El sector servicios sigue confirmando su hegemonía dentro del tejido económico y productivo de Málaga mientras que la construcción, superados ya los terribles años de la crisis, va recuperando algo de peso en la provincia. La industria y el segmento agrario, por su parte, mantienen un peso reducido aunque de indudable valor. Así se desprende del último informe anual del mercado de trabajo elaborado por el Servicio Estatal Público de Empleo (SEPE), publicado hace unas semanas y que revela que los servicios reúnen el 82% del total de los 650.500 ocupados registrados en la provincia por la EPA a cierre de 2018. El porcentaje es inferior al de años anteriores (donde se alcanzó el 86%) debido al renacer de la construcción pero, en todo caso, sitúa a más de 535.000 personas trabajando en el segmento terciario de la economía, que engloba al macrosegmento turístico y a áreas como el comercio, el transporte o los servicios a empresas.

El estudio estima también que el sector servicios aglutina, a partir de los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) disponibles de ejercicios anteriores, el 82,57% del PIB provincial excluyendo impuestos netos (lo que se conoce como Valor Añadido Bruto), constatando que la riqueza viene de forma mayoritaria de su sector terciario. Entre los años 2013 y 2014, coincidiendo con los peores años del desplome de la construcción, ese porcentaje rondó incluso el 84%. La especial fortaleza y preponderancia que actualmente tienen los servicios en Málaga se comprueba al recordar que tradicionalmente el sector estaba siempre por debajo al 80%. Y en España, el peso de los servicios es ahora mismo del 74,5%, ocho puntos por debajo de Málaga.

Evolución de sectores

La construcción, con mucho el sector más castigado por la recesión, muestra claros síntomas de mejora. Su peso en la riqueza de la provincia se había reducido drásticamente con la crisis: de representar casi el 20% en los años de la burbuja inmobiliaria bajó a tasas del 7,1% en la época más dura de la crisis. Los datos de final de 2016 ya mostraban un repunte de su contribución gasta el 8,3%, y el porcentaje habrá seguido al alza desde entonces, vista la reactivación de la venta y construcción de nuevas viviendas.

La mejora del sector constructor también se refleja en su nivel de empleo. Hasta 2007, Málaga llegó a dar empleo a más de 100.000 trabajadores en sus tajos de obra, tanto para la edificación de viviendas como para la ejecución de obras de infraestructuras. Sin embargo, a cierre de 2012, con la crisis en su máximo apogeo, la cifra de ocupados era tan sólo de 27.100 personas. La situación ha ido mejorando poco a poco y este pasado año el volumen de trabajadores alcanzaba ya los 60.000. Así, el sector constructor emplea sólo al 6% del total de ocupados que hay en la provincia.

La radiografía se completa con las aportaciones de la industria y la agricultura a la riqueza de Málaga, segmentos con una representatividad limitada y que se mueven desde hace años en porcentajes del 6% y el 2% respectivamente. A nivel de ocupación, la industria emplea a 22.700 personas en Málaga y la agricultura únicamente a 19.500. Sin embargo, cabe constatar que a lo largo de 2015, el sector industrial bajó su peso dentro del empleo total de la provincia del 5,2% al 3,9% mientras que la agricultura lo mantiene constante.

El enorme protagonismo del sector servicios dentro de la economía malagueña es objeto de debate desde hace años. Muchas voces vienen reclamando desde antes de que se iniciara la crisis una apuesta por la diversificación del modelo productivo provincial. Los sindicatos CCOO y UGT, por ejemplo, afirman que este predominio se traduce en un modelo de empleo marcado primordialmente por la precariedad (al estar muy vinculado a la estacionalidad del turismo) y por bajos salarios. Las dos centrales vienen reclamando a las administraciones una estrategia de inversiones productivas centradas en la innovación y las nuevas tecnologías.

Los empresarios, por su parte, sostienen que la hegemonía de los servicios en una provincia como Málaga, de clara vocación turística, es lógica aunque admiten que se sigue echando en falta un mayor peso industrial, en línea con las consignas europeas del Horizonte 2020. La Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) ha resaltado también en varias ocasiones la necesidad de recuperar plenamente al sector constructor y, a nivel general del tejido productivo, de aumentar el tamaño de las empresas locales (la gran mayoría, micropymes), algo que también podría ir ligado a un mayor desarrollo de la industria.

Por otro lado, Málaga está firmando ya niveles de producción similares e incluso superiores a los de antes de la crisis. Las primeras estimaciones referentes al ejercicio de 2018 muestran que el Producto Interior Bruto (PIB) de Málaga a precios corrientes alcanzó el pasado año los 34.257 millones de euros. La cifra es la más alta de toda la serie histórica disponible, que arranca en el 2008 (precisamente el primero de la recesión con un PIB entonces de casi 31.000 millones), lo que indica que la producción se mueve ya en valores parecidos a los del boom económico. Ya en 2016 y 2017 el PIB se movió en 31.200 y 33.000 millones respectivamente, cifras que en 2018 han vuelto a mejorar.