A María le encanta estudiar, salir a pasear y jugar en el colegio o el parque con sus compañeros y compañeras de clase. Es risueña, inquieta, curiosa y con tan sólo cuatro años, desliza su dedo como nadie por la pantalla táctil del móvil de su madre. Interactúa con este dispositivo de una forma rápida, buscando en Youtube la canción infantil que hace unas horas ha bailado junto a su hermano, accediendo a la cámara o realizando uno de los ejercicios didácticos adaptados a su edad a los que su madre le permite acceder.

Se trata de una de los más de 140.000 nativos digitales con los que cuenta la provincia de Málaga y que conforman esa nueva generación T, la táctil y tecnológica. Una nueva quinta compuesta por todos los nacidos a partir del 2010 y que prosiguen a los conocidos como millenials, a la generación X, Y o Z. Un público objetivo hacia el que muchas empresas han posicionado sus estrategias y que ya forman parte esencial de la estructura social.

Y es que pasan los años y el abecedario de los términos prosigue con una generación de pequeños nativos digitales que crecen entre una gran y variada oferta de dispositivos inteligentes que forman parte de su día a día como cualquier otro elemento.

No tienen miedo a experimentar, son impacientes, curiosos y para especialistas en psicopedagogía como los componentes del gabinete malagueño Capacita-le, «estos aunque sin generalizar, podrían marcar un antes y un después en la evolución humana, tanto a nivel conductual y comportamental como estructural o epigenético. Unos cambios que ya son perceptibles a pesar de haber pasado tan sólo diez años», explica Verónica Ramírez, directora del centro.

A pesar de la corta edad de estos niños y niñas, la revolución tecnológica ha provocado en ellos un alto desarrollo de su intuición, permitiéndoles al mismo tiempo labrar la capacidad suficiente de controlar las pantallas táctiles, el manejo de estas y todo lo relacionado con la navegación en Internet sin haber estado sometidos a una enseñanza previa. Esta desarrollada intuición forma parte de los aspectos positivos de esta exposición a las tecnologías. «La forma de aprender y de desarrollar la cognición se está produciendo de una manera más óptima». Otro de los pros que hay que tener en cuenta, está en el ámbito cultural. «Al estar conectados con cualquier parte del mundo, son una generación en la que el choque cultural será mínimo y la igualdad entre razas y culturas mucho mayor, por lo que podría decir que traerán consigo cambios a nivel social y menos conflictos», destaca Laura Martín, terapeuta experta en Neuropsicología Educativa del propio gabinete.

La realidad es que no sólo supone un desarrollo de ciertas habilidades, sino el atrofiamiento y alteración de algunas otras. Un ejemplo de ello, son las interacciones con el entorno y las relaciones sociales. «Nos encontramos con menores más pasivos a la hora de realizar interacciones con el espacio físico y con una mayor dificultad a la hora de desarrollar actividades y juegos que impliquen movimientos», asegura Ramírez. Hacia este mismo enfoque se dirige Marta Garrido, psicóloga infantil en el centro PsicoAbreu Málaga, quien explica que las relaciones con otras personas se ven especialmente afectadas, sobre todo en estos pequeños. «A la consulta nos llegan niños y niñas con problemas para hacer amistades, entablar conversaciones y socializar cara a cara. No son capaces de establecer una comunicación eficaz, ya que mediante estos dispositivos en la mayoría de las ocasiones, se pierde el tono, los gestos y las sensaciones». Elementos básicos para que desarrollen sus habilidades comunicativas.

Al problema de la socialización, se le suma la impaciencia y la intolerancia. Son la generación del clic, del aquí y ahora, de la búsqueda rápida en redes en la que en segundos tienen lo que buscan. «Puede comprobarse que presentan menor tolerancia a la frustración, ya que están acostumbrados a tenerlo todo rápidamente y sin esperas. Suelen ser niños y niñas que presentan más rabietas y comportamientos disruptivos cuando no obtienen lo que quieren», señala Laura Martín. Al definir a estos menores que a día de hoy pueden alcanzar como mucho los nueve años de edad, es inevitable hablar de la creatividad y la pasividad de estos frente a su desarrollo. Así lo refiere la directora de Capacita-le, Victoria Ramírez, quien destaca que «son menos creativos a la hora de realizar actividades o tomar decisiones, puesto que casi todo les viene dado a nivel tecnológico, no tienen la necesidad de inventar o desarrollar otro tipo de juegos o actividades con los que entretenerse». Para enfrentarse a esta situación, desde PsicoAbreu, Garrido propone que «es esencial potenciar situaciones en las que tengan que relacionarse personalmente con otros niños, juegos tradicionales y saltar de vez en cuando al mundo analógico».