Ignacio Béjar lleva 17 años dedicándose a la música sufí sanadora, «una ciencia muy antigua» que, según cuenta, los egipcios usaban para «armonizar y curar todo tipo de enfermedades» a través del poder de la vibración de la música. Ya en el siglo VIII y hasta el siglo XIX hay evidencias de que la música era importante en el ámbito de la sanidad. En hospitales de Egipto, Líbano, Al-Andalus estaba presente hasta la llegada de la medicina, según explica el maestro Béjar.

Describe el sufismo como una escuela de conocimiento y una escuela mística que utilizan la música, danza y poesía para entrar en un estado expandido de la conciencia y de esa forma crean un puente entre el cielo y la tierra. «El ser humano tiene una función muy importante que es conectar entre el mundo espiritual y el mundo material», esa es la clave del trabajo del músico.

«Vemos el mundo como todo por separado», aunque según defiende el músico, las cosas están más conectadas de lo que creemos. Define su música como «música para la unidad». Ahí se encuentra el punto de partida de su trabajo. «Encontrar la conexión en todo, y eso se consigue desde el corazón». Percibe que la sociedad vive con la cabeza, con los pragmático, al contrario de lo que sucede en Oriente donde «tienen otro concepto diferente, están más en el corazón, en experimentar las cosas».

«La sanación no solo se produce a nivel físico». Explica que la escala musical oriental conecta con los diferentes órganos del cuerpo, las diferentes partes, los estados de ánimo y enfermedades. En este sentido, esta música conecta las vibraciones producidas por la música con las vibraciones que produce nuestro cuerpo.

Uno de los problemas que ve en la sociedad es que el ser humano está conectado con lo material y lo intelectual. «Parece que el ser humano no tiene nada más y eso es una trampa. Es una maniobra de manipulación». Cree que las personas asocian la espiritualidad con la religión, algo que niega. «Es una parte del ser humano que está a otro nivel donde sentimos que formamos parte de algo mayor». Eso es lo que hay que buscar, según el criterio de Béjar.

Explica que el cerebro está compuesto por el hemisferio izquierdo, el cual se caracteriza por ser la parte lógica, competitiva, matemática, etc., mientras que el hemisferio derecho corresponde a la creatividad, inspiración, emociones, etc. Afirma que las personas de occidente vivimos bajo las pautas del hemisferio izquierdo, «son con las que nos educan», mientras que el opina que la zona derecha «está dormida».

Explica que la sanación llega de la parte espiritual: «Hay una información de armonía en el universo que cuando conectas con ella, todo empieza a armonizarse». Entiende que la enfermedad es un bloqueo de esa armonía «que es el estado natural del ser humano». Cuando ese bloqueo se deshace, afirma que llega un estado de felicidad.

Comenta que los dolores son los efectos de ciertas emociones o experiencias de la vida que se manifiestan en nuestro cuerpo. «Un problema físico está mostrando un problema en otro aspecto de nuestra vida». Por eso, la importancia recae para el maestro en que la forma de desbloquear ese dolor es a través de la toma de conciencia de ti mismo sobre lo que te produce el dolor. Para los maestros sufistas la enfermedad era «un grito desesperado del alma».

Durante sus talleres, Béjar improvisa su música en base a las escalas orientales que sirven para diferentes partes del cuerpo sin comunicar a qué parte va dirigida esa música. Corrobora que la gente siente acorde con la música la energía en las partes del cuerpo correspondiente. «Es una prueba de que es una ciencia antigua, es algo muy potente».

«La gente viene a mis talleres porque tiene algún problema». Cuenta que en sus talleres la gente tiene experiencias «muy fuertes» donde reconocen el causante de las dolencias que sufren en la actualidad.

Entre sus proyectos está el de crear una escuela de «música para la unidad», donde quiere enseñar música «como un camino espiritual», algo importante para él.