De repente, la malagueña calle Molina Lario es Australia. Un coche de época marca el territorio. Y no importa que la peculiar Catedral de Málaga, la eterna Manquita, sea el fondo ante el que entra en ebullición un set de rodaje por el que ha llegado a desfilar la mismísima Lady Di, encarnada por la actriz Emma Corrin. Lo confirman, en la pared que hace esquina con la calle Sancha de Lara, numerosas portadas de revistas australianas que se rinden a la Princesa Diana y una sucesión de carteles que anuncian conciertos que no se celebran en el Auditorio de Cortijo de Torres ni en el Martín Carpena, sino en la lejana Sidney. Al ver el panorama, da la sensación de que la aparente tranquilidad del domingo reina como plató y se basta por sí sola para paralizar un trozo del centro malagueño, totalmente cerrado al tráfico e incluso al trasiego de viandantes, y hacer cualquier cosa posible. Hasta que la exitosa serie de Netflix 'The Crown', consagrada a las entretelas de la Casa Real Británica, traslade todo su operativo al corazón de la ciudad de Picasso para simular el recibimiento que decenas de supuestos australianos le tributan a la carismática princesa que, en su momento, fue la inesperada integrante más querida de una de las parejas más de moda y controvertida, la que con la patente del Principado de Gales conformaron los jóvenes Carlos y Diana.

Hace días que se veía venir y se sabía que, con el centro de operaciones de la cuarta temporada de The Crown establecido en el Polo de Contenidos Digitales de la antigua Tabacalera, los rodajes previstos en localizaciones de Almería y Málaga -Castañón de Mena o el Palacio Miramar son otros de los puntos elegidos- recalarían con la llegada del fin de semana en las inmediaciones de la Catedral. Sin embargo, mientras una escena sucedía a otra desde por la mañana y hasta bien entrada la tarde, eran mayoría quienes no tenían ni idea lo que aparecía ante sus ojos en pleno paseo dominguero. Los gritos de acción en inglés y castellano terminaban de confundir un poco más la perspectiva y lograban que la mayoría de los curiosos se marchasen de allí con la seguridad de que estaban rodando una película. Frente a ellos, la excepción que salvaba el escollo con nota alta la servían sendas parejas de jóvenes. En uno de los casos, él le explicaba a ella con absoluto conocimiento de qué serie concreta se trataba. Y en el otro, ambos eran astutos para alejarse un poco a visualizar la colección de instantáneas que habían cazado por el móvil, a pesar de que agentes de la Policía Local y miembros de la organización del rodaje trataban de disuadir a los presentes para que no lo hicieran.

Pasadas las cinco de la tarde, cuando la jornada de rodaje ya encara su recta final, un griterío ensordecedor provoca que se acerquen aún más curiosos. Hay pancartas que le dan la bienvenida a la auténtica princesa del pueblo, la que no debe confundirse con la de marca blanca y patente televisiva que hace unas semanas se comía un plato gambas a tres o cuatro calles de allí. "Welcome Lady Di", reza en los carteles. Ante ellos, entran ganas de gritar ¡Viva Australia! porque de repente se han asomado por los balcones de la esquina varios figurantes que agitan pequeñas banderas del país de Oceanía. Y si la mirada escruta toda la frontal del Hotel Molina Lario y algún edificio contiguo más, se cuentan varias decenas de actores que ondean enseñas entre las que la australiana convive con la británica. Ambas tan parecidas. Tan iguales y tan distantes para aportar otro punto de confusión. O de certeza.

Las reacciones de los transeuntes ante tales escenas fueron de lo más variopintas. "Mira, hijo, están rodando una película, fíjate en esos coches antiguos de policía", dice un aplicado padre mientras señala a otros vehículos menos lujosos y altamente vintages en los que se lee la palabra "Police". Luego, un turista italiano avisa a su novia de que no se puede pasar y, tras no entender lo que están viendo, le preguntan por una ruta alternativa por la que seguir paseando por el centro al policía. "Si van al hotel, les dejo pasar", le suele decir el agente a muchos de quienes se dirigen a él. Frente a todos ellos, el Málaga Palacio tampoco parece el mismo y su edificio resiste a la metamorfosis convertido en el 'Queen Street Hotel'. Y, cuando ya se ha repetido varias veces la grabación del griterío, alguien ordena:"Los del séptimo ya podéis bajar". Y los actores, totalmente obedientes, empiezan a poner fin a una jornada de rodaje que decae hacia su fin en uno de esos epílogos del fin de semana en el que la rutina se ha visto alterada y, por unos instantes, ha dado la impresión de que no llevaba razón quien dijo que era imposible ser feliz un domingo por la tarde.