El padre Coloma (1851-1915) nacido en Jerez de la Frontera y fallecido en Madrid, perteneciente a la Compañía de Jesús, fue un escritor muy celebrado en su época, y después de su muerte, se reeditaron algunas de sus novelas, como Pequeñeces, que fue llevada al cine en 1950, dirigida por Juan de Orduña e interpretada por Aurora Bautista, Jorge Mistral, Lina Yegros y Manuel Dicenta. En ninguna biblioteca de principios del siglo XX faltaban libros de Luis Coloma, que llegó a ser elegido miembro de la Real Academia Española. Hoy, en 2019, posiblemente, nadie goce de su lectura. Quizá por ser sacerdote católico, se rechace su lectura imaginando que sus historias son ñoñas.

Como ahora dispongo de más tiempo libre y husmeo en bibliotecas en busca de libros de todas las procedencias y temas, he encontrado dos obras del padre Coloma, Cuando era joven leí Pequeñeces, como he apuntado en el párrafo anterior; las otras dos estaban en una balda en espera de ser leídas. Responden a los títulos Juan Miseria y Del natural.

Las dos fueron editadas sobre 1900, y recurro a la preposición sobre porque en ninguna aparece la fecha de edición. Lo que sí destaca en ambos libros que hallé en la biblioteca de mis abuelos es un detalle que revela la gran acogida que tuvieron los escritos del padre Coloma: las dos obras son de una sexta edición.

Como andaluz y gaditano, el padre Coloma recurrió con asiduidad a expresiones andaluzas, algunas utilizadas en el vocabulario andaluz y otras de raíz netamente malagueña. La primera sorpresa que me llevé al empezar su lectura, de Juan Miseria, fue el nombre que le dio a un corralón de la capital de España, sito en lo que sería después la calle Antón Martín: Corralón de los Chicharos. Aunque chícharo -guisante- está en el diccionario de la lengua española, su uso se ha limitado a Andalucía, y dentro de la región -hoy Comunidad Autónoma o País Andaluz que alguien defiende en sus postulados progresistas-, el chícharo es malagueño, aunque las amas de casa de hoy se inclinan por guisante. En el mercado de Atarazanas, muchos de los dueños y empleados de los puestos, dicen chícharo. Yo siempre digo chícharo al guisante y amasquillo al albaricoque.

En Juan Miseria recurre frecuentemente a expresiones y palabras andaluzas y malagueñas que enriquecen el lenguaje aunque algunos puristas no comulguen con su uso en novelas, artículos, escritos en general. Hay otros no andaluces que gustan leer y oír palabras nuevas de extraña ortografía y pronunciación.

En la novela que comento un artista zapatero (zapatero remendón) José López, y su hijo, al heredar la profesión de su padre, empezó a ser conocido por Lopijo (López hijo) y el de la tercera generación, el nieto, Lopijillo (el hijo de Lopijo).

A lo largo de la novela va salpicando el texto y descripciones palabras que solo entienden los andaluces de nacimiento y los andaluces de adopción, como esnuquen, agüelo, guachumandinga, zanguango€ y otras más, que responden a una manera corriente de hablar en nuestra tierra. Y el que así escribe, repito, es un hombre que fue elegido académico de la docta Real Academia Española hace más de un siglo.

La historia se repite

Hace unos años, antes que el que fuera presidente del gobierno español, don José Luis Rodríguez Zapatero, promulgara en 2007 la Ley de la Memoria Histórica, ayuntamientos de épocas anteriores decidieron cambiar los nombres de muchas calles y plazas que ostentaban nombres y hechos relacionados con la Guerra Civil Española; a partir de la citada Ley, los cambios son obligados y hay organismos públicos y privados que denuncian casos no resueltos, o sea, situaciones digamos ilegales.

Esto no es nuevo, y cuando pasen años, pocos o muchos, se producirán otra vez situaciones incómodas, sobre todo para los que un día compraron un piso en una calle o plaza determinada y que en el curso de los años han tenido que rectificar su documentación personal. Sin buscar a una tercera persona, cuento mi caso: yo, sin mudarme de casa, viví en la Alameda Principal, Alameda Pablo Iglesias, Avenida del Generalísimo Franco€ Cuando retornó al primer nombre, ya no residía en el mismo lugar.

Miren por donde, el padre Coloma, en la ya citada novela Juan Miseria, situada en mil ochocientos sesenta y tantos, cuenta lo que sucedió en algunas poblaciones españolas. Se retiraron varios nombres y en su lugar pasaron a llamarse plaza del Progreso, plaza de la Libertad y plaza de la Revolución. La historia se repite.

Y ahora republiquitas

Sigo con Juan Miseria, y llegamos al día de hoy, con las trasnochadas y renovadas reivindicaciones nacionalistas que copan la vida española desde hace poco tiempo: la independencia de algunas regiones y territorios. Huelga mencionar los nombres.

El padre Coloma saca a relucir el tema, y con su sentido del humor y gracia gaditana, alude a las Republiquitas Gaditana y a la Hispalense, inicio de otra controversia que encubre los verdaderos problemas del país. Antes de que hablaran los políticos independendistas catalanes con la proyectada República Catalana, en un pueblo de Málaga, un alcalde, por su cuenta y riesgo, declaró la república de su pueblo. ¿Nombre? El Borge. Esa alcaldada se produjo hace unos años. Ahora no sé se ha incorporado al Reino de España. Lo que sí sé es que las pasas de El Borge son excelentes y que cada año celebra con éxito la Fiesta de la Pasa.

Fin

Para poner fin al recuerdo del padre Coloma, tres notas: en sus novelas elogia los peros de Ronda, las batatas de Málaga y su adelanto al feminismo de nuestro tiempo: se refiere a los nicaraguos y nicaraguas.