiempos que nos ha tocado vivir tienen un montón de lados oscuros tanto a nivel social, político y económico, mierdas con las que hay que hacer eslalon y no caer en el charco.

«La música no me cansa», cantan en uno de sus himnos, 20 de abril. ¿Siempre ha sido así?

Desde luego hay momentos en los que el músculo puede aflojar un poco, como cuando te metes por el tubo de una gira y es intensa y requiere mucho esfuerzo físico y kilómetros. Pero cuando nos subimos a un escenario ese fantasma desaparece con la energía que te regala el público. La música es lo que nos mueve, nuestro motor, no nos cansa, es un pozo infinito de bienestar.

En el tema que da nombre al nuevo álbum dicen: «Hoy todo se puede arreglar, no queda espacio para el fracaso». ¿No pecan de exceso de optimismo?

La pelea está abierta y creo que nosotros somos capaces de transformar lo que queramos. Nunca hay que dar por supuesto que el telón de acero de lo chungo caerá sobre nuestras cabezas. En la mano de cada uno está tomar posición activa y transformar la situación. Quedarse parados provoca óxido en las neuronas, músculos y emociones.

¿Ahora hay menos espacio para la música alternativa?

En los tiempos que corren cada vez es más complicado hacerse un hueco, ante un panorama que está absolutamente colapsado por el mundo reguetón. Abrir hueco a propuestas alternativas, diferentes, es complejo. Es una pelea contra una tormenta difícil de torear. Se trata de buscar fisuras por las que colar nuestro veneno positivo. Una misión a pico y pala.

¿El relevo generacional ya se ha producido entre el público que les sigue?

Sin duda, y eso es una de las cosas que resultan más motivadoras. A los conciertos de Celtas Cortos hay gente de nuestra quinta que viene con los hijos. También los hay que nos descubren y nos disfrutan a pleno pulmón.